jueves, 30 de marzo de 2017

Testimonios

Testimonios






Testimonios












Si tuviera que
escribir un libro sobre mi vida espiritual, su titulo sería "el
ave fénix".


Nunca me
imagine que cuando leí un día su historia en algún momento de mi vida, me pudiera
ver reflejada en alguno de sus relatos. 

Mi vida
espiritual a sido un continuo entrar y salir de la Iglesia hasta que un
día partí definitivamente. 
Durante un
tiempo, quizás años no eche a faltar en ningún momento nadie ni nada que oliese
a Iglesia, fue tan grande el distanciamiento, que
llegue olvidar la palabra Dios, incluso llegue olvidar
oraciones básicas como el Padre Nuestro, el Ave María, o el Credo.
Pero un día,
sin ninguna razón aparente, en mi vida empezaron aparecer unas nubes espesas
que tapaban el sol, mi vida se convirtió en un manojo de
contradicciones y me empecé a sentir invadida por la soledad,
y comencé a notar como mi pequeño corazón poco a poco se iba
desgarrando.






Fue en este
momento cuando me empecé a preguntar pq me sentía mal, perdí el sueño, pase
muchisimas noches desvelada buscando un pq, pero no encontraba
la respuesta.

Tenía un
maridín que me amaba, tenía unos hermosos hijos, tenia buenos amigos, buenos
compañeros de trabajo, realmente me sentía muy amada, querida, mimada, incluso
muchas veces consentida por todos ellos. 
Entonces, si
todo lo tenía, ¿pq me sentía mal?. 
Esta fue una
pegunta que me resonó en mi cabeza durante un tiempo. 
Ahora, en este
momento, puedo decir que tengo la certeza que nada ocurre por casualidad, al
menos que no sea consentido por el Señor.






Buscaba la
felicidad, la verdadera y autentica y yo la encontré, os puedo decir con
seguridad que la felicidad consta de una palabra de cuatro letras, esta es
"DIOS". 

Descubrí el
Carisma Franciscano por casualidad  y a sido para mi una
gran Bendición. 
La vida de S.
francisco me fascina, él nos revela con su forma de vida, que esta tiene
un objetivo único y el más importante, "Amar a Dios y a los
hnos".
Nuestro Padre Seráfico
nos enseña que es todo un reto, un desafió difícil de llevar a
cabo, y a la vez nos demuestra que es muy bello y estimulante, y nos anima con
su actitud a realizar lo con tesón y el ejemplo. 
A todos
nosotros nos a tocado vivir en una sociedad alejada de Dios, donde los valores
se van perdiendo, nos falta ilusión y encontrar un sentido a la vida. 
Nos cuesta
comprender, vivir y amar, incluso para los cristianos que muchas veces
vivimos apegados a cosas materiales y vivimos como sepulcros 
blanqueados, llenos de envidia, rencores, soberbia, falta de perdón y
de fe. 
Este gran
Santo, que es del pasado, presente y futuro, nos enseña que ser
cristiano es enamorarse profundamente de Cristo, es seguirlo, es
sentir desde  un corazón sencillo, el gozo de servir
con alegría y humildad.






Como
os abreis dado cuenta, no son palabras bonitas, sino actitudes,
hechos que hay que llevar a la vida diaria. 

Amar es servir
y comprometerse, es perdonar, es vivir para los demás con humildad y sencillez. 
Quizás algunos
de vosotros en este momento os estaréis preguntando, pero a ti, ¿qué
te hizo dar el paso hacia la OFS?. 
Os respondo: 
Sencillamente
el sentimiento de gratitud.
Me di cuenta,
que había recibido muchisimo y que ya era hora de empezar a
dar, pensé que no podía quedarme lo que sentía dentro
de mí, que habían muchas personas que necesitaban de mi, que necesitaba, pq
todos nos necesitamos. 
Desde
este pequeño corazón os digo, que amo profundamente el Carisma
Franciscano, Dios me puso a personas que su testimonio de fe vivido desde un
corazón Franciscano, me han marcado mi vida, ellos me han ayudado a mirar el
mundo desde otro horizonte, y me han enseñado que la vida es amar.


















  






Y aquí estoy,
con ganas de entregarme a los demás, con ganas de amar desde
este pequeño corazón. 

Aprovechando
este momento, quiero daros las gracias a cada uno de vosotros por permitirme
ser parte de vuestra vida, por permitirme aprender y compartir, se que nada
soy, que soy poca cosa, pero intentaré dar lo mejor de mí, dentro de
mis posibilidades. 
Esta
ave fénix, resurgió entre las cenizas, ahora toca trabajar, pq
lo que hice no fue nada, o poco fue. 
Dios me dio hnos. 
Gracias Dios
nuestro, Gracias Virgen Inmaculada Madre de Dios y Madre nuestra, Gracias S.
Francisco, Gracias P. Kolbe. y
,
aprovechando este momento, como alguno de vosotros sabéis
pertenezco a la MI, os animo a formar parte de Ella,
no tengáis miedo, Maria nos está llamando, no la dejemos esperando.
Muchas gracias
por todo.
                                                    






Silvia F.

2012 Vilanova
i la Geltrú.


(Fraternidad
de Granollers) Barcelona.






MI VOCACIÓN: La Alegría de la Fraternidad


Mi
vocación franciscana se debe, en gran medida, a las provincias
franciscanas de la OFM Bética y de Granada. Por eso les estoy
agradecido.

A los 6 años, por
circunstancias laborales de mi padre, llegué a Fuente Obejuna (Córdoba) y
tuve la suerte de ir a vivir a la calle Maestra, casi en frente del
convento de los franciscanos. Al ir a la Eucaristía con mi padre
descubrí que no había monaguillos, se lo comenté y él me dijo que fuera
yo. Así que me animé, llame a aquella
puerta grande del convento y, desde aquel momento, Dios-Padre me regaló
mi vocación franciscana. Se abrió la puerta y descubrí: la alegría de la Fraternidad.
En aquel convento me
encontré con una Fraternidad de tres hermanos de la Provincia Bética que
vivían allí, pero además… descubrí a los santos franciscanos de la
Provincia de Granada: los hermanos mártires de Fuente Obejuna, Fray
Félix Echeverría y sus compañeros. Estaban enterrados bajando una
escalera, cerca de donde estaba la cuerda de tocar las campanas. A mi me
daba miedo, pero eran hermanos santos y eso era muy especial, me llamaba la atención Fray Simón Miguel Rodríguez, quizás por el nombre.
Estuve dieciocho meses en
Fuente Obejuna. En ese tiempo descubrí plenamente el significado de
Fraternidad. Podría contar infinidad de anécdotas, pero voy a centrarme
en unas pocas relativas a los siguientes aspectos:
· Acogida.- Siempre fui bien acogido y, a pesar de mi seis años, jamás sentí que molestara, todo lo contario.
· Sencillez y Simplicidad.- Unos
de los frailes, el más mayor, me transmitía mucha ternura. Un día fue a
Sevilla al médico y no me compró nada. Al día siguiente me trajo unos
pasteles… ¡pero el papel que los envolvía ponía Fuente Obejuna!
· Austeridad.- El día de Reyes los frailes me regalaron un camión, lleno de animales que, tirando de una cuerda, movían la cabeza. Al
mismo tiempo, en mi casa los Reyes me dejaron un pedazo de coche de
carreras con pedales, última moda. Sin embargo yo me enamoré del
camioncito (que por cierto, lo había visto por el convento y era de una
lotería benéfica que ponían los frailes).
· Fraternidad.-
Nos regalaron, mejor dicho, le regalaron a los frailes una tele (yo
tenía en casa). Aquella fue una de las mejores tardes de mi vida,
montando el aparato y pensando que durante la cena veríamos la final de
la copa de Europa que jugaba aquel día el Madrid. Justo después de la
bendición de la mesa el guardián dijo que se apagaba la tele y se comía
en fraternidad. Reconozco que me sentó fatal, pero me enseño un montón.
Hoy en mi casa hay tele en dos salitas, pero no donde se come.
· Seriedad.-
Nunca fueron ñoños conmigo, todo lo contrario. El guardián me regaño
bastantes veces: por meterme en los charcos, por no ser obedientes a mis
padres…
· Alegría.- Siempre me transmitieron alegría y me regalaban continuamente sonrisas.
· Paz.- Nunca transmitieron violencia y cuando me hablaban de los mártires era de su santidad. Nunca hablaron mal de sus asesinos.
· Servicio y disponibilidad. De ellos aprendí a estar siempre dispuesto, sin escaquearse de las presponsabilidades.
Al final de mi estancia con
los frailes me caí del campanario. Sentí que me mataba y recé. No me
pasó nada. Por supuesto aquella fue una caída también por dentro: tenía
que aprender a ser humilde. Me
fui de Fuente Obejuna con dos grandes regalos: mi vida (quizás se la
deba a esos Santos franciscanos) y mi vocación de franciscano.
Mi vida siguió normal en
Peñarroya. Luego me fui a Sevilla, a estudiar Matemáticas. Tenía 18 ó
19 años. Un día, paseando por la calle Carlos Cañal entré a una iglesia y
vi un hábito, como los de Fuente Obejuna. Ahí dije: ¡Son los míos! Y
así es como volví a descubrir en San Buenaventura la Fraternidad. En
esa época leí muchísimo, quería descubrir todo acerca de la Orden
Franciscana, por supuesto lo primero en leer fue la vida de San Antonio
(me acuerdo que las mujeres de Fuente Obejuna le rezaban, lo
toqueteaban… y al otro, San Francisco ni caso). De todos los libros que
leí ninguno fue mejor que el libro de mi vida, aquellos frailes de
Fuente Obejuna me había enseñado todo lo referente al carisma
franciscano desde la experiencia.
A los 22 años,
llego la crisis. Fue una crisis pequeña, sencilla… El Señor no me tiró
del caballo como a San Pablo, sino más bien del borriquillo. Como todo
el mundo me planteé: “¿Dónde voy?”. Y a esa pregunta le añadí otra: ¿Por
qué no ser fraile franciscano?
Recuerdo tres momentos claves en este proceso vital:
· En
la Biblioteca de Colegio Mayor Universitario Guadaira, del Opus Dei (un
orgullo el haber sido colegial de allí) en una enciclopedia encontré
‘Orden Tercera Franciscana’, con la descripción: “hombres y mujeres que
vivían la espiritualidad de San Francisco sin ser religiosos”. Para mí,
en ese momento, aquello se me planteó como una posibilidad.
· Todas
las noches le pedía a Virgen María que me dijera qué quería el Señor de
mí. Y nunca me contestaba, pero una noche tuve un sueño especial. En
San Buenaventura estaban en misa, todo lleno de frailes con sus hábitos
y un fraile dijo: “subid al Altar” y subieron todos. En ese instante,
el fraile me dijo sube Manolo, tú también eres de la Familia.
Me desperté contentísimo, pero había una cosa que no entendía todos vestidos de frailes y yo no. Algo no estaba claro mi sueño.
· En
verano me iba con las Religiosas de la Presentación de María de
Peñarroya de campamento y nos fuimos a Chipiona. Estando allí fui a por
formas para la Eucaristía y volví a encontrarme con la FRATERNIDAD,
en el convento franciscano de esta localidad gaditana. Y otra vez mis
preguntas y dudas. El sacerdote que estaba en el campamento me dijo que
era la hora de plantearme todo, que me fuera delante de Ntra.
Sra. de Regla y no me levantará de allí hasta que decidiera mi
vocación. Allí estuve bastante rato y lloré, pero descubrí que Dios me
llamaba para ser Franciscano Seglar.
Cuando ya estaba todo claro, fui preguntando por la Orden Franciscana Seglar. Empezaron la surgir dificultades:
ü En San Buenaventura me dijeron eso está un poco caducado y “tú ya eres franciscano viviendo así”.
ü En
Madrid fui hablar con los Franciscanos-Capuchinos y después de contar
mi vida me dijo fraile: “Aprueba las oposiciones, vete a la mili, cásate
y luego ven por aquí”.
ü Lo hice todo y por ese orden. Entonces escribí una carta a un Convento próximo de Arjona y nunca me contestaron.
ü Por fin en Córdoba un Franciscano Capuchino me llevo a su convento y me presentó a la OFS, allí ingresé y profesé. Soy Franciscano seglar por pesado
Ya siendo franciscano
conocí a la hermanas clarisas, sin ellas no estaría completa mi
vocación. Estoy muy unido a ellas, son claves para mí
Quiero acabar pidiendo:
v Que regaléis FRATERNIDAD al mundo
v Que viváis a tope la VOCACIÓN
v Que ofrezcáis la OFS al mundo, a mi me ha dado la felicidad.
Y os digo que es tiempo de EMPAPAR la sociedad de franciscanismo.
No es posible ser franciscano sin tener esa pequeña locura franciscana.
Hay que abrir todos los grifos, mangueras, aspersores… dejar que la
tierra se empape de franciscanismo. Es tiempo de vivir a tope nuestra
vocación franciscana y dejarnos de superficialidades.
Manolo S. B.


Por
mi infancia y adolescencia como estudiante en un colegio de religiosas
franciscanas, desde siempre la figura de Francisco me había sido cercana
y atractiva. Pero no fue hasta un buen día, muchos años después cuando,
navegando en Internet por páginas franciscanas, se cruzó en mi camino
una web que decía Jufra.

Podría decir que aquel click
en el ratón de mi ordenador supuso un antes y un después en mi historia
vital. Dios se sirvió de las Nuevas Tecnologías para dar respuesta a la
búsqueda de retorno a mis orígenes que había iniciado. Con el paso por
la Universidad y mi inmersión en el mundo laboral descubrí un universo
de cosas nuevas y dejé aparcado, un poco, todo aquello que me había dado
vida durante tantos años. Pero al final Dios, que nunca aparta su
mirada y su corazón de nosotros, me colocó en ese camino de retorno a lo
auténtico.

Este encuentro ¿casual? llegó
en uno de esos momentos vitales en los que te asaltan mil preguntas.
Dudas al querer hacer y no saber qué ni dónde. Te inquietas al
cuestionarte sobre tus propias capacidades… Llegar aquí fue recalar en
un lugar de acogida donde fueron brotando las respuestas.

Y
después de eso… ‘El Señor me dio hermanos’. Decidí dar el paso y
conocer en persona a aquellos jóvenes de la ‘Juventud Franciscana’. La
única fraternidad de Jufra existente en Madrid, mi ciudad, estaba en la
Iglesia de Santa Clara de los Hermanos Menores Conventuales (OFM Conv.),
en el barrio de Batán. Allí me planté y allí descubrí, y sigo
experimentando con mis hermanos cada día, el regalo impagable de una
vocación en el seguimiento de Cristo iluminada por el carisma de dos
seres tan irrepetibles como Francisco y Clara.

La
Juventud Franciscana (Jufra) está formada por aquellos jóvenes que nos
sentimos llamados por el Espíritu Santo, profundizando nuestra propia
vocación, a hacer en Fraternidad una experiencia de vida cristiana a la
luz del mensaje de Francisco. Con la ayuda de nuestro asistente vamos
caminando y creciendo como cristianos y como franciscanos. Ha sido aquí,
en fraternidad, donde
a
través de la formación permanente, la oración y el compartir en
nuestras reuniones semanales se ha abierto ante mí un proyecto de vida
hasta entonces indefinido.

Tras
realizar mi compromiso en Jufra, ahora estoy preparándome para dar un
paso más y entrar a formar parte de la gran familia que es la Orden
Franciscana Seglar. Allí, con la ayuda de mis hermanos, quiero seguir
andando por el camino de seguimiento a Jesús tras las huellas de
Franciscos y Clara profesando la Regla de la OFS. ¡Gracias Señor por el
regalo de la fraternidad que pusiste en mi vida!
Javi



Mi historia de amor con la Orden Franciscana Seglar empezó muchos años atrás, cuando era adolescente.

Siempre
me he sentido muy unido a nuestro Dios-Padre. Desde que era pequeño me
gustaba caminar por las iglesias con total confianza y respeto, hablar
con los curas, ayudar a quien más lo necesitaba... así transcurrió mi
infancia espiritual...

Más
mayor, en cada lugar, con cada persona, siempre me encontraba en
presencia de Dios: alegre, decidido, despierto, esperanzado, sentía que
nuestro Padre nunca me dejaba solo, era totalmente feliz... Dios es una
fuerza que te atrapa y no te suelta, que te interpela constantemente,
que te arrastra hasta los lugares más insospechados de la existencia... y
a mí me trajo hasta la O.F.S de Arjona.

Allí
me encuentro con mis hermanos de camino de vida, con sus virtudes...
con sus defectos ¡qué todos los tenemos! Rezamos, cambiamos impresiones,
nos apoyamos en nuestro caminar de vida y de Fe... Por eso, si quieres
cambiar de vida, si te sientes llamado al Amor (con mayúsculas), si
piensas que Jesús te ofrece una existencia original, más rica y plena...
¿por qué no pruebas a caminar con nosotros? Estoy seguro que no te
arrepentirás...

L.O.G





Cuando
era un adolescente empezaron a llamarme la atención san Francisco y lo
franciscano, a los que empecé a conocer tras la lectura de algunos
libros, como Francisco el Buenamente o Sabiduría de un pobre.



Con el paso de
los años mi fascinación por lo franciscano fue en aumento, y empecé a
sentir que el Señor me llamaba a seguir esa forma de vida. Por ello un
buen día decidí buscar a otros jóvenes que sintieran el mismo entusiasmo
por San Francisco y su propuesta de vida. Y así entré en contacto con
los Franciscanos Seglares.


En
una gran ciudad como Madrid, donde yo vivo, no me resultó difícil
encontrar franciscanos. Para tal tarea el Señor puso en mis manos un
poderosísimo instrumento: la guía telefónica. Tras ponerme en contacto
con una serie de comunidades de frailes, finalmente encontré lo que
buscaba en San Francisco el Grande, donde me dijeron que existía un
grupo de Jufra, que acogía a gente joven que deseaba vivir en el mundo
según los ideales de Francisco de Asís.

Durante
mi paso por la Jufra pude comprobar que me atraía realmente vivir el
Evangelio al estilo de Francisco. En unos años me ofrecieron que
profundizase en mi vocación franciscana incorporándome a la OFS, y no
dudé ni un momento en aceptar.

Tras un período de toma de contacto y de formación, llevé a cabo mi Compromiso de Vida Evangélica como Franciscano Seglar.
Y no me arrepiento de mi decisión. Doy gracias al Señor por haberme
llamado a formar parte de la Familia Franciscana y cada día voy
descubriendo facetas nuevas de mi vocación. También le doy gracias a
Dios por haber puesto a mi lado a tantos buenos hermanos y hermanas de
todas las ramas de nuestra gran Familia que me acompañan en este
caminar.

Parece
que ser cristiano en general, y franciscano en particular, no resulta
sencillo en la actualidad. Vivimos en un ambiente de abandono de la
práctica religiosa, con una tendencia a la acomodación y al rechazo de
cualquier tipo de compromiso. A veces nos desanimamos porque la gente ya
no acude a las iglesias o porque nos faltan vocaciones. Sin embargo,
creo que deberíamos al mismo tiempo preguntarnos si la forma en la que
vivimos y transmitimos el mensaje del Evangelio resulta realmente
atractiva para la gente de nuestro tiempo. No se trata de bajar el
listón en las exigencias de la vida cristiana o de ceder a modas
pasajeras para alcanzar una mayor popularidad, sino más bien de
esforzarnos en “escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos
a la luz del Evangelio”, para ser capaces de responder a las
necesidades de las gentes de nuestro tiempo.

En
este aspecto resulta modélico el ejemplo de San Francisco de Asís. Él
no “huyó” del naciente mundo urbano en el que le tocó vivir y en el que
aparentemente era imposible llevar una vida plenamente cristiana. Al
contrario, el Hermano Francisco encontró y enseñó a otros el camino para
seguir con fidelidad los pasos de Jesús de Nazaret en una sociedad como
aquélla. El ejemplo de Francisco debe llevarnos a sus seguidores a
encontrarnos siempre a la vanguardia en la búsqueda de fórmulas que
permitan “vivir el Evangelio” en las sociedades concretas en las que les
toca vivir. Y creo que nuestra época histórica constituye un momento
privilegiado para el desarrollo de dicha tarea.








Nos gustaría nos contases tu experiencia como franciscano seglar comparte con nosotros tu testimonio escribiéndonos a :

franciscanosseglares@yahoo.es



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