martes, 28 de marzo de 2017

TEOLOGIA BIBLICA

TEOLOGIA BIBLICA






TEOLOGÍA BÍBLICA

DicTB

 

SUMARIO: I.
Historia: 1.
Los comienzos: Biblia y teología; 2. De la teología a la razón
crítica; 3. De la doctrina a la historia (Gabler y Bauer); 4. De la historia a
su interpretación (F.Ch. Baur); 5. De la historia a la historia religiosa; 6. De
la historia religiosa al "kerigma"; 7. Del "kerigma" al
pluralismo metodológico. II. Método: 1. El método histórico-crítico; 2.
El método teológico; 3. Principio hermenéutica y estructura. III. Teología
del AT.: orientaciones actuales:
1. Crisis de la teología del AT; 2.
Métodos en uso: a) El método descriptivo, b) El método
dogmático-didáctico, c) El método diacrónico, d) El método selectivo del
centro temático; 3. Conclusión. IV. Teología del NT: orientaciones actuales:
1. La orientación históricokerigmática; 2. La orientación de

"historia de la salvación"; 3. La
orientación histórico-positiva; 4. La orientación sistemática; 5. Antiguo y
Nuevo Testamento. V.
¿Hacia una teología bíblica?




I. HISTORIA. Para saber enseguida de qué se
trata, comenzamos con una definición provisional de teología bíblica: es "la
comprensión unitaria expresada en una síntesis doctrinal, crítica, orgánica y
progresiva de la revelación histórica de la Biblia (o bien del AT y del NT) en
torno a categorías propias, a la luz de la fe personal y eclesial". Para
comprender sus problemas debemos ante todo conocer su historia.
1. LOS COMIENZOS: BIBLIA Y TEOLOGÍA.
El camino hacia la teología bíblica lo prepararon los humanistas (Lorenzo Valla,
Erasmo), que propiciaron la vuelta a los textos originales de la Biblia. Sobre
la onda del humanismo, Lutero pudo proponer su principio de la "sola
Scriptura", que dio el impulso decisivo. Pero él, aunque escribió traducciones y
comentarios a la Biblia, no compuso nunca una teología bíblica. Sólo después de
unos cien años se llegó a la palabra.

Los antecesores de la teología bíblica fueron obras que
pulularon entre los años 1500 y 1700, llamadas "Collegia biblica". Eran
prontuarios de pasajes escriturísticos organizados según las tesis del símbolo
de fe luterano o de la teología sistemática. Estas obras no practicaban aún
ninguna interpretación del texto sagrado, sino que eran solamente instrumentos
al servicio de la teología dogmática luterana.
El nombre "teología bíblica" lo usó por primera vez W.J.
Christmann en el 1629; pero de su obra nos ha quedado sólo el título en los
catálogos. La primera obra que poseemos con este nombre es la de Henricus a
Dienst: Theologia biblica, editada en Denver en el 1643. Pero no se
aparta de los "Collegia biblica" ya mencionados.
La separación de la teología bíblica de la dogmática se vio
favorecida por el pietismo a finales del siglo xvlll, en el ambiente de los "Collegia
philobiblica" o "pietatis", donde se meditaba con afecto la Biblia. El contacto
personal con la escritura se contraponía a la teología escolástica, fría; por lo
cual se sintió la necesidad de hacer una teología sacada de la "sola"
Sagrada Escritura (A.F. Büsching, Epitome theologiae e solis sacris literis
concinnata,
Gotinga 1756). De todas formas, ni la práctica de los "loci
theologici" ni el pietismo distinguían la teología bíblica de la
sistemática. Pues los primeros pensaban fundar la teología en la Escritura
recogiendo los textos que probaban las verdades de la fe; y los segundos
identificaban la teología con la teología bíblica, que a la postre había de
sustituir a la dogmática.


2. DE LA TEOLOGÍA A LA RAZÓN CRÍTICA. Con el
pietismo la teología bíblica se presentaba como rival de la dogmática y quería
sustituirla. Pero sólo con el iluminismo se presenta la teología bíblica como
ciencia crítica de la teología sistemática. Las premisas son: el deísmo, para el
cual el último juez de la verdad es la razón; y la crítica histórica, que se
sirve de un rico material puesto a disposición por la filología y por la
investigación histórica aplicada a la Biblia; en ella había que encontrar la
religión racional o según la razón. Lo que en los textos parecía contrario a la
razón se atribuía a la mentalidad primitiva y al mito, que revestía las ideas (C.G.
Heine para el AT y J.G. Eichhorn para el NT). No ya la teología, sino la razón
se convertía en el criterio para comprender la Escritura. La teología bíblica
iluminista se fundaba, pues, en la autoridad de la razón más que en la Biblia.
Se partía de la convicción de que las verdades de la razón estaban contenidas en
la Biblia. El fin era apologético: hacer que aceptaran el libro sagrado los
hombres de cultura, racionalistas, de su tiempo. El producto más refinado de
este estadio iluminista es la obra en

cuatro volúmenes de G.T. Zachariá (1729-1777) titulada Biblische Theologie
(Gotinga-Kiel 1771-1775). Zachariá refuta el método precedente de los "dicta
probantia". No basta citar los textos bíblicos. Es preciso interpretarlos de
modo que se vea lo que es válido o no en la teología sistemática. Había
comprendido, pues, la necesidad de la interpretación y asignaba al proceso
interpretativo de la Biblia una función crítica respecto a la teología: "Por
tanto, olvídese por algún tiempo el sistema doctrinal de nuestra Iglesia y, a
través de un atento estudio de toda la Escritura, búsquese determinar nosotros
mismos las doctrinas teológicas en ella contenidas; se tendrá así una nueva
teología..., la auténtica teología bíblica", que se ha de considerar como
criterio último de verdad, con el cual confrontar las tesis teológicas. Zachariá
seguía identificando el contenido de la Biblia con las enseñanzas de la fe; su
interés, aunque crítico, se centraba todavía en la teología sistemática.



3. DE LA DOCTRINA A LA HISTORIA (GABLER Y BAUER).
El paso metodológico decisivo para el establecimiento de una verdadera y
auténtica teología bíblica, distinta de la sistemática, lo dio J.Ph. Gabler
(1753-1826) con su discurso inaugural en la universidad de Altdorf, titulado
De justo discrimine theologiae biblicae et dogmaticae regundisque recte
utriusque finibus
(1787). Su célebre tesis suena así: "La teología bíblica
tiene carácter histórico, ya que transmite lo que los hagiógrafos pensaron sobre
las cosas divinas; la teología dogmática, en cambio, tiene carácter didáctico,
pues enseña lo que todo teólogo según su capacidad o la cultura del tiempo,
según las circunstancias, el tiempo, el lugar, las sectas, la escuela y otras
cosas por el estilo filosofa sobre las cosas divinas". La

teología bíblica, por argumentar históricamente, permanece en sí siempre igual,
aunque es presentada en forma diversa según los varios sistemas; en cambio, la
teología dogmática está sujeta a las varias mutaciones de las otras disciplinas
a las que está ligada. Por eso era preciso separar lo que era humano (teología
dogmática) de lo que era divino (teología bíblica), para ponerse al abrigo del
ataque de los racionalistas. Adentrándose en el tema específico de la teología
bíblica, ponía de relieve la diversidad de tiempos y de autores bíblicos,
sosteniendo la parte del autor humano, aunque poseía el carisma de la
inspiración. Los autores del A y del NT son colocados ante todo en su secuencia
temporal, distinguiendo las concepciones religiosas sucesivas de los patriarcas,
de Moisés, etc.; sólo en un segundo momento se pasaba a una confrontación para
destacar las enseñanzas comunes a los varios autores, válidas para todos y para
todos los tiempos.

G.L. Bauer (1755-1806) es el primero en aplicar el método
histórico-crítico en la composición de una teología bíblica, aunque no sigue en
su estructura la metodología propuesta por Gabler. Quiere demostrar la evolución
de la teoría de la religión del A al NT, donde alcanza su culminación con la
religión racional. Los diversos autores bíblicos son presentados sucesivamente
según temas comunes (cristología, teología, antropología) y sólo yuxtapuestos
los unos a los otros. Por eso a la reconstrucción histórico-literaria no
corresponde la interpretación teológica, como quería Gabler. Se termina así
teniendo diversas teologías, yuxtapuestas las unas a las otras, sin relación
entre sí. En la interpretación de los textos Bauer no es muy personal; a menudo
se contenta con referir de modo ordenado las opiniones de varios autores, quizá
por miedo a ser acusado de racionalista. El predominio del método histórico
sobre el teológico, además de preferir la reconstrucción a la interpretación,
conduce enseguida a la división entre teología del AT y teología del NT (Biblische
Theologie des A T,
Leipzig 1796; Biblische Theologie des NT, 4 vols.,
Leipzig 1800-1802). Esta división, que rompe la unidad teológica del canon,
permanece prácticamente hasta hoy.
El influjo de Gabler y de Bauer fue grande. Después de
ellos hubo quien siguió el método puramente histórico y quien sólo el teológico.
Pero las mejores realizaciones se debieron a los que practicaron el método
histórico unido al teológico. El autor más válido fue F.G.C. von C6lln, que
escribió una teología bíblica en dos volúmenes, uno para el AT y otro para el
NT, publicada póstumamente (Leipzig 1836).



4. DE LA HISTORIA A SU INTERPRETACIÓN (F.Ch. BAUR).
El rico estadio de la teología bíblica iluminista, aunque propuso y usó el
método histórico, iba aún preferentemente dirigido a la reconstrucción de modo
descriptivo, pues no había conseguido formular un principio interpretativo
unitario. Se había dado cuenta de la importancia del ambiente cultural de la
Biblia (filología, mentalidad, mito...), pero no de la del ambiente vital, es
decir, de la comunidad en la cual y por la cual fueron transmitidos y luego
escritos los libros de la Biblia. Fue F.Ch. Baur (1792-1860), fundador de la
escuela de Tubinga, el que introdujo en la teología del NT un principio
unitario: hermenéutico y estructural. Para comprender la teología del NT de Baur
hay que tener presente la preparación histórico-crítica que él adquirió. Estudió
la literatura del NT y la historia del cristianismo primitivo. En cuanto a la
literatura, comienza con las cartas de Pablo, reducidas a cuatro (Gál,

Rom, 1-2Cor); Baur
separa además el cuarto evangelio de los otros tres. En cuanto a la historia del
cristianismo primitivo, ve su evolución en forma dialéctica según la lógica
hegeliana: la tendencia petrina del judeocristianismo, la paulina del
cristianismo helenístico, la protocatólica de síntesis, representada por la
literatura juanista. En su Theologie des NT, publicación póstuma (Leipzig
1864), en vez de presentar a los autores el uno después del otro sin notar las
relaciones entre ellos (como había hecho Bauer), los presenta en bloques
unitarios y en relación dinámica entre sí de contraposición o de integración. La
religión de Jesús, puramente moral, deducida de los evangelios sinópticos
(especialmente de Mateo), no pertenece, según Baur, a la teología del NT, sino a
sus premisas. La verdadera y auténtica teología comienza sólo con la fe de los
apóstoles. Semejante planteamiento continuará en la teología liberal e influirá
también en la teología del NT de Bultmann. Además de esta reconstrucción
unitaria, también la interpretación lo es; también ella se inspira en la
filosofía de Hegel, en su concepción positiva de la historia como desarrollo del
espíritu humano hacia la conciencia, la libertad y la interiorización. En el
iluminismo, el ambiente histórico-cultural de la Biblia se concebía como un
revestimiento secundario de las verdades de razón. En cambio, para Baur la
reflexión sobre la historia es el medio para alcanzar la verdad, que sólo se
puede captar en la historia, en la totalidad del desarrollo histórico del
espíritu humano. También este principio hermenéutico encuentra una analogía en
la teología del NT de Bultmann, el cual utiliza como principio hermenéutico la
autocomprensión de sí en la fe.

5. DE LA HISTORIA A LA HISTORIA RELIGIOSA. La
segunda mitad del siglo xix está dominada por el romanticismo y por el
liberalismo, por las grandes investigaciones históricas positivas y por el
consiguiente nacimiento del método histórico-religioso (Religionsgeschichte
Schule). Omitimos la corriente romántico-liberal, cuyo mejor producto es la
Theologie des NT,
de H.J. Holtzmann, en dos volúmenes (Friburgo-Leipzig
1896-97), y nos detenemos en la escuela histórico-religiosa por el influjo que
ha ejercido y que sigue ejerciendo en la teología bíblica de nuestro siglo.
Iniciadores de esta escuela fueron el teólogo sistemático E. Troeltsch y el
círculo de Gotinga. Tres son sus principios metodológicos de fondo: el de la
crítica (duda crítica) y los de la analogía y la correlación de los
acontecimientos históricos entre sí. W. Wrede (1857-1906) lo aplica a la
teología del NT con su famoso escrito programático Uber die Aufgabe und
Methode des sogenannten NT
(Gotinga 1897). Critica el método histórico como
se solía practicar en teología bíblica por estar adulterado por el teológico. En
consecuencia, sostiene el método histórico puro, independiente de los supuestos
teológicos de la inspiración y del canon. La Biblia no contiene una historia de
ideas, sino una historia del espíritu y de las experiencias religiosas, una
historia de la religión. Por eso no tiene ya sentido hablar de "teología" ni de
"teología bíblica". De hecho, las obras de teología bíblica, fruto de este
método historicista, no llevan ya el título de "teología", sino el de
"religión": "La religión de Israel" para el AT y "La religión de Jesús y del
cristianismo primitivo" para el NT. Para el AT, los nombres más conocidos son
los de A. Eichhorn, H. Gunkel y H. Gressmann. Para el NT, J. Weis, H. Weinel y
sobre todo W. Bousset con su obra de teología bíblica Kyrios Christós (Gotinga
1913; 19655), en la cual, siguiendo el

principio metodológico de Wrede, supera el canon del NT
llegando hasta Ireneo, imitado en esto por R. Bultmann. El error del positivismo
histórico es pensar ingenuamente que es posible una posición crítica neutral
ante la historia. Semejante ingenuidad ha sido demostrada por la hermenéutica,
que quita la razón a Wrede y confirma la necesidad de unir al método histórico
el teológico para una verdadera y auténtica teología bíblica.

Las obras de este período, marcado por el método
histórico-religioso, destacan por la erudición y la reconstrucción histórica; en
cambio pecan por la interpretación teológica. Contra la escuela
histórico-religiosa y su método positivista, calificado de "ateo", combatió
aisladamente A. Schlatter, revalorizado hoy como exegeta y como teólogo.


6. DE LA HISTORIA RELIGIOSA AL "KERIGMA". Un giro
positivo para la
teología bíblica es
el marcado por la teología dialéctica, iniciada después de la primera guerra
mundial por K. Barth, al cual se adhirió los primeros años también R. Bultmann.
Es recuperado el método teológico, a veces de modo radical, respecto al
histórico-crítico. La teología dialéctica se sitúa así en neto contraste con la
liberal precedente, que exaltaba la religión, humillando la fe y la teología.
Esta nueva teología, que implica un nuevo método, que comprende en primer lugar
la fe, coloca en el centro la palabra de Dios y el kerigma como mensaje
dirigido por Dios al hombre, y no ya en primer lugar como verdad que creer o
como historia religiosa que estudiar con el método histórico-crítico. La
intención pastoral que anima a este nuevo método es la de hacer actual la
palabra de Dios contenida en la Escritura. Las dos realizaciones de teología
bíblica que dominan el campo a mediados de nues
tro
siglo son la de G. von Rad para el AT y la de R. Bultmann para el NT, ambas
influidas por la teología kerigmática, si bien de modo diverso. Como Von Rad es
presentado luego, en t III, 2c, nos limitamos aquí a exponer la teología del NT
de R. Bultmann ( Theologie des NT, Tubinga 1948-53; 19777).

Esta resume la mejor tradición crítica a partir de la
escuela de Tubinga. Al método histórico-crítico más riguroso, que le permite una
reconstrucción histórica de la teología del NT (de acuerdo en esto con la
importancia del método histórico-crítico, en contra de K. Barth), une una fuerte
sensibilidad hermenéutica: la autocomprensión de sí en la fe frente al
kerigma,
utilizando la filosofía de la existencia del primer Heidegger. La
fuerza de Bultmann estriba justamente en la interpretación, en el significado
teológico-existencial que consigue sacar a luz. De ese modo interpreta bien
muchos textos bíblicos, especialmente los de Pablo y de Juan, pero deja otros en
la sombra. Es, pues, una teología parcial y unilateral; Jesús como profeta
escatológico pertenece sólo a las premisas de la teología, como en Baur. La
verdadera teología del NT comienza con el kerigma: el judío y el
helenístico. En realidad, Bultmann la identifica luego con la de Pablo y de
Juan. Ya con las cartas deuteropaulinas comienza el declive hacia el
protocatolicismo, que se consuma al llegar a Ireneo. Bultmann, pues, presenta la
teología del NT superando el canon, en lo cual sigue a Bousset. A pesar de los
límites y de las críticas que se pueden formular tanto a nivel de reconstrucción
histórico-literaria como a nivel de interpretación, la teología del NT de
Bultmann sigue siendo hoy una obra clásica, con la cual hay que contar [t luego,
IV, 1].

7.

DEL "KERIGMA" AL PLURALISMO
METODOLÓGICO. Se necesitaron quince años para que, después de Bultmann,
apareciese una nueva teología del NT. A partir de mediados de los años sesenta
comienza de nuevo a pulular una multitud de teologías bíblicas del A y del NT.
Pero, prescindiendo de alguna excepción, a la cantidad no siempre responde la
calidad. Por ello se habla de una crisis de la teología bíblica, en el sentido
de que se asiste a un caos metodológico y se auspicia desde diversas partes la
vuelta a una verdadera teología bíblica integral. Volveremos más adelante sobre
este asunto [t luego, V], una vez que hayamos presentado las orientaciones
actuales de teología bíblica del AT y del NT.


II. MÉTODO. Por la historia brevemente pergeñada
se ve con claridad que el principal problema de una teología bíblica ya desde
los comienzos lo presenta el método. De hecho, la teología bíblica se distinguió
de la teología sistemática por su método en el tratamiento de los textos de la
Biblia: el método histórico-literario y el histórico-crítico. Pero el método
histórico, alrededor de un siglo después de Gabler, reclamó, con Wrede en el
1897, derechos absolutos sobre la teología hasta el punto de situarse como
alternativa del teológico. Con ello se perdía la misma teología. Por eso es
necesario practicar un equilibrio metodológico entre el método histórico-crítico
y el teológico al construir una teología bíblica. ¿Cuál es entonces el estatuto
de una teología bíblica? Hay unas premisas que respetar; está la práctica del
doble método: histórico-crítico y teológico, y la elección de un principio
hermenéutico y de una estructura.

1. EL MÉTODO
HISTÓRICO-CRITI
co. La exigencia de
practicar el método histórico-crítico al componer una teología bíblica está hoy
fuera de discusión, justamente porque la teología es la autocomprensión crítica
de la fe bíblica. Por otra parte, la Biblia es obra de Dios, pero a través de la
obra literaria e histórica de los hagiógrafos. Por eso la ley de la encarnación
requiere el uso del método histórico-crítico. Hoy no vivimos ya en un ambiente
precrítico. Si acaso, la situación actual es poscrítica, en el sentido de que se
relativiza el método histórico-crítico y se critica su pretensión absoluta. De
modo radical lo rechazan sólo los fundamentalistas. Por eso la cuestión versa no
tanto sobre el método cuanto sobre el modo de practicarlo, que a veces atomiza
de tal forma el texto que no permite ya su comprensión, o bien acumula hipótesis
críticas sin suficiente fundamento, creando confusión. Pero "abusus non tollit
usum". El método histórico-crítico comprende un conjunto de críticas, de las
cuales las más fundamentales son la textual, la literaria y la histórica. Pero
hoy la metodología se amplía, y junto al método diacrónico de acercamiento a los
textos se va afianzando el sincrónico del análisis estructural, que se presta
mejor a comprender el texto actual de la Biblia. El método histórico-crítico es
genético, y por tanto ayuda a la reconstrucción histórico-literaria de la
revelación bíblica. Pero la interpretación, y con ella el sentido del texto,
sólo se puede captar mediante una consideración unitaria del texto, como
conjunto estructurado en orden a un fin: un mensaje que transmitir.



2. EL MÉTODO TEOLÓGICO. Si se
quiere hacer teología bíblica, habrá que apreciar los dos
términos: "teología" y "bíblica". El primero indica la comprensión crítica de la
fe como se contiene en la Biblia; el segundo, el ámbito de la revelación
contenida en los libros sagrados. La categoría de la "historia" no ha de
separarse de la "teología", como ocurrió en la metodología histórico-religiosa;
pero tampoco la teología se ha de separar de la historia, como ha
sucedido en la teología kerigmática más radical.

De estas premisas generales pasamos a exponer los
contenidos del método teológico. La fe teológica presupone: la revelación de
Dios en la historia, que ha tenido su culminación y cumplimiento en Cristo,
Verbo encarnado; la inspiración de la Sagrada Escritura, que abarca el canon; la
relación de la literatura bíblica con la historia de la salvación allí narrada e
interpretada; en la interpretación, el círculo hermenéutico con la tradición
viva de la Iglesia y con el magisterio. Estos supuestos del método teológico no
resuelven ciertamente el problema de una teología bíblica, sino que más bien lo
plantean. Deseo recordar aquí a este respecto sólo tres puntos problemáticos.
Ante todo el problema de la unidad histórica y
teológica,
pues el canon es un dato de fe, no una delimitación de libros,
resultado de una crítica histórica. La unidad de la teología bíblica desde que
se comenzó a aplicar el método histórico-crítico se ha convertido en un
problema, pues se ha considerado el AT y el NT como dos entidades históricas
separadas, ligadas entre sí por la literatura del judaísmo tardío y la apócrifa.
Por eso, desde que se comenzó a aplicar el método histórico, se dividió la
teología bíblica del AT de la del NT, división que continuó, como se ve también
por este artículo. Si se pasa luego de la unidad histórica a la teológica, el
problema se agudiza aún más, especialmente para el AT, y en parte también para
el NT; y mucho más, por supuesto, para la unidad de los dos Testamentos. En
realidad, las mejores teologías bíblicas presentan la comprensión crítica de la
fe bíblica en términos de evolución o proceso histórico y teológico. Para
superar esa dificultad se ha buscado un centro unitario del AT (p.ej., la
alianza en la teología del AT de Eichrodt) y del NT (la persona de Jesús, la
justificación mediante la fe...); se trata del problema conocido en el ambiente
protestante como búsqueda del "centro del canon", un centro crítico que debería
dar unidad al canon. A mi entender, el centro crítico de una teología crítica
del AT no puede ser más que el NT, el cual apela explícita o implícitamente al
AT. El círculo hermenéutico debe moverse, pues, del NT al AT. En el NT el centro
es indudablemente la persona de Cristo en su condición divina y humana y en su
existencia terrena y celestial.
El segundo problema es la relación entre historia y
verdad trascendente a la historia,
pero en ella presente. Mientras que la
historia es objeto de la razón crítica, la verdad trascendente a la historia no
puede ser más que objeto de la fe, aunque no es una realidad abstracta, sino de
experiencia y de vida: la existencia y la vida nueva en Cristo.
Finalmente, para la interpretación teológica de la Biblia
es fundamental el círculo hermenéutico entre Biblia y tradición viva. La
tradición que transmite y narra la historia sagrada, la palabra de los profetas,
las sentencias y las oraciones de los sabios, la palabra de Jesús y a
Jesús-Palabra, al mismo tiempo la interpreta y la reinterpreta continuamente
dentro de un proceso histórico-hermenéutico que, desde que la Biblia es "canon",
tiene en ella su punto de referencia seguro. Luego la tradición interpretadora
continúa también hoy. Además del círculo hermenéutico entre la Biblia, la
tradición y el hoy, hay otro que es muy apreciado por algunos autores recientes
(B.S. Childs): el círculo hermenéutico entre el canon como Escritura y cada uno
de los libros en él contenidos. El contexto más general cn el que habría que
interpretar cada uno de los libros de la Escritura sería justamente el del
canon.

3. PRINCIPIO
HERMENÉUTICO Y ESTRUCTURA. ¿Cómo intervienen el método histórico-crítico y el
teológico en la construcción de una teología bíblica? Lo podemos inducir de las
mejores teologías bíblicas ya realizadas en los casi doscientos años de historia
de esta disciplina. El problema de fondo es el de la relación entre
reconstrucción e interpretación. La reconstrucción, si atañe a la historia, se
vale preferentemente del método histórico-crítico, mientras que la
interpretación debe valerse de los dos métodos juntamente. La reconstrucción
impone también la estructura en una teología bíblica planteada históricamente.
Pero hay que apresurarse a advertir que la estructura, que sigue la
reconstrucción histórica, es también un elemento formal no calificador. En la
calificación de la estructura y de sus partes interviene la interpretación. Por
ejemplo, la obra y la enseñanza de Jesús en las teologías de Bauer (1800), de
Jeremias, de Goppelt y de otros muchos son presentadas como fundamento de la
teología bíblica del NT, mientras que en las de Baur (1864), de Bultmann, de
Conzelmann y de otros son consideradas, en cambio, sólo como una premisa de la
verdadera y auténtica teología, que comienza con el kerigma y con la
reflexión de fe sobre Jesús. Las dos valoraciones diversas influyen
evidentemente también en el juicio teológico del Jesús terreno, de su
predicación y de su obra. Para Bultmann, por ejemplo, Jesús es un profeta
escatológico, que predica el reino de Dios y permanece en el ámbito del
judaísmo. Desde el punto de vista teológico, que es el "específico"
de una teología bíblica, de los dos elementos que entran en su construc
ción
el más importante es sin duda la interpretación, y por tanto el principio
hermenéutico unitario que anima su estructura. Desde ésta se puede juzgar si se
trata de una comprensión crítica de la fe bíblica o de una interpretación que se
detiene en la historia sin llegar a la fe. Por eso A. Schlatter a una
interpretación histórica que no llega a la fe la califica de "atea". Pero
también cuando el principio hermenéutico es claramente teológico, se puede
examinar críticamente si es lo bastante comprensivo de fe e historia, de Biblia
y tradición interpretativa, de canon y comprensión integral. La relación entre
unidad teológica de fe y pluralidad histórica y teológica dentro del canon será
siempre una relación en tensión, como la que se da entre teología bíblica y
teológica sistemática. Pero, en todo caso, la búsqueda de la unidad oculta que,
teológicamente hablando, depende de Dios, autor de esta historia y autor
literario de la historia narrada, es condición imprescindible de la comprensión
teológica. Cuanto más se consigue, no tanto afirmar cuanto mostrar y demostrar
críticamente la continuidad, los hilos ocultos que unen acontecimientos tan
diversos y lejanos, libros y concepciones tan diversos y lejanos entre sí en el
tiempo y en el género, tanto más se contribuye a la interpretación y comprensión
propiamente teológica de la Biblia, y por tanto a una verdadera y auténtica
teología bíblica. El "cómo" depende, obviamente, de la genialidad de los
exegetas y de los teólogos, que tienen por cometido interpretar la Biblia para
la Iglesia de hoy.








G. Segalla









III. TEOLOGÍA DEL AT: ORIENTACIONES ACTUALES.

1. CRISIS DE LA TEOLOGÍA DEL AT. La teología
bíblica ha cumplido ya doscientos años, pues nació en el 1787 con la obra de
J.Ph. Gabler [t supra, I, 3]. Mas, paradójicamente, hoy no existe
consenso entre los exegetas sobre ninguno de los problemas fundamentales que
plantea. Ningún período de su historia ha visto una crisis tan generalizada y
profunda. No obstante, desde el 1969 hasta hoy han visto la luz al menos una
quincena de obras de "Teología del AT". Un interesante artículo de G. Hasel en
la prestigiosa revista Zeitschrift für Alttestamentliche Wissenschaft (93
[1981] 165-183) documenta tanto la proliferación frenética de "teologías
bíblicas" como la crisis de este ramo del saber teológico. Obviamente, la crisis
no se puede superar multiplicando frenéticamente los intentos, repitiendo surcos
ya trazados con variaciones superficiales, sino revisando el problema
metodológico [l supra, II]. Pues la raíz del problema es la cuestión del
método o de la fundamentación hermenéutica; pero la I hermenéutica es problema
filosófico-teológico. Puesto que se trata de "teología bíblica", donde el
adjetivo no es más que una determinación material del sustantivo, diría que se
le pide al biblista que sea simplemente "teólogo". Pues lo que es fundamental
para la teología bíblica es que sea verdaderamente teología. Los
principios de la teología bíblica no deben contradecir a principios de la
teología sin más.
La "crisis" de la teología bíblica, reconocida por todos y
visible en diversos niveles, requiere, pues, un repensamiento del problema del
método antes incluso que de sus contenidos. A este problema vamos a dedicar
nuestra atención. Partiremos de un análisis de los métodos practicados y hechos
valer en las obras publicadas, para dar una valoración crítica de ellos. No
intentaremos aquí una propuesta positiva nueva, sino que nos bastará con
informar sobre el problema hoy fundamental para cualquier intento de escribir
una teología bíblica: la cuestión del método.

2. MÉTODOS EN USO.
Cada "Teología del AT", entre las publicadas, propone un método más o
menos elaborado, más o menos explicitado. En las páginas que siguen intentaremos
una agrupación o esquematización en cuatro métodos principales. Se trata,
obviamente, de una clasificación que obedece a razones didácticas y que puede
que no haga perfectamente justicia a las obras a las cuales se hace referencia;
pero ello nos permite no demorarnos demasiado. Para cada uno de los "tipos"considerados
citaremos una obra "muestra". Estos cuatro modelos sirven sobre todo
para discernir las líneas de tendencia, sin pretender ser una definición
rigurosa adecuada.




a) El método descriptivo.

Es un método que define a la teología bíblica como disciplina histórica,
mientras que concibe la dogmática como disciplina sistemática. Según este
método, la teología bíblica tiene como cometido recoger con cuidado los
conceptos y los términos, las opiniones y las ideas de los autores sagrados.

1) La "Teología del A T"de E. Jacob ( Teología del
Antiguo Testamen
to, Marova

1969). El autor da esta definición de la teología
del AT: "La teología del Antiguo Testamento puede ser definida como la
exposición sistemática de las nociones religiosas específicas que se hallan en
el conjunto del Antiguo Testamento y que constituyen su unidad profunda".
Notemos: el campo de investigación es el AT; la teología es una exposición
sistemática de nociones; las nociones que son objeto de la teología bíblica son
las que constituyen la unidad profunda del AT. Se trata, como dice el autor, de
una "ciencia descriptiva". No es una historia de Israel; la piedad, las
instituciones religiosas y la ética no forman parte del ámbito específico de la
teología del AT; no es una historia de la religión de Israel. La teología del AT
"no tratará más que de Dios y de su relación con el hombre y el mundo". La
unidad profunda del AT se ve alrededor del tema de la presencia y de la acción
de Dios. Sin embargo, Jacob va mucho más allá para encontrar la unidad del AT
cuando afirma: "Una teología del Antiguo Testamento que no esté fundamentada en
ciertos versículos aislados, sino en el conjunto del AT, no puede ser sino una
cristología, porque es en Cristo donde se ha reunido y llevado a la perfección
lo que en la antigua alianza se ha manifestado. (...) Una afirmación así no
significa en absoluto que no debamos considerar el AT más que a la luz de su
cumplimiento. (...) Fuera del principio de unidad de los dos Testamentos y a
fortiori
de la unidad interna del AT mismo, no es posible hablar de una
teología del AT". Pero no se pone en práctica ningún intento de lectura unitaria
de la Biblia en clave cristológica.
Jacob afirma que se podría también hablar, en vez de
teología, de "fenomenología del AT". Admite él usar el término "teología", pero
lo entiende en "sentido amplio". La "teología en sentido estricto" es la
teología dogmática, a la cual el teólogo bíblico procura los "materiales
básicos".


2) Valoración crítica.
En
la concepción de la teología bíblica como ciencia descriptiva parece estar
subyacente la distinción entre "lo que el texto significaba", objeto de la
teología bíblica, y "lo que el texto significa", objeto de la teología
sistemática. La intencionalidad encarnada literariamente en el texto bíblico no
puede variar con los tiempos: lo que el texto "significaba" para la
comunidad creyente que lo acogió y lo ha transmitido no puede ser diverso de lo
que el texto "significa" para los creyentes de hoy.
Además, nos parece que está en juego el sentido de
teología, que no es simplemente una ciencia histórica descriptiva, sino
inteligencia de las razones lógicas de la fe bíblica, "justificación" del
sentido del texto bíblico frente a la instancia crítica. La teología no
es simple reexposición ordenada y diligente de las "teologías" contenidas en la
Biblia, sino búsqueda de comprensión crítica de las razones lógicas de las
diferentes teologías e inteligencia de su recíproco nexo o coherencia dentro del
discurso bíblico.
No logramos evitar la impresión de que la noción de
teología bíblica como disciplina puramente descriptiva e histórica tiende a
considerar la revelación como doctrina. Jacob, en efecto, define la teología del
AT como "exposición sistemática de nociones religiosas"; para él, el AT contiene
una doctrina consiguiente a una revelación divina. La teología del AT no haría
más que exponer, con orden y sistemáticamente, la doctrina difundida y esparcida
en el AT.
Está en juego el sentido de "teología", que Jacob está
incluso dispuesto a olvidar en favor de "fenomenología". Para nosotros, la
teología bíblica es la comprensión crítica del testimonio-mediación
canónico-normativa de la revelación en la Biblia. Ello supone que una teología
del AT no puede prescindir de su centro, que es Jesucristo. La "verdad" del AT
no es distinta, por incompleta y en camino que esté, de la verdad de Jesucristo,
cumplimiento del AT.



b) El método dogmático-didáctico. Hemos adoptado
esta formulación para designar un método que toma de la dogmática el esquema de
tratamiento y sigue el planteamiento de los manuales, o sea una línea didáctica.
Muchas teologías bíblicas, tanto del AT como del NT, son exposiciones
sistemáticas de las ideas de la Biblia sobre Dios, hombre, pecado y salvación.
El orden y el esquema expositivo se toman no de la Biblia misma, sino de los
manuales de teología dogmática.


1) La "Teología del AT" de M. García Cordero.

Este método lo sigue M. García Cordero (Teología de la
Biblia, Antiguo Testamento,
Madrid 1970). Para él la teología bíblica es
teología positiva, que ordena y sistematiza datos bíblicos en un conjunto
doctrinal, teniendo en cuenta tanto el proceso evolutivo ideológico ascendente
de la historia de la salvación como la unidad doctrinal de la Biblia.
El esquema de la obra de Cordero se articula en cuatro
partes: 1) las creencias: trata de Dios, de los ángeles y de la antropología; 2)
las esperanzas: trata de la espera mesiánica, del reino de Dios y de la
escatología; 3) las obligaciones religiosas y morales: trata de la moral del AT;
4) caída y rehabilitación del hombre: trata del pecado, de la conversión, del
perdón de los pecados: el esquema evoca las tres virtudes teologales (fe,
esperanza, caridad), con la adición sobre el pecado y la penitencia. La
sistematización se toma siguiendo la teología católica, no de la Biblia misma.


2) Valoración crítica.
Ya
por la brevísima alusión hecha se puede comprender que este método es
insatisfactorio, puesto que toma de la teología sistemática lo que en cambio
debería pedir a la Biblia misma. La unidad teológica del AT se da por supuesta
más bien que probarla y demostrarla; sin embargo, nos parece que la intención de
indagar sobre la coherencia lógica del pensamiento del AT está en la línea de
una correcta noción de teología bíblica. Pero, sustancialmente, Cordero, con
cuantos siguen este método, no abandona el

terreno de la teología entendida como disciplina
histórica y descriptiva, aunque toma prestados de la dogmática los esquemas de
pensamiento y el planteamiento formal del tratamiento. Esto no significa que la
teología bíblica deba operar exclusivamente con categorías bíblicas, a menos de
caer en un biblismo radical y repetitivo. Ni siquiera las "categorías" bíblicas
pueden rehuir la criba crítica del teólogo bíblico, el cual justamente mediante
esta crítica intenta encontrar la revelación, con la cual ellas no se
identifican perfectamente. Las categorías y el lenguaje bíblicos son parte del
testimonio canónico de la revelación; por eso no se los podrá dejar nunca a un
lado, sino que también sobre ellos ha de ejercerse la crítica teológica. La
teología bíblica tiene por objeto la revelación divina mediata y testimoniada
normativamente —pero de modo históricamente situado— por la Biblia; y, a su vez,
la teología bíblica está siempre históricamente situada, y por ello está siempre
abierta a revisiones.


c) El método diacrónico. Es

el método que abandona los parámetros de los conceptos
escolásticos, no para limitarse a una simple exposición de la historia de la
religión de Israel ni para seguir el proyecto irrealizable de una exacta
cronología del desarrollo de las ideas del AT. Es el método que nace del
ejercicio exegético del llamado análisis crítico-histórico de la Biblia, que ha
asumido plenamente en exégesis la categoría epocal de la historia.
1) La "Teología del AT" de G. von Rad. Se
trata de una obra que ha marcado una cesura epocal, de modo que los años de la
teología del AT se cuentan según "antes" y "después" de Von Rad; es
actualmente la obra más eminente y significativa de nuestra disciplina; para
algunos es incluso la realización de un sueño acariciado largo tiempo. En tales
elogios hay su parte de retórica encomiástica; pero ciertamente la obra de G.
von Rad Teología del AT (2 vols., Sígueme, Salamanca 19825)
es un punto de referencia ineludible.
El objeto esencial de una teología del AT es la palabra
viva de Yhwh tal como, en el mensaje de sus grandes obras, fue dirigida a
Israel. Las grandes obras de Dios descubren y transmiten un mensaje en el cual
resuena la palabra de Yhwh. Es obvio entonces que la teología bíblica tiene su
punto de partida y su centro en la acción en la cual se ha revelado Yhwh. Las
acciones históricas de Yhwh no podían captarse y expresarse sino mediante la fe
y las profesiones de fe, primero en fórmulas breves y luego en sumarios de la
historia salvífica de carácter confesional que narraban en contextos más vastos
la acción de Dios en la historia. Así Israel elaboró un conjunto de testimonios
de su fe, en los cuales narraba las acciones históricas de Yhwh.
Por tanto, para Von Rad la teología bíblica no puede
limitarse a exponer el pensamiento prescindiendo de la historia. Pero el orden
de la exposición no será el cronológico de la crítica histórica, sino la
sucesión de los acontecimientos tal como los ha visto la fe de Israel, o sea la
sucesión de los hechos y las conexiones internas que el mismo Israel ha
dispuesto. Por eso el teólogo bíblico intentará identificarse íntegramente con
la mentalidad teológica israelita, evitando reconstruir líneas ideales de
conexión y contextos sistemáticos allí donde el mismo Israel no los ha visto o
no los ha subrayado.

El cometido de una teología bíblica parece definirse por su
función puramente histórico-descriptiva, y por ello —como dice Von Rad— la forma
más legítima para tratar del AT bajo el aspecto teológico es siempre la de
repetir sus narraciones
(die
Nacherzdhlung) o
repetir adecuadamente sus testimonios.

El teólogo bíblico debe tener siempre presente, instruido
por la exégesis crítico-histórica, cuánto difieren entre sí los testimonios
aducidos por las diversas unidades literarias, de modo que no existe una
síntesis ni en la mente de los autores sagrados ni en los textos del AT. Por
consiguiente, la teología bíblica deberá renunciar a una exposición sistemática
u orgánica, porque un mundo conceptual religioso situado a posteriori en
un contexto orgánico no sería más que una abstracción, ya que jamás existió en
Israel de esa manera completa y sistemática. Además, a diferencia del NT, el AT
no tiene un centro, dado que la manifestación de Jesucristo es el verdadero fin
de la historia de Israel con Dios. Pero ese fin es "extrínseco" al AT y no se
puede tomar como criterio para la reconstrucción y la exposición de la teología
del AT. Puesto que el único principio unitario y el único elemento de
continuidad es el pueblo de Israel en su testimonio histórico de fe, la teología
bíblica no podrá sino asumir la forma de una Nacherzdhlung de los
testimonios de Israel. Semejante noción de teología bíblica supone que es
evidente que desde el principio al fin Israel parte del supuesto de la
preeminencia del "hecho" respecto al "lógos", es decir, mira preferentemente a
coordinar e interpretar teológicamente el material transmitido, dando siempre la
prioridad a la coherencia histórica más que a la lógico-teológica.
La obra de Von Rad es una teología de las tradiciones
históricas (vol. I) y proféticas (vol. II) de Israel. La expresión "teología de
las tradiciones" es usada a menudo por el mismo Von Rad para definir su empresa
teológica. Pues para él el objeto que la teología tiene como mira no es el mundo
religioso de Israel, ni sus condiciones espirituales, ni el conjunto de su fe,
sino solamente lo que el mismo Israel directamente dijo de Yhwh. Los salmos, los
libros sapienciales, los cuerpos legislativos no se han de considerar como
tradiciones; constituyen la respuesta que dio Israel a la revelación de Yhwh,
son la expresión de la situación en la que Israel se vio colocado por la
revelación.


2) Valoración crítica.
La
obra de Von Rad es grandiosa y se ha impuesto como un resultado en muchos
aspectos estimable. Sin embargo, él mismo admite que "parece que la
enojosa cuestión del enfoque de una teología del AT sigue aún abierta y que hay
que hacer y aclarar aún muchas cosas antes de poder escribir debidamente esa
teología". Además confiesa que su teología del AT no es "completa en
todos los sentidos". Estas declaraciones animan, a pesar de la mole y la
genialidad de la obra realizada, a hacer un análisis crítico de la misma.
Obviamente, nos limitamos, igual que para las otras propuestas, a alguna breve
anotación.
Ante todo, Von Rad vacila vagamente, con perplejidad,
oscuridad y reflexiones, entre kerigma e historia, sin llegar a una
reconciliación satisfactoria de los dos aspectos. De hecho, quizá sea verdad que
Von Rad ha dado la preferencia al kerigma respecto a la historia. La razón de
fondo, a mi entender, está en la no resuelta ambigüedad del concepto de
/revelación. La "verdad" de la revelación no equivale a las "verdades
reveladas" ni se identifica con la "verdad" (= realidad) de los hechos
históricos, sino que es la transparencia y la presencia de la salvación divina
en el mismo corazón de los acontecimientos históricos. Por consiguiente, la
teología bíblica, que se fija como objeto la verdad de la revelación, no se
propone como alternativa a la historia ni es sólo ciencia histórica.













En cuanto Nacherzdhlung, la teología bíblica de Von
Rad no es más que la historia de la fe vivida y proclamada por Israel,
reexposición de las teologías contenidas en la Biblia, y no teología o reflexión
sobre la Biblia. Von Rad llega incluso a comparar al teólogo bíblico con el
egiptólogo o el romanista, que estudian la historia de Egipto o de Roma. Mas
esto, en último análisis, es coherente con la noción de teología bíblica como
ciencia puramente histórico-descriptiva, que renarra las teologías contenidas en
la Biblia. Y a esa noción de teología bíblica parece corresponder coherentemente
el concepto de revelación como "doctrina revelada" que hay que volver
a proponer y a exponer. De ese modo Von Rad parece renunciar propiamente a hacer
teología, puesto que evita preguntarse por la verdad, es decir, por el sentido y
el valor, por las razones lógicas e históricas de la fe israelita. En este
sentido nos parece aceptable la severa crítica de C.A. Keller, el cual dice: "En
el fondo, el libro de Von Rad no es una teología, sino una `Einleitung'
".
Paradójicamente, Von Rad asume como "centro" de
su teología ¡la falta de un centro en el AT! En realidad, el principio de su
exposición es la tradición kerigmática en su sucesión histórica. Por eso la
teología de Von Rad tiende a presentarse como una fenomenología del pensamiento
religioso de Israel.

Finalmente, Von Rad auspicia, aunque es difícil de
imaginar, una teología de la Biblia (AT y NT juntos), observando que "es
consolador que hoy se la pida con mayor insistencia cada vez". Para que sea
consoladora, es preciso que la insistencia sea razonable y esté justificada.
Pero ¿cómo puede estar justificada si todas las premisas puestas conducen a
negar su legitimidad, dado que —como afirma Von Rad— "es preciso ate
nerse
al criterio de explicar cada texto lo más claramente posible según su ratio
interna al AT"? ¿O bien la ratio interna al AT puede coordinarse con
la ratio cristocéntrica, con lo cual es concebible y realizable el proyecto de
una teología de toda la Biblia? Es el problema de la unidad de los dos
Testamentos, que Von Rad advierte, pero que afronta sólo como apéndice de su
obra [/ luego, V].

d) El método selectivo del centro temático.
Definimos así el método que, al no aceptar el principio histórico-genético ni un
planteamiento sistemático tomado de la dogmática, busca en el mismo AT un "tema"
que sea central y permita una exposición unitaria y dinámica del pensamiento del
AT. En su raíz, también ese método es esencialmente descriptivo, porque no hace
más que presentar la "teología" contenida en el AT.

1)
La
"Teología del AT" de W. Eichrodt (Theologie des Alten Testament,

Gotinga, I, 19674;
II-I11, 19747; trad. esp., 2 vols., Cristiandad, 1975). Para Eichrodt,
la teología bíblica tiene como cometido comprender el mundo de fe
veterotestamentario en su unidad estructural e interpretar su significado más
profundo teniendo presente por un lado la religión de los países circunstantes y
por otro su relación sustancial con el NT. No basta, según el autor, el método
seguido normalmente por la ciencia veterotestamentaria, a saber: un
procedimiento de génesis histórica. Por eso hemos de intentar hacer una sección
de las categorías veterotestamentarias que permita tener una panorámica
exhaustiva y distinguir las realidades esenciales de las marginales, poniendo de
manifiesto las columnas sustentadoras y toda la estructura. Por tanto, el
análisis histórico no se considera inútil ni se descuida; incluso nos basamos en
sus resultados. Pero en lugar del análisis genético entra la síntesis
sistemática y ordenada de la fe de Israel, no según esquemas dogmáticos, sino
siguiendo la dialéctica que se filtra del mismo AT. Así pues, hay que articular
juntamente el principio histórico y el sistemático en torno al tema que permita
captar la unidad de todo el AT, a saber: la idea de alianza. No el término
berit,
que en muchos textos no está presente, sino la idea o contenido de la
alianza es el centro unificador. Para Eichrodt, el concepto de alianza en
sentido amplio compendia la conciencia básica de Israel acerca de su particular
relación con Dios. "Alianza" es, pues, más que un concepto preciso; es un
"movimiento vital".


Aunque se limita al AT, Eichrodt escribe: "Lo que a
nosotros nos interesa es una exposición de las ideas y de la fe
veterotestamentaria que tenga siempre presente que la religión del AT, con toda
su indiscutible singularidad,

sólo puede ser entendida en su esencia a
partir del cumplimiento que encuentra en Cristo". Por tanto, el contenido
central del NT reconduce al testimonio de Dios en el antiguo pacto.


2) Valoración
crítica.
La teología del AT de Eichrodt
se apoya en tres pilares: a) comprender significa reducir a unidad; b)
el AT se puede reducir a unidad encontrando un centro unificador; c) la
alianza es una categoría que unifica el AT.

Si, como lo admite el mismo Eichrodt, Jesucristo es el
único sujeto omnicomprensivo de toda la revelación divina, la teología bíblica
regional del AT no puede constituirse si no es teniendo como centro a
Jesucristo. Pero el cristocentrismo de la teología bíblica no parece en absoluto
operante en el planteamiento de Eichrodt. En efecto, sostiene él que es preciso
usar categorías bíblicas internas a la dialéctica del AT, y por este motivo
escoge la categoría de alianza, no tanto como "cifra" expresiva de la
autorrevelación de Dios en Cristo, sino solamente en el sentido
veterotestamentario. Por consiguiente, tampoco Eichrodt escapa a la concepción
de la teología como disciplina histórica y descriptiva. "Alianza" es una "supercategoría"
veterotestamentaria, supuesta por Eichrodt como idea única y unívoca, cuando en
realidad en el AT hay formas y sentidos diferentes y varios de "alianza". Por
otra parte, la revelación no es una masa enorme de verdades o doctrinas que el
teólogo simplemente ha de "reducir a unidad" ordenándolas y disponiéndolas
alrededor de una idea central. En pos de Eichrodt, una multitud de biblistas ha
propuesto otros "temas" como centro unificador del AT: el dominio de Dios (L.
Kdhler), el reino de Dios (G. Klein), la elección (H. Wildberger), Yhwh (W.
Zimmerli), el libro del Deuteronomio (S. Herrmann), el primer mandamiento (H.
Schmidt), la realeza de Yhwh (J.L. McKenzie), etcétera. Es obvio que no existe
consenso entre los estudiosos.


3. CONCLUSIÓN. En los proyectos de "Teología
bíblica" a los que se ha hecho alusión en un rápido "muestrario", ha resultado
dominante, y hasta integrante, la categoría epocal de "historia", que
se ha afirmado como horizonte imprescindible, y por tanto como la concepción
histórica de la revelación. Consiguientemente se ha impuesto, sobre todo
dependiendo del método histórico-crítico de la exégesis y debido especialmente a
G. von Rad, la exigencia de una teología bíblica que tenga en cuenta la
diferencia de época entre el AT y el NT; se ha legitimado así la elaboración de
una teología separada del AT. Y otra consecuencia: se ha asignado a la teología
bíblica una tarea histórico-descriptiva o de narración de las tradiciones
históricas, proféticas y sapienciales de Israel.










También los varios intentos de discernir un centro del AT
suponen la concepción del AT como una "historia" separada del NT, o por lo menos
un trozo de historia autónomo, que solamente luego en el giro histórico llevado
a cabo por Jesucristo ha sido asumido juntamente con la "historia"
del NT, dando así lugar a la historia de la salvación. En este sentido ha
ejercido una función hegemónica la categoría de "historia" separada de la
"teología".
Se ha afirmado también, por parte de varios autores, el
cristocentrismo de la revelación. Pero la realización de tal concepción
cristocéntrica, al menos en las teologías del AT, se ha entendido de modo
extrínseco: Jesucristo es el "término" al que tiende el AT, el cual
tendría en sí mismo su inteligibilidad intrínseca. El principio de
inteligibilidad teológica está tomado del AT.
Volvamos a las observaciones hechas al principio: la crisis
de la teología bíblica es una crisis que se refiere ante todo al método.
Mientras no se aclare esta cuestión básica, es estéril multiplicar las
tentativas de publicar obras "nuevas" de teología bíblica. La teología bíblica
no puede seguir siendo exposición o compilación de las "teologías" contenidas en
la Biblia, si bien este trabajo que compendia los resultados de la labor
exegética es un momento necesario e importante. Es preciso que sea de veras
"teología", es decir, saber auto-crítico de la fe. Puesto que la fe es hacer
propia la fe bíblica en la revelación, la teología bíblica es un momento de la
teología sin más en cuanto comprensión crítica del saber de la fe bíblica. Lo
que especifica a la teología bíblica es la referencia exclusiva a los textos
bíblicos, comprendidos a partir de la verdad de Jesucristo como punto
omnicomprensivo de la revelación, y por tanto de toda la Escritura. Esto no
significa una nivelación de AT y NT, porque el cristiano acoge el AT por Jesús,
el cual revela y funda la identidad propia del AT justamente en cuanto
"antiguo", y al mismo tiempo manifiesta e instituye el lazo orgánico del AT con
el NT. Sin embargo, nos parece legítimo hacer una "teología del AT" entendida
como delimitación o regionalización funcional, análogamente a "circunscripciones
regionales" del saber teológico, tales como la eclesiología, la cristología, la
antropología, etc. De esa manera podría tener espacio y sentido destacar la
peculiar perspectiva de cada uno de los libros o corrientes de pensamiento
dentro de la misma Biblia.







A.
Bonora








IV. TEOLOGÍA DEL NT. ORIENTACIONES ACTUALES. Para una guía breve dentro
de las teologías más recientes del NT, tomamos como criterio de calificación el
principio hermenéutico elegido por los autores al construir su teología. Pues
bien, desde este punto de vista podemos distinguir cinco metodologías diversas,
para cada una de las cuales tomamos en consideración la obra o las obras más
importantes: 1) la histórico-kerigmática; 2) la de "historia de la salvación";
3) la histórico-positiva; 4) la sistemática; 5) y, finalmente, algún intento de
una teología bíblica que comprende AT y NT.

1. LA ORIENTACIÓN
HISTÓRICO-KERIGMÁTICA. Esta primera orienta
ción
arranca de la Teología del NT de R. Bultmann [/ supra, I, 6], la
cual ha dominado hasta el punto de hacer desistir durante quince años de todo
intento ulterior. En efecto, hay que llegar de los años cincuenta a 1967, con H.
Conzelmann, para encontrar una nueva "Teología del NT". Conzelmann, discípulo de
Bultmann, intenta poner al día y en parte corregir la obra de su gran maestro.
Revaloriza los elementos históricos del mensaje del NT, abandonando como único
principio interpretativo el de la comprensión de la fe en sentido existencial,
que arrancaría todavía —según él— de un "esquema pietista". Los componentes
históricos los saca a la luz la "historia de la tradición", que recupera las
primitivas confesiones de fe cristológica y el credo. Así pues, Conzelmann
vuelve al objeto, es decir, al texto, y consiguientemente de la antropología a
la cristología. Pero semejante vuelta a la historia se queda sólo a mitad de
camino, porque no alcanza al mensaje del Jesús terreno, si bien Conzelmann
revaloriza la teología de los evangelios sinópticos utilizando los resultados de
la crítica redaccional, de la que fue uno de sus iniciadores. A diferencia de
Bultmann, hace que la teología comience con el kerigma de la comunidad
primitiva y coloca "el desarrollo de la Iglesia primitiva" no después de Juan,
como en Bultmann, sino después de Pablo y en conexión con él, sobre todo para
evitar una negativa prejuzgada sobre esta literatura epistolar.

No obstante, Conzelmann sigue dependiendo de su maestro:
por su precomprensión luterana; por el consiguiente escepticismo respecto al
Jesús histórico, que permanece aún entre las premisas de la teología, y por la
unilateralidad de la interpretación kerigmática, que entraña la desvalorización
de Hechos y Apocalipsis. Pero hay que afirmar positivamente que la elección
kerigmática le permite resolver a su modo el problema fundamental de toda
teología bíblica: unir en armonía reconstrucción e interpretación,
salvaguardando así la unidad teológica dentro de la variedad histórica. En
efecto, él encuentra la unidad hermenéutica y estructural justamente en el
kerigma. A
pesar de sus limitaciones hermenéuticas y teológicas, su intento
de unificar la teología del NT alrededor del kerigma es digno de la
máxima consideración.

2.

LA ORIENTACIÓN DE "HISTORIA DE LA
SALVACIÓN". Esta segunda

orientación hermenéutica contempla la unidad de la teología del NT no en el
kerigma,
sino sobre el fondo de "historia de la salvación". Tiene
una larga historia a sus espaldas, que se remonta a la escuela de Erlangen, y en
particular a J. Ch. K. von Hoffman (1810-1877). Los dos autores recientes más
conocidos que han elegido esta orientación son O. Cullmann y L. Goppelt. La
teología del NT como "historia de la salvación" tiene en común tres principios:
1) la Biblia, A y NT, se considera en su aspecto unitario; 2) se la interpreta
como historia de la salvación, por lo cual se coloca en primer plano la obra de
Dios en la historia, mientras que pasa a segundo plano el aspecto doctrinal; 3)
se coloca en el centro la persona de Jesús, cumplimiento de la promesa, en el
cual se concentra pasado (AT) y futuro (escatología).

Aunque O. Cullmann es el más conocido representante de esta
orientación, no ha escrito una verdadera y auténtica teología del NT, sino una
teología de la historia de la salvación (Historia de la salvación,
Barcelona 1968) con resultados interesantes a nivel hermenéutico, pero
decepcionantes en la perspectiva de una presentación global de la fe
neotestamentaria. En efecto, las tres primeras partes de la obra intentan
aclarar la terminología y establecer una confrontación crítica con otras
interpretaciones, principalmente con R. Bultmann y su escuela (pp. 13-186). Sólo
la cuarta parte profundiza el tema central con una exégesis teológica de los
cuatro momentos principales de la revelación neotestamentaria (Jesús, la Iglesia
primitiva, Pablo y Juan), mientras que la quinta propone una disposición
sugestiva para una teología fundamental (pp. 285-327). Mas, a mi entender, la
verdadera y auténtica teología de Cullmann es la cristología de sus dos obras
más importantes: Cristo y el tiempo y Cristología del NT (Estela, 1968, y
Sígueme, 19804, respectivamente).
L. Goppelt ha dejado una teología del NT "incompleta",
acabada y editada por su discípulo Roloff (Teología del NT, 2 vols.,
Brescia, 1982-83), quizá la mejor escrita hasta ahora, al menos en lo que se
refiere a la primera parte. Trazando al principio la historia de la disciplina,
él mismo se coloca en la orientación de "historia de la salvación", y
se propone unir una seria crítica histórica con un profundo esfuerzo de
comprensión del NT que permita llegar a un diálogo crítico entre la hermenéutica
histórica (J. Jeremias) y la existencial (R. Bultmann). De este modo quiere
ligar profundamente a la vez reconstrucción e interpretación en un sano
equilibrio. En el fundamento de la teología del NT está no sólo la predicación
de Jesús (Jeremias), sino toda la obra de Jesús en su significado teológico.
Pero el punto de partida de la teología del NT sigue siendo el kerigma de
la muerte y resurrección (1 Cor 15,1-5). Ese kerigma se desarrolla luego
en dos direcciones: la una hacia atrás, hacia el Jesús terreno (He 10,37-41),
fundamento histórico-teológico del kerigma, y la otra, en cambio, en
dirección a la vida de la Iglesia con la profundización de la cristología y la
soteriología del kerigma. El kerigma pascual, que consiste en la
continuación de la obra de Jesús con la resurrección, no encuentra modelo alguno
en el ambiente religioso circunstante, judío y grecorromano. Es absolutamente
único. El anuncio y la obra de salvación de Jesús son continuamente puestos en
relación por Goppelt entre sí y sobre todo con la persona de Jesús, por lo cual
la salvación tiene lugar siempre por una relación estrechamente personal con
Jesús. Precisamente basándose en esta tesis fundamental postula Goppelt la
continuación de la relación personal con Jesús también en el tiempo de la
Iglesia, hecha posible por la muerte y resurrección y por la presencia
"espiritual" consiguiente del Señor resucitado en la comunidad y en los
sacramentos. En coherencia con el principio históricohermenéutico, la estructura
de la teología del NT parte de su fundación (la obra de Jesús en su significado
teológico: desde la venida del reino a pentecostés); luego pasa a su punto
central: el kerigma como principio de la reflexión de fe sobre la obra de
Jesús, para considerar luego cómo la tradición de Jesús es recibida y
desarrollada por Pablo (Ef y las cartas pastorales no serían de Pablo) y por los
escritos pospaulinos. Pablo no es leído en clave antropológica existencial (Bultmann)
ni sobre el fondo de una "historia de la salvación" entendida en su relación con
el AT (Rom 4), como hacen Kümmel y Ridderbos, sino como desarrollo de la
tradición de Cristo en su acontecimiento salvífico, acogido e interpretado.
La gran teología del NT del americano G.E. Ladd (Grand
Rapids, 1974), aunque intenta seguirla orientación culmanniana de "historia de
la salvación", vuelve en realidad a la teología descriptiva de tipo doctrinal,
rechazando el método histórico-crítico, unido a un escaso esfuerzo de
interpretación.


3. LA ORIENTACIÓN HISTÓRICO-POSITIVA. Agrupamos
bajo este título genérico aquellas teologías del NT que siguen una exposición
histórica, fundándola en el método histórico-
crítico,
y no en el kerigma ni en una concepción unitaria de "historia de la
salvación". Por encima del método todavía no cualificante, las opciones
hermenéuticas son diversas en los varios autores que se pueden colocar en esta
orientación. Nos detenemos en los que consideramos los dos exponentes
principales: Kümmel y Jeremias.

W.G. Kümmel escribe una teología del NT según los
principales testimonios del NT: Jesús, Pablo y Juan (Teología del NT,
Brescia 1976). Aparece en primer plano una polémica intencional con Bultmann y
la escuela kerigmática, en que evita cuidadosamente la terminología de la
hermenéutica existencial, comenzando por la palabra kerigma. Se atiene
con rigor al método histórico-crítico para volver al mensaje del Jesús histórico
y a la tradición de la Iglesia primitiva. En semejante orientación, en la que se
da la preferencia a la reconstrucción crítica, el problema crucial es el de la
unidad teológica de los escritos del NT, discutida ya por Lutero: "El cometido
de una teología del NT sólo puede ser... el de hacer hablar antes de nada a cada
uno de los autores según su lenguaje, y sólo en un segundo momento preguntarse
por la unidad que de ahí puede seguirse, o también comprobar las diferencias no
conciliables". Esta unidad o centro del NT la descubre Kümmel en un tema
teológico principal, que aparece en los tres testimonios principales del NT:
"Ellos están de acuerdo en anunciar que Dios hizo comenzar en Jesucristo la
salvación prometida para el fin del mundo; que Dios en este acontecimiento de
Cristo ha venido a nuestro encuentro y que quiere encontrarnos como Padre que
intenta librarnos de la esclavitud del mundo y hacernos capaces de un amor
efectivo. Que ese centro del NT es cierto no lo puede establecer el
historiador...", sino el creyente. Así pues, la salvación presente y futura es
el verdadero centro del NT, tesis querida de Kümmel. De todos modos, se queda
uno perplejo al ver a Jesús puesto entre los testimonios principales, junto con
Pablo y Juan. Además, el afán del historiador por la reconstrucción disminuye el
interés por la verdadera y auténtica interpretación teológica.

J. Jeremias sólo tuvo ocasión de escribir la primera parte
de su teología del NT, pero para él la más importante y decisiva: La
predicación de Jesús
(Sígueme, Salamanca 19804). Lo que para
Bultmann es sólo un presupuesto histórico de la teología del NT, es en cambio
para Jeremias su centro: la predicación y el mensaje del Jesús histórico. El
principio teológico-hermenéutico que le guía se expresa en una obra poco
voluminosa:
II
problema del Gesú storico
(Brescia
1964). Evangelio de Jesús y kerigma en la Iglesia se consideran,
respectivamente, como llamada de Dios y respuesta a él: "Esta respuesta procede
siempre en doble dirección: es adoración laudativa de Dios y es testimonio ante
el mundo. La respuesta está inspirada por el Espíritu de Dios, pero no es parte
de la llamada. El elemento decisivo es la llamada, no la respuesta. El
testimonio multiforme de fe de la comunidad primitiva, de Pablo, de Juan..., se
debe medir por la predicación de Jesús. En nuestra protesta contra la
planificación de evangelio y kerigma entra el concepto de revelación.
Según el testimonio del NT, el Lógos encarnado, y sólo él, es la
revelación de Dios. La predicación de la Iglesia de los orígenes, por el
contrario, es el testimonio, inspirado por el Espíritu, de la revelación. El
testimonio de la Iglesia no es él mismo revelación" (p. 39). Jeremias parece
identificar aquí revelación y teología, cerrando además la revelación con el
Jesús terreno. Pero puede que sólo intente poner de manifiesto la importancia
fundamental de una teología del NT, pues la segunda parte (nunca realizada) se
concibe como respuesta a la predicación de Jesús y válida en cuanto respuesta
(p. 355 de la Teología del NT, 4.a ed.). El principio
teológico en el cual se funda es el de la encarnación, pero entendido de modo
más riguroso incluso que en el evangelio de Juan, en el cual Jesús preanuncia la
continuación y el cumplimiento de "su" revelación mediante el Paráclito. Es
importante tener presente el principio teológico-hermenéutico de Jeremias, que
permite comprender su gigantesco esfuerzo por aprontar un instrumento crítico
riguroso con el que poder llegar a la predicación del Jesús histórico, "porque
nada ni nadie más que el Hijo del hombre, que su palabra... pueden conferir
plenitud de autoridad a nuestra predicación" (Las parábolas de Jesús,
Verbo Divino, Estella 1976, 142). Con las debidas reservas sobre su radicalidad
teológica, hay que tener presente de todas formas la protesta de Jeremias contra
la teología kerigmática del NT.


4. LA ORIENTACIÓN SISTEMÁTICA. El que estructura
la teología del NT por grandes temas, en general se inspira en los tratados de
teología sistemática. Existe, pues, el peligro de que se pierda ya sea la
reconstrucción histórica, ya la verdadera y auténtica interpretación. Por eso es
la más problemática.


La obra reciente más significativa en esta línea es la
teología del NT del exegeta católico K.H. Schelkle, en cuatro partes y cinco
volúmenes (cuatro en la ed. española, Herder, Barcelona 1975-1978). Las grandes
temáticas son las siguientes: I. Creación: mundo, tiempo, hombre. II. Dios
estaba en Cristo, que incluye la teología trinitaria en la cristología. III.
Ethos
cristiano, organizado en 25 temas que cubren el área de la moral
fundamental y especial. IV. Consumación de la creación y de la salvación, o sea
escatología presente y futura; la comunidad de los discípulos y la

Iglesia: eclesiología
y sacramentos. Cada una de las cinco partes podría considerársela como
independiente, pues han sido publicadas en tiempos diversos y con diversas
modalidades. Una reflexión metodológica y teórica se registra sólo en el volumen
III (pp. 13-38: versión ligeramente diversa de un artículo precedente). Una
tesis teológica sirve de guía a esta obra: "La Escritura es palabra de Dios".
"Habrá que definir una teología del NT como una `palabra acerca de Dios' sobre
la base de la palabra con que Dios se revela en la nueva alianza, que incluye
asimismo la antigua alianza, y que está consignada en el libro del NT como
testimonio de esa revelación" (III, p. 14). Del hecho de ser el NT "palabra de
Dios" o "testimonio de la palabra" deriva su unidad fundamental, dentro de la
variedad de la evolución histórica y de los autores. Esa unidad no es sólo de
pensamiento, sino de "historia de la salvación" dentro del NT en su relación con
el AT. Esta búsqueda de una unidad dinámica aparece sobre todo en el volumen I.
Pero luego cada volumen tiene su principio hermenéutico de unidad: en el 1 son
la creación y el Dios creador, que superan las tensiones negativas, presentes en
el mundo, con la apertura a la redención, y por tanto a la cristología, tema del
volumen sucesivo. En el II el centro lo ocupa Cristo, en el cual encuentra
unidad la revelación histórica del Dios trino. En el III, el principio
hermenéutico del éthos cristiano es la obediencia de la fe. Más difícil
es discernirlo en los volúmenes IV y V. La unidad del conjunto es más teológica
que hermenéutica. Aunque útil como término inmediato de confrontación con la
teología dogmática, no corresponde, sin embargo, a un proyecto ideal de teología
bíblica, que en la estructura y en el principio hermenéutico debe inspirarse en
el NT y en su ambiente vital, y no en la teología posterior. Las teologías de
este género acaban siendo una "teología según la Biblia" más que una "teología
de la Biblia"; esta distinción de Wrede la ha recogido y tematizado Ebeling.




5. ANTIGUO Y NUEVO
TESTAMENTO. Para concluir, deseo aludir brevemente a los intentos de una
teología de la Biblia que comprenden A y NT.

H. Clavier, profesor calvinista de la universidad de
Estrasburgo, al término de su larga carrera, en el 1976, realizó un proyecto
acariciado desde los años de su juventud: escribir una teología bíblica del AT y
del NT siguiendo las grandes corrientes de pensamiento presentes en la Biblia:
la arcaica o mítica, la mística, la profética y la cultual. La tesis
hermenéutica, o sea, la intención, es poner de manifiesto la unidad y la
variedad del pensamiento bíblico (Les variétés de la pensée biblique et le
probléme de son unité,
Leiden 1976). La unidad es contemplada en la persona
de Jesús, cumplimiento del AT y centro del NT. La variedad, presente en las
corrientes de pensamiento que atraviesan los dos Testamentos, se exagera por una
dedicación puntillosa a una ciencia histórica positivista que es ya un sueño del
pasado a la luz de la actual conciencia hermenéutica. La teología bíblica de
Clavier es significativa sólo como testimonio de una etapa ya pasada: la
dominada por la búsqueda afanosa de la objetividad histórica mediante una
crítica elevada a dogma. Pero la precomprensión calvinista de Clavier es harto
evidente en su áspera polémica anticatólica, que está fuera de moda. Sin
embargo, plantea problemas reales sobre la unidad y la variedad del pensamiento
bíblico, aunque responde de un modo erróneo.
Más modesto, aunque más sugestivo, es el intento de
teología bíblica de S. Terrien (The Elusive Presence, Towards a New Biblical
Theology,
Nueva York - San Francisco - Londres 1978). Terrien contempla la
continuidad, y por tanto la unidad entre AT y NT, en el "Deus absconditus atque
praesens" experimentado en la fe. La descubre en las apariciones de Dios a los
patriarcas, en la teofanía del Sinaí, en la presencia de Dios en el templo, en
las visiones proféticas, en las expresiones de la presencia de Dios contenidas
en los salmos y en los libros sapienciales, en la expectativa de una epifanía de
Yhwh hasta en la presencia de Dios en la Palabra, lo mismo en el AT que en el
NT, que alcanza su culminación en el relato de la transfiguración, en la
experiencia de Pablo en el camino de Damasco y en las expresiones
neotestamentarias sobre la glorificación del nombre de Dios (el nuevo templo, el
templo del Espíritu, el templo de su cuerpo).
Como se puede ver, hay una variedad de metodologías al
componer una teología del NT. Mas en estos últimos años ha surgido una exigencia
común: la de una teología bíblica que sea verdaderamente teología de toda la
Biblia y que haga ver su unidad dinámica.



V. ¿HACIA UNA TEOLOGÍA BÍBLICA? En los años setenta
comienza una nueva orientación en la teología bíblica. Se empieza a pensar (el
primero fue Von Rad en la última parte de su Teología del AT) [/ supra,
III, Ic] que la división entre teología del AT y del NT, que se remonta, con
Gabler y Bauer, a los comienzos mismos de la disciplina [/ supra, I, 3],
ha sido un camino equivocado, por lo que es preciso emprender uncamino nuevo. A
Von Rad se asocian Schlier, Kraus, Goppelt y otros muchos. Una auténtica
teología de la Biblia debería expresar el proceso de tradición que lleva desde
el AT a los umbrales del NT; o bien debería ser una teología del NT abierta al
AT que intente unir tradiciones e interpretaciones de las tradiciones del AT y
del NT. Ante esta exigencia se han formulado tres respuestas diversas. Dado que
los estudiosos del AT están aún lejos de estar de acuerdo sobre un centro, y por
tanto sobre la unidad del AT, ese proyecto no se podrá pensar más que a partir
del NT. Las premisas teológicas las hemos recordado ya al hablar del método
[I supra,
II]: el canon bíblico único, aunque distinto, y la revelación
histórica, que tiene su cumplimiento en Cristo.
La escuela bultmanniana (Grásser, Strecker, Becker,
Schmithals, Klein), en cambio, aunque no excluye el proyecto en principio,
sostiene que no es factible. En realidad, tiende a situar dialécticamente AT y
NT: el AT como ley es superado en el NT; como historia del hombre que intenta
salvarse así mismo, es negado mediante la justificación por la fe en Cristo; las
mismas promesas del AT no se habrían cumplido. El NT respecto al AT es
superación más bien que cumplimiento. El lazo histórico del NT con el AT pasa
más bien a través de la literatura judía intertestamentaria (hay que recordar
aquí que los protestantes, siguiendo la tradición humanista, tienen para el AT
el canon breve, con lo cual excluyen del canon la literatura veterotestamentaria
más cercana al NT).
A la escuela bultmanniana se opone la escuela de Tubinga
(H. Gese y P. Stuhlmacher), la cual sostiene, en cambio, la posibilidad del
proyecto, considerando no tanto las estructuras ontológicas semejantes cuanto el
proceso de la revelación que termina en la muerte y resurrección de Cristo. En
esta concepción, el AT sería una prehistoria del NT. Se han realizado intentos
partiendo de cada uno de los temas ideológicos, como la ley, la justicia, la
redención, pero sin gran éxito.
H. Hübner, en un artículo aparecido en Kerygma und Dogma
(1981, 1-19), ha propuesto un camino más largo, pero según él más seguro:
partir de la reflexión teológica de las teologías del NT sobre el AT. Y ha
aducido dos ejemplos concretos: las citas del AT en Mateo, donde el AT es
concebido como promesa que se cumple en el NT, y el tratamiento del AT en la
carta a los Romanos de Pablo, donde éste no sólo acepta el AT como Escritura,
sino en parte también como "ley" (mientras que en la carta a los Gálatas lo
rechazaba de manera absoluta como "ley"). O. Merk, en su artículo de la
Theologische Realenzyklopadie,
de 1980, ha sugerido también el método de los
pequeños pasajes con el estudio de concepciones comunes y de temas que enlazaban
a ambos Testamentos (fidelidad de Dios, unicidad de Dios, etcétera).
Así pues, el único modo de llegar a una teología bíblica
global parece ser hacer una teología del AT partiendo del Nuevo. Tendríamos así
"una teología neotestamentaria del AT", según la feliz expresión de H. Hübner,
justificada teológicamente por el hecho de ser Cristo el cumplimiento de la
revelación histórica de Dios al hombre. En todo caso —como lo sostiene A. Bonora
en este mismo artículo— existe la posibilidad y la legitimidad de una teología
del AT independiente [/supra, III, 3].
Hace unos años nació una revista que debate el problema de
una teología bíblica: Horizons in Biblical Theology (Pittsburgh, 1979ss).
Ya es significativo que todos los exegetas, cualquiera que sea su tendencia, si
son creyentes, sientan la exigencia teológica de superar la división entre A y
NT, creada por el uso del método histórico-crítico, y que se orienten a dar la
razón al canon bíblico y a la tradición viva de la Iglesia, que ha leído siempre
el AT a la luz del Nuevo, y viceversa. Quizá sea éste el cometido que tiene ante
sí la teología bíblica actual. Sería ya un avance que en las futuras teologías
del NT hubiese al menos un capítulo que tratase la teología neotestamentaria del
AT [/ Exégesis bíblica; / Escritura].







G. Segalla






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