viernes, 31 de marzo de 2017

(279) Liturgia –15. Eucaristía, 10. Paz, fracción del pan, Cordero de Dios, Comunión (a)

(279) Liturgia –15. Eucaristía, 10. Paz, fracción del pan, Cordero de Dios, Comunión (a)















(279) Liturgia –15. Eucaristía, 10. Paz, fracción del pan, Cordero de Dios, Comunión (a)







–¿Falta mucho?
–Menos que cuando comenzamos a comentar la Misa; pero todavía un poco.
Para participar bien, interior y exteriormente, en la santa Misa conviene conocerla bien, y seguir con plena atención e intención todo lo que en la celebración eucarística se va diciendo y  haciendo. Veamos ahora lo que va del Padrenuestro a la Comunión.
–La paz
Sabemos que Cristo resucitado, cuando se aparecía a los apóstoles, les saludaba dándoles la paz: «La paz con vosotros»
(Jn 20,19.26). En realidad, la herencia que el Señor deja a sus
discípulos en la última Cena es precisamente la paz: «La paz os dejo, mi
paz os doy; pero no como la da el mundo» (14,27).



El pecado, separando al hombre de Dios, que es su
centro, divide de tal modo al hombre en partes contrapuestas, e
introduce en él tal cúmulo de ansiedades y de internas contradicciones,
que aleja irremediablemente de la vida humana la paz. Por eso, en la
Biblia la paz (salom), que implica, en cierto modo, todos los bienes,
no se espera sino como don propio del Mesías salvador. Él será
constituido «Príncipe de la paz: su soberanía será grande y traerá una
paz sin fin para el trono de David y para su reino» (Is 9,5-6). Sólo él
será capaz de devolver a la humanidad la paz perdida por el pecado (Ez
34,25; Joel 4,17ss; Am 9,9-21).
Pues bien, Jesús es el Mesías anunciado: «Él es nuestra paz»
(Ef 2,14). Cuando nace en Belén, los ángeles anuncian que Jesús trae a
la tierra «paz a los hombres amados por Dios» (Lc 2,14). En efecto,
quiso «el Dios de la paz» (Rm 15,33), en la plenitud de los tiempos,
«reconciliar por Él consigo, pacificando por la sangre de su cruz, todas
las cosas, así las de la tierra como las del cielo» (Col 2,20). De este
modo nuestro Señor Jesucristo, quitando el pecado del mundo y
comunicándonos su Espíritu, es el único que puede darnos la paz
verdadera, la que es «fruto del espíritu» (Gál 5,22) y de una
justificación por gracia (Rm 5,1): la paz que ni el mundo ni la carne
son capaces de dar, la paz perfecta, el don celeste, la paz que ninguna
vicisitud terrena será capaz de destruir en los fieles de Cristo.
El rito de la paz, previo a la comunión, es, pues, un gran momento de la eucaristía.
El ósculo de la paz ya se daba fraternalmente en la eucaristía en los
siglos II-III. El sacerdote, en una oración –que, esta vez, dirige al
mismo «Señor Jesucristo»– comienza pidiéndo a Jesús para su Iglesia «la
paz y la unidad», en una súplica extremadamente humilde: «no tengas en
cuenta nuestros pecados, sino la fe [la fidelidad] de tu Iglesia». Y a
continuación, haciendo presente al mismo Cristo resucitado, dice a los
discípulos reunidos en su nombre: «La paz del Señor esté siempre con vosotros».
Por otra parte, la comunión está ya
próxima, y no podemos unirnos a Cristo si permanecemos separados de
nuestros hermanos. De ahí la exhortación: «Daos fraternalmente la paz». De este modo, la asidua participación en la eucaristía va haciendo de los cristianos hombres de paz,
pues en la misa reciben una y otra vez la paz de Cristo, y eso les hace
cada vez más capaces de comunicar a los hermanos la paz que de Dios han
recibido. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos
serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).
La Instrucción Redemptionis sacramentum
(2004), recordando normas precedentes, advierte que «cada uno dé la paz
sobriamente, sólo a los más cercanos a él. El Sacedordote puede dar la
paz a los ministros, permaneiendo siempre dentro del presbiterio, para
no alterar la celebración. Hágase del mismo modo si, por una causa
razonable, desea dar la paz a algunos fieles» (72).
–La fracción del pan
Partir el pan en la mesa era un gesto
tradicional que correspondía al padre de familia. Es un gesto propio de
Cristo, y lo realiza varias veces estando con sus discípulos –al
multiplicar los panes, en la Cena última, con los de Emaús, ya
resucitado (Jn 6,11; Lc 24,30; 1Cor 11,23-24; Jn 21,13)–: tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dió a los discípulos.
Por eso, la antigüedad cristiana, viendo en esta acción un símbolo
profundo, dio a veces a toda la Eucaristía el nombre de «fracción del
pan». Y la liturgia ha conservado siempre este rito, durante el cual el
sacerdote parte el pan consagrado, y antes de dejar caer en el cáliz una partícula de él, dice:
«El sacerdote parte el pan e introduce
[seguidamente] una parte de la Hostia en el cáliz para significar la
unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra de la redención, a
saber, del Cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso» (OGMR 83). Lo
hace mientras dice: «El cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna».
–Cordero de Dios
A partir de los siglos VI y VII, durante
la fracción del pan –que entonces, cuando aún no había hostias pequeñas,
duraba cierto tiempo–, el pueblo recitaba o cantaba el Cordero de Dios, repitiendo varias veces ese precioso título de Cristo, que ya en el Gloria había sido proclamado.
Como ya vimos más arriba, la idea del Salvador como Cordero inmolado,
ya desde el sacrificio de Isaac, pasando por la Pascua y por el Siervo
de Yavé del que habla Isaías, está presente en la revelación divina
hasta el Apocalipsis de San Juan, que contempla en el cielo el culto
litúrgico que los ángeles y los santos ofrecen al Cordero-víctima,
esposo de la Iglesia (Ap 5,6; 6,1; 7,10-17; 12,11; 13,8; 17,14; 19,7-9;
21,22). La Misa, pues, es la Cena pascual del Cordero inmolado.
Seguidamente el sacerdote, mostrando la
hostia consagrada, dice aquello que dijo Juan Bautista cuando por
primera vez presentó a Jesús al pueblo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»
(Jn 1,29). Y añade las palabras que refiere el Apocalipsis al describir
la liturgia celeste: «una voz que sale del Trono, una voz como de gran
muchedumbre, como voz de muchas aguas, y como voz de fuertes truenos:…
“Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero”» (Ap 19,1-9).
En la liturgia eucarística: «Dichosos los invitados a la cena del Señor»
A ello responde el pueblo, recordando con
toda oportunidad las palabras del centurión romano, aquellas que
maravillaron a Cristo por su humilde y atrevida confianza: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme» (Mt 8,8-10). Seguidamente el sacerdote, o el diácono, distribuye la comunión: «El Cuerpo de Cristo». «Amén». Amén: sí, así es realmente.
De suyo, corresponde distribuir la comunión a quienes en la eucaristía re-presentan sacramentalmente a Cristo y a los apóstoles.
Es el Señor quien «tomó, partió y repartió» el Pan de vida. Y en la
multiplicación milagrosa de los panes, por ejemplo, Cristo, «alzando los
ojos al cielo, bendijo y partió los panes, y se los dió a los discípulos [los apóstoles], y éstos a la muchedumbre»
(Mt 14,19). De ahí la tradición universal de la Iglesia, y la norma
litúrgica, de que sean los ministros sagrados –y cuando sea preciso, los
fieles autorizados para ello–, quienes distribuyan la comunión
eucarística (Código 910).
–La comunión
La comunión sacramental es el encuentro
espiritual más amoroso y profundo, más cierto y santificante, que
podemos tener con Cristo en este mundo
. Es una inefable unión espiritual
con Jesucristo glorioso, y en este sentido, aunque se realice mediante
el signo expresivo del pan, no implica, por supuesto, una digestióndel
cuerpo físico del Señor –ésta sería la burda interpretación cafarnaítica–.



Es notable, en todo caso, la gran
sobriedad con que la tradición patrística e incluso los escritos de los
santos tratan de este acto santísimo de la comunión
. Y es que se trata, en el orden del amor y de la gracia, de un misterio inefable, de algo que apenas es capaz de expresar el lenguaje humano. Cristo se entrega en la comunión como alimento, como «pan vivo
bajado del cielo», que va transformando en Él a quienes lo reciben. A
éstos, que en la comunión le acogen con fe y amor, les promete
inmortalidad, abundancia de vida y resurrección futura. Más aún, les
asegura una perfecta unión vital con Él: «el que come mi carne y bebe mi
sangre permanece en mí y yo en él. Y así como yo vivo por mi Padre, así también el que me come vivirá por mí» (Jn 6,57).
Los cristianos, comulgando el cuerpo a la vez victimal y glorioso de Cristo,
se alimentan del pan de vida eterna dado con tanto amor por el Padre
celestial; participan profundamente de la pasión y resurrección de
Cristo; reafirman en sí mismos la Alianza de amor y mutua fidelidad que
les une con Dios; reciben la medicina celestial del Padre, la única que
puede sanarles de sus enfermedades espirituales; y ven acrecentada en
sus corazones la presencia y la acción del Espíritu Santo, «el Espíritu
de Jesús» (Hch 16,7).
La Eucaristía es la común-unión: es el
Sacramento de la Unidad de la Iglesia. La Iglesia hace la Eucaristía, y
la Eucaristía hace la Iglesia
: «porque el pan es uno, por eso
somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan»
(1Cor 10,17). Es la común-comunión eucarística en el Pan del cielo lo
que hace de nosotros un solo Cuerpo, el de Cristo, la Iglesia. Los que
participamos de un mismo altar, tenemos «un solo corazón y una sola
alma» (Hch 4,32), porque comemos y vivimos de un mismo Pan, y «hemos
bebido del mismo Espíritu» (1Cor 12,13).
Sólo Dios puede darnos la gracia de una disposición idónea para la excelsa comunión eucarística,
una disposición que procuramos por la oración de súplica y actualizando
en nosotros la fe y el amor. Por eso la devoción privada ha creado
muchas oraciones para antes de la comunión, y la misma liturgia
en el ordinario de la misa ofrece al sacerdote dos, procedentes del
repertorio medieval, que están dirigidas al mismo Cristo.
«El sacerdote se prepara para recibir
fructuosamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo con una oración en
secreto. Los fieles hacen lo mismo rezando en silencio»
(OGMR 84).
Las dos oraciones que el sacerdote, alternativamente, puede decir en
secreto, no se dirigen al Padre, como todas las oraciones de la Misa,
sino precisamente a Jesús: –«Señor Jesucristo, Hijo de Dios
vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste
con tu muerte la vida al mundo, líbrame por la recepción de tu Cuerpo y
de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal. Concédeme cumplir
siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti». O bien:
–«Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre no
sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad,
me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable».
–Disposiciones exteriores para la comunión
-El ayuno eucarístico, de
antiquísima tradición, exige hoy «abstenerse de tomar cualquier alimento
y bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a
excepción sólo del agua y de las medicinas» (Código 919,1).
-La Iglesia permite comulgar dos veces el mismo día, siempre que se participe en ambas misas (ib. 917).
-«Es deseable que los fieles reciban el Cuerpo del Señor de las hostias consagradas en esa misma Misa»
(OGMR 85). Cuando se comulga dentro de la misa, y además con hostias
consagradas en la misma misa, se expresa con mayor claridad que la
comunión hace participar en el sacrificio mismo de Jesucristo (cf. Catecismo 1388).
-«En los casos previstos (cf.
283), participen del cáliz, para que aún por los signos aparezca mejor
que la Comunión es una participación en el sacrificio que entonces mismo
se está celebrando» (OGMR 85). La Iglesia en Occidente, sólo por
razones prácticas, reduce la comunión bajo las dos especies a las ocasiones señaladas (Eucharisticum mysterium 32), mientras que en Oriente es la forma habitual.
-Cuando los fieles piden la comunión «con justa causa, se les debe administrar la comunión fuera de la misa» (Código 918).

La Instrucción Redemptionis Sacramentum (25-III-2004)
A estas normas generales conviene añadir
algunas observaciones que, bajo  el mandato del papa Benedicto XVI, y
con la colaboración de la Congregación de la Doctrina de la Fe, hizo en
2004 la Congregación para el Culto Divino en la Instrucción Redemptionis Sacramentum,
procurando con ella, entre otros fines, señalar «los abusos que
contribuyen a oscurecer la recta fe y la doctrina católica sobre este
admirable Sacramento».
La Instrucción atribuye estos abusos «a un falso concepto de libertad» (7), a ciertas «iniciativas ecuménicas contrarias
a la disciplina con la cual la Iglesia expresa su fe» (8), y reconoce,
«finalmente, que los abusos se fundamentan con frecuencia en la ignorancia,
ya que casi siempre se rechaza aquello de lo que no se comprende su
sentido más profundo y su antigüedad» (9). El documento pontificio, por
otra parte, reconoce que «todos los fieles cristianos gozan del derecho de celebrar una liturgia verdadera,
y especialmente en la celebración de la Santa Misa, que sea tal como la
Iglesia ha querido y establecido, como está prescrito en los libros
litúrgicos y en las otras leyes y normas». De un modo u otro, todo abuso
litúrgico viene a ser un clericalismo despótico, que impone arbitrariamente a los fieles los criterios o gustos del ministro.
Señalo a continuación algunas de las normas que la Redemptionis Sacramentum reitera y de los principales abusos que señala. La Instrucción se limita a recordar normas ya establecidas en otros documentos, a los cuales remite.
[88.] «Los fieles, habitualmente, reciban la Comunión sacramental de la Eucaristía en la misma Misa
y en el momento prescrito por el mismo rito de la celebración, esto es,
inmediatamente después de la Comunión del sacerdote celebrante. Corresponde al sacerdote celebrante distribuir la Comunión,
si es el caso, ayudado por otros sacerdotes o diáconos; y este no debe
proseguir la Misa hasta que haya terminado la Comunión de los fieles.
Sólo donde la necesidad lo requiera, los ministros extraordinarios pueden ayudar al sacerdote celebrante, según las normas del derecho.

[89.] «Para que también por los signos aparezca
mejor que la Comunión es participación en el Sacrificio que se está
celebrando, es deseable que los fieles puedan recibirla con hostias consagradas en la misma Misa.
[90.] «Los fieles comulgan de rodillas o de pie,
según lo establezca la Conferencia de Obispos, con la confirmación de la
Sede Apostólica. Cuando comulgan de pie, se recomienda hacer, antes de recibir el Sacramento, la debida reverencia, que deben establecer las mismas normas.
[91.] «En la distribución de la sagrada Comunión se debe recordar que los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes
los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea
prohibido por el derecho recibirlos. Por consiguiente, cualquier
bautizado católico, a quien el derecho no se lo prohíba, debe ser
admitido a la sagrada Comunión. Así pues, no es lícito negar la
sagrada Comunión a un fiel, por ejemplo, sólo por el hecho de querer
recibir la Eucaristía arrodillado o de pie
.
[92.] «Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca, si el que va a comulgar quiere recibirla en la mano el
Sacramento, en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya
permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe
administrar la sagrada hostia. Sin embargo, póngase especial cuidado en
que el comulgante consuma inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la mano las especies eucarísticas. Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano.
[93.] «La bandeja para la Comunión de los fieles se debe mantener, para evitar el peligro de que caiga la hostia sagrada o algún fragmento.
[94.] No está permitido que los fieles tomen la hostia consagrada ni el cáliz sagrado por sí mismos,
ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en mano. En esta
materia, además, debe suprimirse el abuso de que los esposos, en la Misa
nupcial, se administren de modo recíproco la sagrada Comunión.
[95.] «El fiel laico que ya ha recibido la santísima Eucaristía, puede recibirla otra vez el mismo día solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe.
[96.] «Se reprueba la costumbre, que es contraria
a las prescripciones de los libros litúrgicos, de que sean distribuidas
a manera de Comunión, durante la Misa o antes de ella, ya sean hostias
no consagradas ya sean otros comestibles o no comestibles» [el pan
bendito, por ejemplo, que fue costumbre en algunas regiones].
–Quejas por abusos en materia litúrgica
La Instrucción Redemptionis sacramentum
dedica al final un par de números a recordar el deber que todos los
fieles cristianos tienen de velar por la fidelidad a las normas
litúrgicas de la Iglesia, muy especialmente en las referentes a la
Eucaristía. Cuando se intenta justificar los abusos litúrgicos alegando
el espíritu del Concilio Vaticano II cometen una gran falacia, pues en
su Constitución dogmática sobre la Liturgia sagrada dispone claramente:
«Que nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por
iniciativa propia en la liturgia» (Sacrosanctum Concilium 22,3). Partiende de ese principio conciliar, la Instrucción exhorta:
[183.] «De forma muy especial, todos procuren,
según sus medios, que el santísimo sacramento de la Eucaristía sea
defendido de toda irreverencia y deformación, y todos los abusos sean
completamente corregidos. Esto, por lo tanto, es una tarea gravísima
para todos y cada uno, y, excluida toda acepción de personas, todos
están obligados a cumplir esta labor.
[184.] «Cualquier católico, sea sacerdote, sea diácono, sea fiel laico, tiene derecho a exponer una queja por un abuso litúrgico,
ante el Obispo diocesano o el Ordinario competente que se le equipara
en derecho, o ante la Sede Apostólica, en virtud del primado del Romano
Pontífice. Conviene, sin embargo, que, en cuanto sea posible, la
reclamación o queja sea expuesta primero al Obispo diocesano. Pero esto
se haga siempre con veracidad y caridad».
–Vigilancia de los Obispos y de la Santa Sede
La Instrucción, lógicamente,
confía a la autoridad apostólica de los Obispos [176-180] y de la Sede
Apostólica [181-182] el cuidado máximo de la celebración de la
Eucaristía. El Obispo, «dado que tiene la obligación de defender la
unidad de la Iglesia universal, debe promover la disciplina que es común
a toa la Iglesia, y por tanto exigir el cumplimiento de las leyes
eclesiásticas. Ha de vigilar para que no se introduzcan abusos en la
disciplina eclesiástica, especialmente acerca del ministerio de la
palabra, la celebración de los sacramentos y sacramentales, el culto de
Dios y de los Santos» [177].
«Los delitos contra la fe y también los graviora delicta
cometidos en la celebración de la Eucaristía y de los otros
Sacramentos, sean comunicados sin demora a la Congregación para la
Doctrina de la Fe, la cual examina y, en cada caso, procede a declarar o
imponer sanciones canónicas a tenor del derecho, tanto común como
propio» [179]. «El Ordinario proceda conforme a la norma de los sagrados
cánones, aplicando, cuando sea necesario, penas canónicas y recordando
de modo especial lo establecido en el canon 1326. Si se trata de hechos
graves, hágase saber a la Congregación del Culto Divino y la Disciplina
de los Sacramentos» [180].
–Sacramentos o sacrilegios
 Por lo demás, es evidente que el Obispo
no puede estar al tanto de cómo se celebran las Misas en diócesis donde a
veces son cientos las parroquias y conventos, y varios quizá los
sacerdotes que en esas comunidades celebran. Por eso parece conveniente
añadir, que, aunque la Instrucción no alude a los Secretariados diocesanos o nacionales de Liturgia, es
obvio que a éstos corresponde en una forma muy especial velar por la
fidelidad de las comunidades cristianas a la disciplina sagrada de la
Liturgia
. Por eso, allí donde los abusos litúrgicos son numerosos y persistentes, suele ser clara señal de que dichos Secretariados, Departamentos o Consejos no cumplen eficazmente con su misión. No será raro entonces que haya parroquias y comunidades en las que sean más frecuentes los sacrilegios que los sacramentos, al menos si nos atenemos al concepto de sacrilegio que da el Catecismo de la Iglesia:
2120 «El sacrilegio
consiste en profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras
acciones litúrgicas, así como las personas, las cosas y los lugares
consagrados a Dios. El sacrilegio es un pecado grave sobre todo cuando es cometido contra la Eucaristía, pues en este sacramento el Cuerpo de Cristo se nos hace presente substancialmente».
En el próximo artículo, Dios mediante, trataré la cuestión de la comunión en la boca o en la mano.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía





10 comentarios
  
Rafael
Buenas Padre



Tengo una duda, verá, en mi pueblo hay dos parroquias (es un pueblo a
dos aluras, estilo villaarriba villabajo). A la que pertenezco la
celebración se hace como manda el Misal.



Pero en la otra han nombrado un nuevo parroco que aquello es un
sacrilegio al estilo parroco de los años 70 pero desfasado en todos los
sentidos. Ya se imagina, no hay confesiones, absoluciones generales,
todos a comulgar, la celebración es una payasada,...



No es mi parroquia, pero me duele en el alma lo que sucede. Yo rezo
todos los días por este párroco para que cambie, pero claro, debo
comunicarlo al obispo. He preguntado a mi párroco, y claro, no es
nuestra parroquia y tampoco podemos empezar a ir en iglesia en iglesia
buscando celebraciones mal hechas.



Por proximidad duele, pero claro, ¿qué hacer? no es mi parroquia pero
sabiendo que no se hacen bien las cosas... Este buen párroco ya llevaba
muchos años en otras parroquias que hacia lo mismo, y nunca nadie dijo
nada (la total falta de formación). Y a mi me duele saber que Jesús está
siendo ultrajado de aquella manera. Conste que yo no he ido a ninguna
celebración avisado ya antes de como lo hacía, ya que si voy, me pongo
malo allí mismo y va a parecer que sólo he ido a buscar lío.



Mi párroco sabe perfectamente como es, y si, sabe que se hace mal. Ya
alguna vez se lo comentó pero contesta que hace bien, que es el espiritu
del Vaticano II.



Nosotros como simples fieles ¿qué hacemos?

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JMI.-No sé decirle. Hablar, callar, escribir, hacerlo al Párroco que
obra mal, al Obispo... son muchas opciones diversos, y sin conocer a
personas y circunstancias no puedo decirle qué es lo más conveniente.

Rezar, desde luego.
12/08/14 4:42 PM
  
Jorge (Chile)
Estimado Padre Iraburu:



La publicación de este artículo tiene lugar un día después de haberlo
sido la Carta Abierta de Mons. Rogelio Livieres, Obispo de Ciudad del
Este, a la Iglesia en Paraguay, en la que precisa que la verdadera
comunión se encuentra en la Eucaristía y no en los consensos
ideológicos, denunciando además la profunda desacralización que vive el
mundo y dejando constancia que la crisis actual de la Iglesia "radica
principalmente en la herida Eucarística, en la irreverencia y falta de
cuidado en el trato con Jesús Eucaristía".

Un saludo cordial.

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JMI.-Es obvio que la descristianización de naciones, de personas o de
diócesis concretas lleva consigo el abandono de la Eucaristía (la
inasistencia masiva, concretamente, a la Misa dominical, tan extendida) y
con el menosprecio de la Santa Misa, también lleva a los abusos
frecuentes en su celebración. En muchos documentos de la Santa Sede y de
Obispos se hace ese diagnóstico.



Los sacrilegios especialmente en la celebración de la Eucaristía
frecuentemente expresan y causan, al mismo tiempo, la pérdida de la fe.
12/08/14 9:51 PM
  
Alf_3
Desconocía yo que puede ser regular comulgar dos veces diarias, con tal de participar en ambas misas. ¡Qué maravilla!

Recuerdo hace muchos años, cuando en algunas fiestas se permitía
comulgar ese día temprano, luego en misa de 'gallo', y posteriormente ,
al día siguiente.

La Iglesia nos acerca al Cristo Vivo. Digna esposa del Señor.

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JMI.-Así es. Una maravilla.
13/08/14 12:45 AM
  
antonio
Muchas Gracias.Toda Nuestra Madre es una Maravilla.
15/08/14 10:19 PM
  
J
--- "no implica, por supuesto, una digestión del cuerpo físico del Señor –ésta sería la burda interpretación cafarnaítica–."



Con eso se contesta una carta de un cura austríaco renegado de hace unos
treinta años, en la que preguntaba a su obispo si comulgar el Cuerpo de
Cristo implicaba la práctica de la antropofagia de un cuerpo humano
vivo, así como la imposibilidad de seguir una dieta vegetariana.

Sí, sería la herejía cafarnaítica.



--- Encuentro a faltar dos cosas:



1. Una de ellas es saber qué han dispuesto las conferencias episcopales
de España y la Tarraconense cuando en este texto se dicen expresiones
iguales o semejantes a esta: "en los lugares donde la Conferencia de
Obispos lo haya permitido..." Según de qué se trate, habrán dispuesto una u otra cosa.



Aquí me parece que es un coladero de muchas irregularidades, porque la
norma general dispone una cosa y la rompe acto seguido remitiéndose a
las conferencias episcopales, cosa que parece bien, pero si uno
desconoce lo propio de España, entonces es muy fácil colar morcillas. Lo
que ud. considera un coladero, la Iglesia lo entiende como una
posibilidad valiosa de adaptación a lugares y tradiciones distintos.





2. Creo que recientemente ha salido un documento vaticano sobre los abusos del rito de la paz que aquí no consta. Instr. Redemptionis Sacramentum 72-73.

Hay otros muchos abusos denunciados por la SSede a los que no he aludido.



--- Dos preguntas genéricas:



1. ¿por qué no constan en las más de 50 webs episcopales españolas la
publicidad de los derechos de los fieles sobre misas, confesiones,
indulgencias, devociones, sacramentales...? No todos los documentos generales de la Iglesia son reproducidos en las "50 webs españolas episcopales". Lógico.





2. ¿por qué los ortodoxos no tienen este problema del desbarajuste universal de la misa, tal como tienen los católicos? Porque casi nada han cambiado en los últimos 1.000 años.

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JMI.-Son demasiadas preguntas.

Por brevedad, intercalo en su texto alguna respuesta mía en negrita.
17/08/14 6:10 PM
  
J.
Lo que ud. considera un coladero, la Iglesia lo entiende como una
posibilidad valiosa de adaptación a lugares y tradiciones distintos.



Me refiero a abusos.
18/08/14 1:05 AM
  
J.
No todos los documentos generales de la Iglesia son reproducidos...



Pienso que sí deberían de ser divulgadas las normas de la Conferencia
Episcopal Española que desarrollan estas peculiaridades, almenos las más
importantes, en los sitios episcopales



También deberían de ser difundidas por las parroquias, santuarios y
similares, los instrumentos de defensa espiritual, como por ejemplo:
¿tienen rosarios con el privilegio de la indulgencia plenaria para
difuntos? ¿qué días y qué prácticas específicas en su parroquia tienen
indulgencia?
18/08/14 1:15 AM
  
antonio
De un modo u otro, todo abuso litúrgico viene a ser un clericalismo
despótico, que impone arbitrariamente a los fieles los criterios o
gustos del ministro.Gracias Padre.



Un sacedote y/obispo, despótas, hablan del amor, pero practicán el odio.Son unos fariseos.Cuantos!!!!.



Misas sin patena,partículas del cuerpo del Señor, esparcidas en el piso.



Por aca sigue el caos postconciliar, concilio virtual.



Son hombres con corazón doble, como no sé si es la presencia de Dios que Usted ,cita en el alma, pero como se nota de lejós!!!!



Dios da ojos para orar, pero también para, observar.



Cuantas almas buenas,conozco, excelentes !!!, donde brilla más el amor,
la sinceridad, como estó, aleja sin dudas a muchas buenas personas de la
Fe, hablan del antitestimonio, pero ellos lo están dando.Omitieron a
nuestros hermanos muertos, en Irak, y como nos ayudan con la
corredención!!



Como dice Usted hay que orar y orar.

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JMI.-Orar y orar, efectivamente.

Y ver no sólo la paja en el ojo ajeno, sino la viga en el propio.
18/08/14 2:44 AM
  
antonio
Estimado Padre



Muchas gracias, flor de viga tengo en mis ojos,y por lo tanto en mi alma,seguiré mirando la que poseo.



Tengo a mi director, sacerdotes que me aconseján,usted es mi director en la Web.



Alabado sea Jesucristo.



Pensaré mucho y orare antes de escribir, otro comentario.
18/08/14 11:35 AM
  
antonio
Estimado padre, aprovecho,para pedir perdón, por todas, las veces que
juzgué, a mi prójimo, en este momento, y siempre en la historia de mi
vida.



Por supuesto acudiré al sacramento de la reconciliación.
18/08/14 12:01 PM
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