martes, 31 de marzo de 2015
Programación y Horarios de los Actos de Semana Santa en la Parroquia San Fernando 2015.
Son muchos los grandes acontecimientos salvificos que hoy se recuerdan.
Comunión de los enfermos: llámanos y a partir de las 11:00, confesiones.
A las 17:30, Oficios de la Cena del Señor.
A las 23:00 Hora Santa.
La capilla permanecerá abierta por la noche con turnos de vela: apúntate en la sacristía.
Viernes Santo
Es el día en que Jesús llega hasta el final, hasta aceptar su muerte.
11:15, Vía Crucis.
15:00 Coronilla de la Divina Misericordia.
17:30 Oficios de la Pasión del Señor.
Sábado. Vigilia Pascual.
Es la noche de la Resurrección.
23:00 Solemne Vigilia Pascual.
Domingo de Pascua.
Es la fiesta más importante para todos los católicos, es cuando adquiere todo sentido nuestra religión.
Santa Misa: 9:15, 10:15, 12:15, 13:15 y 19:15.
Horario y Recorrido de la Procesión del Martes Santo Cuenca 2015.
Procesión del Perdón. Martes Santo.
ITINERARIODesde la Iglesia Parroquial de El Salvador se inicia el
cortejo procesional del Perdón. La Venerable Hermandad de San Juan
Bautista realiza su salida a las 20,00 horas. Tras la Cruz alzada
aparece en el pórtico del Templo el Paso Procesional del Bautista del
escultor Marco Pérez. Tras él, y de la misma Iglesia, una de las
hermandades más antiguas de nuestra Semana Santa, sale procesionalmente
con la popular Imagen de Santa María Magdalena. La Venerable Hermandad
del Stmo. Cristo de la Luz acompaña a tan querida y entrañable
cotitular. Las calles de Solera, Peso y Andrés de Cabrera prestan su
castizo espacio a ambas cofradías que, en su ascenso hacia la Catedral,
pasan delante del Oratorio de San Felipe Neri, templo barroco en el que
está erigida la Real e Ilustre Congregación de Esclavos de Ntro. Padre
Jesús Nazareno -de Medinaceli-. Esta numerosa cofradía sale
corporativamente junto al paso del venerado Nazareno cautivo. Cierra
esta procesión, desde la Iglesia de San Andrés, la Venerable Hermandad
de María Santísima de la Esperanza. Continúa la procesión hasta llegar a
la Plaza Mayor.
Formando parte de esta procesión, y desde la
Iglesia Parroquial de San Pedro, sale a las 22,00 h para unirse al
cortejo, la Venerable Hermandad del Bautismo de Ntro. Señor Jesucristo.
Una de las más jóvenes hermandades nacida al amparo de los estudiantes
del antiguo Colegio Universitario, pone en la calle un magnífico
Misterio del Bautismo del Salvador obra del hispalense Dubé de Luque.
Tras el descanso en la Plaza Mayor el desfile procesional, ya completo,
desciende hacia la parte baja de la ciudad. Un lugar muy característico
para ver este desfile procesional es la calle San Juan, en las populares
curvas de la Audiencia y su llegada a las calles Calderón de la Barca y
Carretería por el Puente de la Trinidad. Asimismo la entrada, hacia las
2,00 horas de las Hermandades en las Iglesias de El Salvador, San
Andrés y San Felipe merece la pena ser contempladas.
Horario y Recorrido de la Procesión del Miércoles Santo de Cuenca 2015.
Procesión del Silencio. Miércoles Santo.
ITINERARIO
Se inicia este desfile procesional desde la
Iglesia Parroquial de San Esteban, a las 19,00 h. Del templo realizan su
salida procesional las Venerables Hermandades de Nuestro Padre Jesús
Orando en el Huerto y del Prendimiento. Esta procesión, cuyo común eje
cronológico se centra en los episodios de la Pasión del Redentor que
tienen lugar en Getsemaní y primeras horas de la noche, se caracteriza
también por el color blanco del capuz en todas las Cofradías excepto en
la de San Pedro Apóstol que cambia a encarnado. Ascienden ambas
Hermandades con sus Sagradas Imágenes titulares hacia la Plaza. En la
Parroquia de El Salvador se incorpora al cortejo la Venerable Hermandad
de Nuestra Señora de la Amargura con San Juan Apóstol. De gran
vistosidad es el paso de las Cofradías e Imágenes Procesionales por la
nazarena curva de Solera con la calle del Peso. Mientras estas
Hermandades continúan su ascenso, desde la Iglesia de San Pedro, en lo
más alto de la ciudad antigua, inician su incorporación al desfile
procesional tres cofradías más: las Venerables Hermandades de San Pedro
Apóstol, La Negación de San Pedro y Santísimo Ecce Homo (de San Miguel).
El discurrir de todas las Cofradías llega a simultanearse hasta
confluir en la Plaza Mayor, donde se une, para encabezar el descenso, la
Venerable Hermandad de la Santa Cena, que realiza su salida procesional
desde la Santa Iglesia Catedral Basílica.
Sobre las once de la
noche, y en perfecto orden cronológico, el cortejo vuelve, por Alfonso
VIII y Andrés de Cabrera, a San Juan y Palafox, para llegar a la parte
baja de la ciudad. Se hace imprescindible ver el desfile por las
populares Curvas de la Audiencia. Tras discurrir por la parte nueva de
la ciudad, la mayoría de las hermandades terminan su estación
penitencial en la iglesia de San Esteban y alrededores, aunque no
debería importarnos seguir a las Hermandades del Santísimo Ecce Homo (de
San Miguel) y Nuestra Señora de la Amargura a su vuelta, de madrugada,
hacia la iglesia del Salvador.
Comentario al Evangelio de hoy martes, 31 de marzo de 2015
Queridos amigos:
En
este Martes Santo, el evangelio nos ayuda a profundizar en el polo del
resentimiento, que ayer apareció insinuado. Este polo está representado
por dos personajes conocidos:Judas (Aquel a quien yo le dé este trozo de
pan untado) y, en un grado diferente, Simón Pedro (¿Con que darás tu
vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes de que me hayas
negado tres veces).
Lo que más me impresiona del relato es
comprobar que la traición se fragua en el círculo de los íntimos, de
aquellos que han tenido acceso al corazón del Maestro. Me he detenido en
estas palabras: "Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar".
Es
muy probable que los que os asomáis diariamente o de vez en cuando a
esta sección os consideréis seguidores de Jesús. La Palabra nos va
ofreciendo cada día muchas pequeñas luces para ir descubriendo diversos
aspectos del seguimiento. Hoy nos confronta con nuestras traiciones.
La
palabra “traición” es muy dura. Apenas la usamos en nuestro
vocabulario. Hemos buscado eufemismos como debilidad, error, distancia,
etc. Pero ninguna de estas palabras tiene la fuerza del término
original. Hablar de traición supone hacer referencia a una relación de
amor y fidelidad frustrada. Sólo se traiciona lo que se ama. ¿Estaremos
nosotros traicionando a Jesús a quien queremos amar?
Lo traicionamos cuando abusamos de promesas que no vienen refrendadas por nuestra vida.
Lo traicionamos cuando, en medio de nuestros intereses, no tenemos tiempo para “perderlo” gratuitamente con él.
Lo traicionamos cuando le hacemos decir cosas que son sólo proyección de nuestros deseos o mezquindades.
Lo traicionamos cuando volvemos la espalda a los “rostros difíciles” en los que él se nos manifiesta.
Lo traicionamos cuando lo convertimos en un objeto más al alcance de nuestros caprichos.
Lo traicionamos cuando damos por supuesta su amistad y no lo buscamos cada día.
Lo traicionamos cuando repetimos mucho su nombre pero no estamos dispuestos a dejarnos transformar por él.
Dejemos que este Martes Santo su mirada nos ayude a descubrir nuestras sombras.
Evangelio según San Juan
Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó
claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará".
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús.
Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere".
El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?".
Jesús
le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el
plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.
En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer".
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto.
Como
Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús
quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le
mandaba dar algo a los pobres.
Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos
míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero
yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy,
ustedes no pueden venir'.
Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?".
Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero
más adelante me seguirás".
Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti".
Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".
claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará".
Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús.
Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere".
El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?".
Jesús
le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el
plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.
En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer".
Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto.
Como
Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús
quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le
mandaba dar algo a los pobres.
Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
Hijos
míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero
yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy,
ustedes no pueden venir'.
Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?".
Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero
más adelante me seguirás".
Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti".
Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".
lunes, 30 de marzo de 2015
Horario y Recorrido de la procesión del Lunes Santo de Cuenca 2015.
Procesión Penitencial del Santísimo Cristo de la Vera Cruz. Lunes Santo.
ITINERARIO
Esta procesión es la más reciente dentro
de la Semana Santa conquense. 1996 fue el primer año en que la Hermandad
Penitencial del Stmo. Cristo de la Vera Cruz realizó salida procesional
desde el Palacio Episcopal. Desde entonces y cada Lunes Santo, se
configura una procesión resaltada por el elegante negro de los hábitos
de sus cofrades. No siendo un desfile al uso de las procesiones
penitenciales de la ciudad, nos introduce en la Semana de la Pasión de
Ntro. Señor a través de la meditación, durante el recorrido, de las
siete palabras pronunciadas por el Salvador en la Cruz. Preside la
estación la Imagen Sagrada del Stmo. Cristo de la Vera Cruz en el
momento de Su Expiración, obra esta anónima del siglo XVIII. Los cirios
de los cofrades, el incienso y el toque de una campana en la cabecera,
acompañan el solemne discurrir del Paso que, tras desfilar por las naves
catedralicias se pone en carrera oficial a las 22,30 horas, con la
meditación que, sobre la Primera Palabra, realiza el Sr. Obispo desde la
escalinata de la Catedral. La venerada imagen, iluminada por cuatro
blandones se desliza en grave silencio por la Plaza Mayor hasta llegar a
la portada del Convento de las Esclavas del Stmo. Sacramento, lugar en
donde se pronuncia la siguiente meditación. Desciende el cortejo por
Alfonso VIII con el redoblar de dos roncos tambores que marcan la marcha
del Crucificado y con los sonidos polifónicos del Coro de Cámara
“Alonso Lobo”. Se suceden así las distintas prédicas sobre las Siete
Palabras. La Tercera en las inmediaciones de la Iglesia Oratorio de San
Felipe Neri, la siguiente en la recoleta Iglesia de San Andrés donde se
hace especialmente interesante escuchar la meditación, por el clima y
ambiente que se recrea. La quinta parada tiene lugar en la Iglesia del
Salvador para luego, tras su paso por la Puerta de Valencia, abandonar
el casco histórico. Tras la sexta meditación en la elegante portada
renacentista del Convento de la Concepción Franciscana, se encierra esta
Cofradía en la modernista parroquial de San Esteban tras meditar la
Sagrada Expiración del Señor y el canto del Miserere, sobre la 1,30 h.
No hay humildad sin humillación, dijo el Papa en su homilía
En
una soleada Plaza de San Pedro, adornada para esta ocasión con
numerosos olivos y flores, el Papa Francisco presidió la Procesión y la
bendición de las Palmas y celebró la Santa Misa del Domingo de Ramos, en
coincidencia con la 30ª Jornada Mundial de la Juventud, que este año se
celebra a nivel diocesano.
Ante miles de fieles y peregrinos
procedentes de numerosos países, el Obispo de Roma afirmó en su homilía
que en el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está
la palabra escuchada precedentemente en el himno de la Carta a los
Filipenses, en que leemos que Jesús “se humilló a sí mismo”.
Palabra
que – como dijo el Papa Bergoglio – nos desvela el estilo de Dios y del
cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y
ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde.
Tras
explicar que humillarse es ante todo el estilo de Dios; porque Dios se
humilla paracaminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades,
Francisco destacó que en esta semana, la Semana Santa, que nos conduce a
la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús, puesto
que sólo así será “santa” también para nosotros.
En efecto, el
Pontífice dijo que veremos el desprecio de los jefes del pueblo y sus
engaños para acabar con él. Asistiremos a la traición de Judas, uno de
los Doce, que lo venderá por treinta monedas. Veremos al Señor apresado y
tratado como un malhechor; abandonado por sus discípulos; llevado ante
el Sanedrín, condenado a muerte, azotado y ultrajado. Escucharemos cómo
Pedro, la “roca” de los discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los
gritos de la muchedumbre, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él
lo crucifiquen. Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido con
un manto color púrpura y coronado de espinas. Y después, a lo largo de
la vía dolorosa y a los pies de la cruz, sentiremos los insultos de la
gente y de los jefes, que se ríen de su condición de Rey e Hijo de Dios.
Esta
es la vía de Dios – dijo el Papa – el camino de la humildad. Es el
camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.
Después
de recordar que el Hijo de Dios tomó la “condición de siervo”,
Francisco afirmó que “la humildad quiere decir servicio, significa dejar
espacio a Dios negándose a uno mismo, “despojándose”, como dice la
Escritura, porque ésta es la humillación más grande.
Además
destacó que hay otra vía, contraria al camino de Cristo que es la
mundanidad. La mundanidad que nos ofrece el camino de la vanidad, del
orgullo y del éxito, que el maligno también se la propuso a Jesús
durante cuarenta días en el desierto. Pero el Señor la rechazó sin
dudarlo. Y, con él, nosotros podemos vencer esta tentación, no sólo en
las grandes ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de
la vida.
De ahí que el Santo Padre haya puesto de manifiesto la
ayuda que nos da el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio
y sin hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los
demás como a un familiar enfermo, a un anciano solo o una persona con
discapacidad.
Y concluyó pidiendo que también nosotros
emprendamos con decisión este camino, movidos por el amor a nuestro
Señor y Salvador, quien nos guiará y nos dará fuerza.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
Texto y audio de la homilía del Domingo de Ramos del Papa Francisco:
En
el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está la
palabra que hemos escuchado en el himno de la Carta a los Filipenses:
“Se humilló a sí mismo” (2, 8). Lahumillación de Jesús.
Esta
palabra nos desvela el estilo de Dios y, en consecuencia, el que debe
ser del cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de
sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios
humilde.
Humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios se
humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades.
Esto se aprecia bien leyendo la historia del Éxodo: ¡Qué humillación
para el Señor oír todas aquellas murmuraciones, aquellas quejas! Estaban
dirigidas contra Moisés, pero, en el fondo, iban contra él, contra su
Padre, que los había sacado de la esclavitud y los guiaba en el camino
por el desierto hasta la tierra de la libertad.
En esta semana,
la Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, seguiremos este camino de
la humillación de Jesús. Y sólo así será “santa” también para nosotros.
Veremos
el desprecio de los jefes del pueblo y sus engaños para acabar con él.
Asistiremos a la traición de Judas, uno de los Doce, que lo venderá por
treinta monedas. Veremos al Señor apresado y tratado como un malhechor;
abandonado por sus discípulos; llevado ante el Sanedrín, condenado a
muerte, azotado y ultrajado. Escucharemos cómo Pedro, la “roca” de los
discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los gritos de la muchedumbre,
soliviantada por los jefes, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él
lo crucifiquen. Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido
con un manto color púrpura y coronado de espinas. Y después, a lo largo
de la vía dolorosa y a los pies de la cruz, sentiremos los insultos de
la gente y de los jefes, que se ríen de su condición de Rey e Hijo de
Dios.
Esta es la vía de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.
Al
recorrer hasta el final este camino, el Hijo de Dios tomó la “condición
de siervo” (Flp 2, 7). En efecto, “humildad quiere decir también
servicio, significa dejar espacio a Dios negándose a uno mismo,
“despojándose”, como dice la Escritura (v. 7). Esta – este vaciarse – es
la humillación más grande.
Hay otra vía, contraria al camino de
Cristo: la mundanidad. La mundanidad nos ofrece elcamino de la vanidad,
del orgullo, del éxito... Es la otra vía. El maligno se la propuso
también a Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero Jesús la
rechazó sin dudarlo. Y, con él, sólo con su gracia, con su ayuda,
también nosotros podemos vencer esta tentación de la vanidad, de la
mundanidad, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las
circunstancias ordinarias de la vida.
En esto, nos ayuda y nos
conforta el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin
hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los demás: un
familiar enfermo, un anciano solo, una persona con discapacidad, un sin
techo...
Pensemos también en la humillación de los que, por
mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las
consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y
hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy – hay
tantos – no reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y
ultrajes. Lo siguen por su camino. Podemos hablar en verdad de “una nube
de testigos”: los mártires de hoy (cf. Hb 12, 1).
Durante esta
Semana Santa, pongámonos también nosotros en este camino de la humildad,
con tanto amor a Él, a nuestro Señor y Salvador. El amor nos guiará y
nos dará fuerza. Y, donde está él, estaremos también nosotros
Comentario al Evangelio de hoy lunes, 30 de marzo de 2015
Queridos amigos:
El
evangelio de este Lunes Santo nos presenta una cena, que es como un
anticipo de la última cena. En ella se dan cita los amigos (Marta,
María, Lázaro) y los traidores (Judas Iscariote). Es una cena en la que
se ponen de relieve las dos actitudes básicas ante Jesús que van a estar
presentes en el drama de su proceso y de su muerte: la cercanía del
amor y la distancia del resentimiento.
Marta (la camarera),
Lázaro (el resucitado) y María (la perfumista) representan el polo del
amor. Sirven, escuchan y ungen a Jesús. Y lo hacen todo desde la
gratuidad propia de toda amistad.
Judas Iscariote (el discípulo
que lo va a entregar) representa el polo del resentimiento. Critica el
“derroche”de María mediante una racionalización que podría pasar a
cualquier manual de psicología: ¿Por qué no se ha vendido este perfume
por trescientos denarios para dárselos a los pobres?
¿Cómo
responde Jesús a cada una de estas dos actitudes? Necesitamos escrutar
cada detalle porque, en el fondo, su respuesta tiene que ver con cada
uno de nosotros.
En el caso de Marta, María y Lázaro, Jesús se
deja hacer. A lo que es gratuito se responde con la gratuidad: Déjala:
lo tenía guardado para el día de mi sepultura. Acepta ser querido,
encuentra consuelo en el hogar de Betania. Disfruta con sus amigos.
En
el caso de Judas, Jesús desenmascara la racionalización: A los pobres
los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. No se
deja engatusar por las trampas de los que parecen amigos y no son más
que funcionarios.
Estas dos actitudes son un espejo en el que nos
miramos nosotros al comienzo de una nueva Semana Santa. ¿Hacia dónde
nos inclinamos?: ¿Hacia la entrega incondicional a Jesús o hacia nuevas
racionalizaciones que encubren nuestra mediocridad?
En la cena,
además de los alimentos, hay perfume de nardo, que es un anticipo
simbólico del perfume con el que las mujeres ungirán el cuerpo de Jesús
después de su muerte. Es una perfume costoso (porque el amor no es
tacaño) y es también un perfume expansivo (porque el amor no es
cerrado): La casa se llenó de la fragancia del perfume.
Tenemos
esbozado el guión del drama que vamos a revivir durante los próximos
días. Es hora de revisar nuestros papeles. Os propongo un “test de
confianza”:
Traición y amor se cierran como un broche
en torno a ti, Jesús. María y Judas
en la cena, se son mutuo reproche:
rompe ella un frasco entre palabras mudas.
“Son trescientos denarios, ¡qué derroche!”,
él le reprocha con palabras rudas.
Junto a la luz, le traga ya la noche.
Junto al amor, ya cuelga de sus dudas.
El amor que te tuvo está marchito,
y su beso, Jesús, de muerte es sello.
María y Judas, siento en mí. Repito,
solo, el drama de dos, trágico y bello.
Y pues que soy los dos, yo necesito,
morir de amor, colgado de tu cuello.
Reflexión Espiritual: «BENDITO EL QUE VIENE, COMO REY, EN NOMBRE DEL SEÑOR»
Venid, y al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos
al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania y, por propia
voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión, para llevar a
plenitud el misterio de la salvación de los hombres. [...]
Y viene,
no como quien busca su gloria por medio de la fastuosidad y de la pompa.
No porfiará —dice—, no gritará, no voceará por las calles, sino que
será manso y humilde, y se presentará sin espectacularidad alguna.
Ea,
pues, corramos a una con quien se apresura a su pasión, e imitemos a
quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su
paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos
nosotros mismos, con la disposición más humillada de que seamos capaces y
con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene,
y así logremos captar a aquel Dios que nunca puede ser totalmente
captado por nosotros.
Evangelio según San Juan
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado.
Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María,
tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con
él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó
con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
"¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?".
Dijo
esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y,
como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en
ella.
Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.
A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre".
Entre
tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y
fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había
resucitado.
Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,
porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.
Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
María,
tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con
él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó
con la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
"¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?".
Dijo
esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y,
como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en
ella.
Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.
A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre".
Entre
tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y
fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había
resucitado.
Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,
porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.
domingo, 29 de marzo de 2015
Horario y Recorrido de la procesión del Lunes Santo de Cuenca 2015.
Procesión Penitencial del Santísimo Cristo de la Vera Cruz. Lunes Santo.
ITINERARIO
Esta procesión es la más reciente dentro de la
Semana Santa conquense. 1996 fue el primer año en que la Hermandad
Penitencial del Stmo. Cristo de la Vera Cruz realizó salida procesional
desde el Palacio Episcopal. Desde entonces y cada Lunes Santo, se
configura una procesión resaltada por el elegante negro de los hábitos
de sus cofrades. No siendo un desfile al uso de las procesiones
penitenciales de la ciudad, nos introduce en la Semana de la Pasión de
Ntro. Señor a través de la meditación, durante el recorrido, de las
siete palabras pronunciadas por el Salvador en la Cruz. Preside la
estación la Imagen Sagrada del Stmo. Cristo de la Vera Cruz en el
momento de Su Expiración, obra esta anónima del siglo XVIII. Los cirios
de los cofrades, el incienso y el toque de una campana en la cabecera,
acompañan el solemne discurrir del Paso que, tras desfilar por las naves
catedralicias se pone en carrera oficial a las 22,30 horas, con la
meditación que, sobre la Primera Palabra, realiza el Sr. Obispo desde la
escalinata de la Catedral. La venerada imagen, iluminada por cuatro
blandones se desliza en grave silencio por la Plaza Mayor hasta llegar a
la portada del Convento de las Esclavas del Stmo. Sacramento, lugar en
donde se pronuncia la siguiente meditación. Desciende el cortejo por
Alfonso VIII con el redoblar de dos roncos tambores que marcan la marcha
del Crucificado y con los sonidos polifónicos del Coro de Cámara
“Alonso Lobo”. Se suceden así las distintas prédicas sobre las Siete
Palabras. La Tercera en las inmediaciones de la Iglesia Oratorio de San
Felipe Neri, la siguiente en la recoleta Iglesia de San Andrés donde se
hace especialmente interesante escuchar la meditación, por el clima y
ambiente que se recrea. La quinta parada tiene lugar en la Iglesia del
Salvador para luego, tras su paso por la Puerta de Valencia, abandonar
el casco histórico. Tras la sexta meditación en la elegante portada
renacentista del Convento de la Concepción Franciscana, se encierra esta
Cofradía en la modernista parroquial de San Esteban tras meditar la
Sagrada Expiración del Señor y el canto del Miserere, sobre la 1,30 h.
No hay humildad sin humillación, dijo el Papa en su homilía
En una soleada Plaza de San Pedro, adornada para esta ocasión con
numerosos olivos y flores, el Papa Francisco presidió la Procesión y la
bendición de las Palmas y celebró la Santa Misa del Domingo de Ramos, en
coincidencia con la 30ª Jornada Mundial de la Juventud, que este año se
celebra a nivel diocesano.
Ante miles de fieles y peregrinos
procedentes de numerosos países, el Obispo de Roma afirmó en su homilía
que en el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está
la palabra escuchada precedentemente en el himno de la Carta a los
Filipenses, en que leemos que Jesús “se humilló a sí mismo”.
Palabra
que – como dijo el Papa Bergoglio – nos desvela el estilo de Dios y
del cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y
ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde.
Tras
explicar que humillarse es ante todo el estilo de Dios; porque Dios se
humilla paracaminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades,
Francisco destacó que en esta semana, la Semana Santa, que nos conduce a
la Pascua, seguiremos este camino de la humillación de Jesús, puesto
que sólo así será “santa” también para nosotros.
En efecto, el
Pontífice dijo que veremos el desprecio de los jefes del pueblo y sus
engaños para acabar con él. Asistiremos a la traición de Judas, uno de
los Doce, que lo venderá por treinta monedas. Veremos al Señor apresado y
tratado como un malhechor; abandonado por sus discípulos; llevado ante
el Sanedrín, condenado a muerte, azotado y ultrajado. Escucharemos cómo
Pedro, la “roca” de los discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los
gritos de la muchedumbre, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él
lo crucifiquen. Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido con
un manto color púrpura y coronado de espinas. Y después, a lo largo de
la vía dolorosa y a los pies de la cruz, sentiremos los insultos de la
gente y de los jefes, que se ríen de su condición de Rey e Hijo de Dios.
Esta
es la vía de Dios – dijo el Papa – el camino de la humildad. Es el
camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.
Después
de recordar que el Hijo de Dios tomó la “condición de siervo”,
Francisco afirmó que “la humildad quiere decir servicio, significa
dejar espacio a Dios negándose a uno mismo, “despojándose”, como dice la
Escritura, porque ésta es la humillación más grande.
Además
destacó que hay otra vía, contraria al camino de Cristo que es la
mundanidad. La mundanidad que nos ofrece el camino de la vanidad, del
orgullo y del éxito, que el maligno también se la propuso a Jesús
durante cuarenta días en el desierto. Pero el Señor la rechazó sin
dudarlo. Y, con él, nosotros podemos vencer esta tentación, no sólo en
las grandes ocasiones, sino también en las circunstancias ordinarias de
la vida.
De ahí que el Santo Padre haya puesto de manifiesto la
ayuda que nos da el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio
y sin hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los
demás como a un familiar enfermo, a un anciano solo o una persona con
discapacidad.
Y concluyó pidiendo que también nosotros
emprendamos con decisión este camino, movidos por el amor a nuestro
Señor y Salvador, quien nos guiará y nos dará fuerza.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
Texto y audio de la homilía del Domingo de Ramos del Papa Francisco:
En
el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está la
palabra que hemos escuchado en el himno de la Carta a los Filipenses:
“Se humilló a sí mismo” (2, 8). Lahumillación de Jesús.
Esta
palabra nos desvela el estilo de Dios y, en consecuencia, el que debe
ser del cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de
sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios
humilde.
Humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios se
humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades.
Esto se aprecia bien leyendo la historia del Éxodo: ¡Qué humillación
para el Señor oír todas aquellas murmuraciones, aquellas quejas! Estaban
dirigidas contra Moisés, pero, en el fondo, iban contra él, contra su
Padre, que los había sacado de la esclavitud y los guiaba en el camino
por el desierto hasta la tierra de la libertad.
En esta semana,
la Semana Santa, que nos conduce a la Pascua, seguiremos este camino de
la humillación de Jesús. Y sólo así será “santa” también para nosotros.
Veremos
el desprecio de los jefes del pueblo y sus engaños para acabar con él.
Asistiremos a la traición de Judas, uno de los Doce, que lo venderá por
treinta monedas. Veremos al Señor apresado y tratado como un malhechor;
abandonado por sus discípulos; llevado ante el Sanedrín, condenado a
muerte, azotado y ultrajado. Escucharemos cómo Pedro, la “roca” de los
discípulos, lo negará tres veces. Oiremos los gritos de la muchedumbre,
soliviantada por los jefes, pidiendo que Barrabás quede libre y que a él
lo crucifiquen. Veremos cómo los soldados se burlarán de él, vestido
con un manto color púrpura y coronado de espinas. Y después, a lo largo
de la vía dolorosa y a los pies de la cruz, sentiremos los insultos de
la gente y de los jefes, que se ríen de su condición de Rey e Hijo de
Dios.
Esta es la vía de Dios, el camino de la humildad. Es el camino de Jesús, no hay otro. Y no hay humildad sin humillación.
Al
recorrer hasta el final este camino, el Hijo de Dios tomó la “condición
de siervo” (Flp 2, 7). En efecto, “humildad quiere decir también
servicio, significa dejar espacio a Dios negándose a uno mismo,
“despojándose”, como dice la Escritura (v. 7). Esta – este vaciarse – es
la humillación más grande.
Hay otra vía, contraria al camino de
Cristo: la mundanidad. La mundanidad nos ofrece elcamino de la vanidad,
del orgullo, del éxito... Es la otra vía. El maligno se la propuso
también a Jesús durante cuarenta días en el desierto. Pero Jesús la
rechazó sin dudarlo. Y, con él, sólo con su gracia, con su ayuda,
también nosotros podemos vencer esta tentación de la vanidad, de la
mundanidad, no sólo en las grandes ocasiones, sino también en las
circunstancias ordinarias de la vida.
En esto, nos ayuda y nos
conforta el ejemplo de muchos hombres y mujeres que, en silencio y sin
hacerse ver, renuncian cada día a sí mismos para servir a los demás: un
familiar enfermo, un anciano solo, una persona con discapacidad, un sin
techo...
Pensemos también en la humillación de los que, por
mantenerse fieles al Evangelio, son discriminados y sufren las
consecuencias en su propia carne. Y pensemos en nuestros hermanos y
hermanas perseguidos por ser cristianos, los mártires de hoy – hay
tantos – no reniegan de Jesús y soportan con dignidad insultos y
ultrajes. Lo siguen por su camino. Podemos hablar en verdad de “una nube
de testigos”: los mártires de hoy (cf. Hb 12, 1).
Durante esta
Semana Santa, pongámonos también nosotros en este camino de la humildad,
con tanto amor a Él, a nuestro Señor y Salvador. El amor nos guiará y
nos dará fuerza. Y, donde está él, estaremos también nosotros
Horario y Recorrido de la Procesión de la Borriquilla de Cuenca 2015.
Procesión del Hosanna. Domingo de Ramos.
Venerable Hermandad de Jesús Entrando en Jerusalén y Nuestra Señora de la Esperanza
ITINERARIO
La primera de las procesiones de Semana Santa inicia a las 9:30 horas
desde la antigua Iglesia de San Andrés, presidida por la Vble. Hdad. de
Jesús Entrando en Jerusalén y Ntra. Sra. De la Esperanza. Desciende por
las calles del Peso, Solera, Plaza del Salvador y Alonso de Ojeda
llegando hasta la Puerta de Valencia donde, a la altura del Convento de
las RR.MM. Concepcionistas Franciscanas, la Escolanía de la Soledad de
San Agustín interpreta sendos motetes a los dos pasos que componen el
cortejo procesional. Continua en la parte baja de la ciudad por las
calles de Las Torres, Carretería y Calderón de la Barca, hasta llegar al
puente de la Trinidad donde inicia su ascenso hacia el Casco Antiguo de
la ciudad.
Hacia las 12'30 horas llegara a la altura de la iglesia San Felipe Neri,
donde se procederá a la bendición de las palmas y ramos por el obispo
de la diócesis de Cuenca.
Tras incorporarse al cortejo el Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo, Ilmo.
Cabildo Catedralicio y la Excma. Corporación Municipal, asciende por
Alfonso VIII hasta llegar a la Plaza Mayor donde hace entrada la
Hermandad en la Santa Iglesia Catedral Basílica. Posteriormente se
celebrará en el mismo templo Misa Estacional presidida por el Prelado de
la Diócesis.
Programación y Horarios de los Actos de Semana Santa en la Parroquia San Fernando 2015.
Domingo de Ramos.
La Semana Santa comienza con el domingo de Ramos de la Pasión del Señor.
9:15: bendición de Ramos.
Santa Misa: 9:15, 10:15, 12:15, 13:15 y 19:15.
Jueves Santo.
Son muchos los grandes acontecimientos salvificos que hoy se recuerdan.
Comunión de los enfermos: llámanos y a partir de las 11:00, confesiones.
A las 17:30, Oficios de la Cena del Señor.
A las 23:00 Hora Santa.
La capilla permanecerá abierta por la noche con turnos de vela: apúntate en la sacristía.
Viernes Santo
Es el día en que Jesús llega hasta el final, hasta aceptar su muerte.
11:15, Vía Crucis.
15:00 Coronilla de la Divina Misericordia.
17:30 Oficios de la Pasión del Señor.
Sábado. Vigilia Pascual.
Es la noche de la Resurrección.
23:00 Solemne Vigilia Pascual.
Domingo de Pascua.
Es la fiesta más importante para todos los católicos, es cuando adquiere todo sentido nuestra religión.
Santa Misa: 9:15, 10:15, 12:15, 13:15 y 19:15.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (15,1-39):
C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los
escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a jesús, lo
llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. «¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por
la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la
cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un
homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de
costumbre. Pilato les contestó:
S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por
envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que
pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les
preguntó:
S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?»
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a
Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los
soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y
reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una
corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el
saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las
rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la
púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno
que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de
Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al
Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino
con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus
ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era
media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación
estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos
bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la
Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que pasaban
lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías,
el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.»
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar
el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a
la media tarde, jesús clamó con voz potente:
+ «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní.»
C. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. «Mira, está llamando a Elías.»
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó
en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo
había expirado, dijo:
S. «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»
escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a jesús, lo
llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. «¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por
la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la
cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un
homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de
costumbre. Pilato les contestó:
S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por
envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que
pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les
preguntó:
S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?»
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. «¡Crucifícalo!»
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a
Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los
soldados se lo llevaron al interior del palacio –al pretorio– y
reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una
corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el
saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las
rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la
púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno
que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de
Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al
Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino
con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus
ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era
media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación
estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos
bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la
Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que pasaban
lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:
S. «A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías,
el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.»
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar
el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a
la media tarde, jesús clamó con voz potente:
+ «Eloí, Eloí, lamá sabaktaní.»
C. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. «Mira, está llamando a Elías.»
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:
S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó
en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo
había expirado, dijo:
S. «Realmente este hombre era Hijo de Dios.»
Hoy Celebramos el Domingo de Ramos.
1. El Día de Ramos es simbólicamente la “puerta de entrada” en la que
los cristianos se preparan para entrar en la Semana Santa y, por tanto,
para dirigirse a la Pascua. Todavía hoy, como en tiempos de Jesús, la
bendición de las palmas atrae a multitudes.
Cada año, el Evangelio de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén le
da todo su sentido a la bendición de las palmas. Revivimos los momentos
en los que la multitud acoge a Jesús en la ciudad de David, “ciudad
símbolo de la humanidad” (Juan Pablo II), como un rey, como el Mesías
esperado desde hacía varios siglos. Aclaman a Jesús a las voces “Bendito
el que viene en nombre del Señor” y “Hosanna” (en hebreo, esto
significa literalmente “¡Salva, pues!”, y se ha convertido en una
exclamación de triunfo pero también de alegría y de confianza).
Jesús es un Rey pero un Rey de paz, de humildad y de amor. Sobre un
asno, una montura modesta, un animal de carga, el Señor se presenta a la
multitud. Zacarías había anunciado (9,9): “He aquí que viene a ti tu
rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino,
cría de asna”.
La gente tendía sus mantos a su paso, lo cubría de palmas, como relata
Mateo en su Evangelio: “La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por
el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el
camino” (Mt 21,8).
Todavía hoy, la bendición de las palmas atrae a multitudes, con un
público a veces poco habitual seducido por estas palmas y ramas de olivo
(o de boj, o de laurel, según los países) que se pueden conservar en
casa hasta el año siguiente. Símbolo de vida y de resurrección, el ramo
es portador de bien, más que de buena suerte. Se coloca en las casas o
adorna los crucifijos: hace entrar a Jesús resucitado en nuestras casas.
Estos ramos que se toman en las manos para aclamar la cruz de Cristo se
colocan también a veces sobre las tumbas y entonces adquieren un
significado funerario. No es sólo para honrar la memoria de un ser
querido, sino también para manifestar la propia esperanza de ver renovar
y florecer la propia fe en la resurrección de Jesucristo, y en la de
nuestros muertos.
Normalmente, las parroquias organizan una procesión tras la bendición de
los ramos, antes de la misa. En las grandes ciudades, la asamblea puede
reunir hasta varios miles de personas, como en Notre-Dame de París,
donde el rito de la apertura de las puertas de la catedral siempre es
impresionante. Los fieles entran después en la iglesia, detrás del
sacerdote, lo cual significa que acompañan a Cristo Rey hacia su pasión.
2. Diversos testimonios revelan que Jerusalén ya celebraba en el siglo
IV la entrada triunfal de Jesús en la ciudad. Una peregrina llamada
Egeria, que recorrió Tierra Santa en el año 380, da testimonio de ello
en un manuscrito hallado en 1884. Desde Jerusalén, la procesión se
extiende al mundo entero…
Egeria, o Eteria, nos describe la procesión que, del Monte de los Olivos
al Santo Sepulcro, celebra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén:
“Y ya, cuando comienza a ser la hora undécima (17h), se lee aquel pasaje
del Evangelio, cuando los niños con ramos y palmas salieron al
encuentro del Señor diciendo: “Bendito el que viene en el nombre del
Señor”. A continuación se levanta el obispo y todo el pueblo, se va a
pie desde lo alto del Monte de los Olivos, marchando delante con himnos y
antífonas, respondiendo siempre: “Bendito el que viene en el nombre del
Señor”.
En su testimonio, Egeria insiste en la gran participación de niños en
esta procesión: “Todos los niños que hay por aquellos lugares, incluso
los que no saben andar por su corta edad, van sobre los hombros de sus
padres, llevando ramos, unos de palmas, y otros, ramas de olivo”.
los cristianos se preparan para entrar en la Semana Santa y, por tanto,
para dirigirse a la Pascua. Todavía hoy, como en tiempos de Jesús, la
bendición de las palmas atrae a multitudes.
Cada año, el Evangelio de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén le
da todo su sentido a la bendición de las palmas. Revivimos los momentos
en los que la multitud acoge a Jesús en la ciudad de David, “ciudad
símbolo de la humanidad” (Juan Pablo II), como un rey, como el Mesías
esperado desde hacía varios siglos. Aclaman a Jesús a las voces “Bendito
el que viene en nombre del Señor” y “Hosanna” (en hebreo, esto
significa literalmente “¡Salva, pues!”, y se ha convertido en una
exclamación de triunfo pero también de alegría y de confianza).
Jesús es un Rey pero un Rey de paz, de humildad y de amor. Sobre un
asno, una montura modesta, un animal de carga, el Señor se presenta a la
multitud. Zacarías había anunciado (9,9): “He aquí que viene a ti tu
rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino,
cría de asna”.
La gente tendía sus mantos a su paso, lo cubría de palmas, como relata
Mateo en su Evangelio: “La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por
el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el
camino” (Mt 21,8).
Todavía hoy, la bendición de las palmas atrae a multitudes, con un
público a veces poco habitual seducido por estas palmas y ramas de olivo
(o de boj, o de laurel, según los países) que se pueden conservar en
casa hasta el año siguiente. Símbolo de vida y de resurrección, el ramo
es portador de bien, más que de buena suerte. Se coloca en las casas o
adorna los crucifijos: hace entrar a Jesús resucitado en nuestras casas.
Estos ramos que se toman en las manos para aclamar la cruz de Cristo se
colocan también a veces sobre las tumbas y entonces adquieren un
significado funerario. No es sólo para honrar la memoria de un ser
querido, sino también para manifestar la propia esperanza de ver renovar
y florecer la propia fe en la resurrección de Jesucristo, y en la de
nuestros muertos.
Normalmente, las parroquias organizan una procesión tras la bendición de
los ramos, antes de la misa. En las grandes ciudades, la asamblea puede
reunir hasta varios miles de personas, como en Notre-Dame de París,
donde el rito de la apertura de las puertas de la catedral siempre es
impresionante. Los fieles entran después en la iglesia, detrás del
sacerdote, lo cual significa que acompañan a Cristo Rey hacia su pasión.
2. Diversos testimonios revelan que Jerusalén ya celebraba en el siglo
IV la entrada triunfal de Jesús en la ciudad. Una peregrina llamada
Egeria, que recorrió Tierra Santa en el año 380, da testimonio de ello
en un manuscrito hallado en 1884. Desde Jerusalén, la procesión se
extiende al mundo entero…
Egeria, o Eteria, nos describe la procesión que, del Monte de los Olivos
al Santo Sepulcro, celebra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén:
“Y ya, cuando comienza a ser la hora undécima (17h), se lee aquel pasaje
del Evangelio, cuando los niños con ramos y palmas salieron al
encuentro del Señor diciendo: “Bendito el que viene en el nombre del
Señor”. A continuación se levanta el obispo y todo el pueblo, se va a
pie desde lo alto del Monte de los Olivos, marchando delante con himnos y
antífonas, respondiendo siempre: “Bendito el que viene en el nombre del
Señor”.
En su testimonio, Egeria insiste en la gran participación de niños en
esta procesión: “Todos los niños que hay por aquellos lugares, incluso
los que no saben andar por su corta edad, van sobre los hombros de sus
padres, llevando ramos, unos de palmas, y otros, ramas de olivo”.
sábado, 28 de marzo de 2015
Evangelio según San Juan
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.
Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos.
Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación".
Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada.
¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?".
No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación,
y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos.
A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús.
Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a
una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí
permaneció con sus discípulos.
Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse.
Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?".
Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno
conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para
detenerlo.
Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: "¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos.
Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación".
Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: "Ustedes no comprenden nada.
¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?".
No dijo eso por sí mismo, sino que profetizó como Sumo Sacerdote que Jesús iba a morir por la nación,
y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos.
A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús.
Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a
una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí
permaneció con sus discípulos.
Como se acercaba la Pascua de los judíos, mucha gente de la región había subido a Jerusalén para purificarse.
Buscaban a Jesús y se decían unos a otros en el Templo: "¿Qué les parece, vendrá a la fiesta o no?".
Los sumos sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno
conocía el lugar donde él se encontraba, lo hiciera saber para
detenerlo.
Mañana Retransmitiremos en Directo la Misa del Papa Francisco del Domingo de Ramos de 2015.
Mañana desde las 9 de la mañana, conectaremos con la señal del vaticano
para la celebración de la Misa del Domingo de Ramos por el Papa
Francisco.
para la celebración de la Misa del Domingo de Ramos por el Papa
Francisco.
Esta Tarde Retransmitiremos en Directo las Procesiones del Sábado de Pasión de Sevilla 2015.
Desde esta tarde les llevaremos por internet las procesiones del Sábado de Pasión de Sevilla 2015.
viernes, 27 de marzo de 2015
Mañana a las 9:30 Retransmitiremos el Traslado del Cautivo de Málaga 2015
Gracias a la Señal de Canal Sur, mañana podremos retransmitir en Directo el Traslado del Cautivo de Málaga.
Meditaciones del Vía Crucis para el Viernes de Dolores.
INTRODUCCIÓN
«El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe
que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que
se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar
la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron”» (Jn19,35-37).
que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que
se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar
la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron”» (Jn19,35-37).
Dulce Jesús,
subiste al Gólgota sin hesitar, como gesto de amor,
y te dejaste crucificar sin lamento.
Humilde hijo de María,
cargaste con nuestra noche
para mostrarnos con cuánta luz
querías henchir nuestro corazón.
En tu dolor, reside nuestra redención,
en tus lágrimas, se bosqueja la «hora»
en la que se desvela el amor gratuito de Dios.
Siete veces perdonados
en tus últimos suspiros de hombre entre los hombres,
nos devuelves a todos al corazón del Padre,
para indicarnos en tus últimas palabras
la vía redentora para todo nuestro dolor.
Tú, el plenamente encarnado, te anonadas en la cruz,
solamente comprendido por Ella, la Madre,
que permanecía fielmente al pie de aquel patíbulo.
Tu sed es fuente de esperanza siempre encendida,
mano tendida incluso para el malhechor arrepentido,
que hoy, gracias a ti, dulce Jesús, entra en el paraíso.
Concédenos a todos nosotros, Señor Jesús crucificado,
tu infinita misericordia,
perfume de Betania en el mundo,
gemido de vida para la humanidad.
Y, confiados finalmente en las manos de tu Padre,
ábrenos la puerta de la vida que nunca muere. Amén.
PRIMERA ESTACIÓN
Jesús condenado a muerte
El dedo acusador
«Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús.
Pero ellos seguían gritando: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. Por tercera
vez les dijo: “Pues, ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él
ninguna culpa que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y
lo soltaré”. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo
crucificara; e iba creciendo su griterío. Pilato entonces sentenció que
se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había
metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a
su voluntad» (Lc 23,20-25).
Pero ellos seguían gritando: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. Por tercera
vez les dijo: “Pues, ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él
ninguna culpa que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y
lo soltaré”. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo
crucificara; e iba creciendo su griterío. Pilato entonces sentenció que
se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había
metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a
su voluntad» (Lc 23,20-25).
Un Pilato atemorizado que no busca la verdad, el dedo acusador y el
creciente clamor de la multitud, son los primeros pasos de la muerte de
Jesús. Inocente como un cordero cuya sangre salva a su pueblo. Ese
Jesús, que ha pasado entre nosotros curando y bendiciendo, es condenado
ahora a la pena capital. Ninguna palabra de gratitud por parte del
gentío que, en cambio, elige a Barrabás. Para Pilato, se convierte en un
caso embarazoso. Lo entrega a la muchedumbre y se lava las manos,
enteramente apegado a su poder. Lo entrega para que sea crucificado. No
quiere saber nada de él. Para él, el caso está cerrado.
creciente clamor de la multitud, son los primeros pasos de la muerte de
Jesús. Inocente como un cordero cuya sangre salva a su pueblo. Ese
Jesús, que ha pasado entre nosotros curando y bendiciendo, es condenado
ahora a la pena capital. Ninguna palabra de gratitud por parte del
gentío que, en cambio, elige a Barrabás. Para Pilato, se convierte en un
caso embarazoso. Lo entrega a la muchedumbre y se lava las manos,
enteramente apegado a su poder. Lo entrega para que sea crucificado. No
quiere saber nada de él. Para él, el caso está cerrado.
La condena apresurada de Jesús acoge así las acusaciones fáciles, los
juicios superficiales entre la gente, las insinuaciones y prejuicios,
que cierran el corazón y se convierten en cultura racista, de exclusión y
descarte, con cartas anónimas y horribles calumnias. Si acusados, se
salta inmediatamente en primera página; si absueltos, se termina en la
última.
juicios superficiales entre la gente, las insinuaciones y prejuicios,
que cierran el corazón y se convierten en cultura racista, de exclusión y
descarte, con cartas anónimas y horribles calumnias. Si acusados, se
salta inmediatamente en primera página; si absueltos, se termina en la
última.
¿Y nosotros? ¿Sabremos tener una conciencia recta y responsable,
transparente, que nunca dé la espalda al inocente, sino que luche con
valor en favor de los débiles, resistiéndose a la injusticia y
defendiendo por doquier la verdad ultrajada?
transparente, que nunca dé la espalda al inocente, sino que luche con
valor en favor de los débiles, resistiéndose a la injusticia y
defendiendo por doquier la verdad ultrajada?
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ORACIÓN
Señor Jesús,
hay manos que amparan y hay manos que firman sentencias injustas.
Haz que, ayudados por tu gracia, no descartemos a nadie.
Defiéndenos de la calumnia y la mentira.
Ayúdanos a buscar siempre la verdad,
y a estar siempre de parte de los débiles.
Y concede tu luz a quien, por misión, debe juzgar en el tribunal,
para que emita siempre sentencias justas y verdaderas. Amén.
SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús con la cruz a cuestas
El pesado madero de la crisis
«Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos
al pecado, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados.
Pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al
pastor y guardián de vuestras almas» (1 P 2,24-25).
al pecado, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados.
Pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al
pastor y guardián de vuestras almas» (1 P 2,24-25).
Pesa el madero de la cruz, porque, en él, Jesús lleva consigo todos
nuestros pecados. Se tambalea bajo este peso, demasiado grande para un
solo hombre (cf. Jn 19,17).
nuestros pecados. Se tambalea bajo este peso, demasiado grande para un
solo hombre (cf. Jn 19,17).
Es también el peso de todas las injusticias que ha causado la crisis
económica, con sus graves consecuencias sociales: precariedad,
desempleo, despidos; un dinero que gobierna en lugar de servir, la
especulación financiera, el suicidio de empresarios, la corrupción y la
usura, las empresas que abandonan el propio país.
económica, con sus graves consecuencias sociales: precariedad,
desempleo, despidos; un dinero que gobierna en lugar de servir, la
especulación financiera, el suicidio de empresarios, la corrupción y la
usura, las empresas que abandonan el propio país.
Esta es la pesada cruz del mundo del trabajo, la injusticia en la
espalda de los trabajadores. Jesús la carga sobre sus hombros y nos
enseña a no vivir más en la injusticia, sino a ser capaces, con su
ayuda, de crear puentes de solidaridad y esperanza, para no ser ovejas
errantes ni extraviadas en esta crisis.
espalda de los trabajadores. Jesús la carga sobre sus hombros y nos
enseña a no vivir más en la injusticia, sino a ser capaces, con su
ayuda, de crear puentes de solidaridad y esperanza, para no ser ovejas
errantes ni extraviadas en esta crisis.
Volvamos, pues, a Cristo, pastor y guardián de nuestras almas. Luchemos
juntos por el trabajo en reciprocidad, superando el miedo y el
aislamiento, recuperando la estima por la política y tratando de
solventar juntos los problemas.
juntos por el trabajo en reciprocidad, superando el miedo y el
aislamiento, recuperando la estima por la política y tratando de
solventar juntos los problemas.
La cruz, entonces, se hará más ligera, si la llevamos con Jesús y la
levantamos todos juntos, porque con sus heridas – resquicios de luz –
hemos sido curados.
levantamos todos juntos, porque con sus heridas – resquicios de luz –
hemos sido curados.
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ORACIÓN
Señor Jesús,
cada vez se hace más densa nuestra noche.
La pobreza se torna miseria.
No tenemos pan para los hijos y nuestras redes están vacías.
Nuestro futuro es incierto. Vela por el trabajo que falta.
Despierta en nosotros el celo por la justicia,
para que no arrastremos la vida,
sino que la llevemos con dignidad. Amén.
TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae por primera vez
La fragilidad que se abre a la acogida
«Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros
lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado
por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro
castigo saludable cayó sobre él» (Is 53,4-5).
lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado
por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro
castigo saludable cayó sobre él» (Is 53,4-5).
Es un Jesús frágil, muy humano, el que contemplamos con asombro en esta
estación de gran dolor. Pero es precisamente esta caída en tierra lo que
revela aún más su inmenso amor. Está acorralado por el gentío, aturdido
por los gritos de los soldados, cubierto por las llagas de la
flagelación, lleno de amargura interior por la inmensa ingratitud
humana. Y cae. Cae por tierra.
estación de gran dolor. Pero es precisamente esta caída en tierra lo que
revela aún más su inmenso amor. Está acorralado por el gentío, aturdido
por los gritos de los soldados, cubierto por las llagas de la
flagelación, lleno de amargura interior por la inmensa ingratitud
humana. Y cae. Cae por tierra.
Pero en esta caída, en este ceder al peso y la fatiga, Jesús vuelve a
ser una vez más maestro de vida. Nos enseña a aceptar nuestras
fragilidades, a no desanimarnos por nuestros fallos, a reconocer con
lealtad nuestras limitaciones: «El deseo del bien está a mi alcance –
dice san Pablo – pero no el realizarlo» (Rm 7,18).
ser una vez más maestro de vida. Nos enseña a aceptar nuestras
fragilidades, a no desanimarnos por nuestros fallos, a reconocer con
lealtad nuestras limitaciones: «El deseo del bien está a mi alcance –
dice san Pablo – pero no el realizarlo» (Rm 7,18).
Con esta fuerza interior que viene del Padre, Jesús también nos ayuda a
aceptar las debilidades de los demás; a no indignarnos con quien ha
caído, a no ser indiferentes con quien cae. Y nos da la fuerza para no
cerrar la puerta a quien llama a nuestra casa pidiendo asilo, dignidad y
patria. Conscientes de nuestra fragilidad, acogeremos entre nosotros la
fragilidad de los emigrantes, para que encuentren seguridad y
esperanza.
aceptar las debilidades de los demás; a no indignarnos con quien ha
caído, a no ser indiferentes con quien cae. Y nos da la fuerza para no
cerrar la puerta a quien llama a nuestra casa pidiendo asilo, dignidad y
patria. Conscientes de nuestra fragilidad, acogeremos entre nosotros la
fragilidad de los emigrantes, para que encuentren seguridad y
esperanza.
En efecto, en el agua sucia del cántaro del Cenáculo, es decir, en
nuestra fragilidad, es donde se refleja el verdadero rostro de nuestro
Dios. Por eso, «todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne,
es de Dios» (1 Jn 4,2).
nuestra fragilidad, es donde se refleja el verdadero rostro de nuestro
Dios. Por eso, «todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne,
es de Dios» (1 Jn 4,2).
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ORACIÓN
Señor Jesús,
que te has humillado para rescatar nuestra debilidad,
haznos capaces de entrar en una verdadera comunión
con nuestros hermanos más pobres.
Arranca de nuestro corazón toda raíz de miedo y cómoda indiferencia,
que nos impide reconocerte en los emigrantes,
para dar testimonio de que tu Iglesia no tiene fronteras,
sino que es verdadera madre de todos. Amén.
CUARTA ESTACIÓN
Jesús se encuentra con la Madre
Lágrimas solidarias
«Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: “Mira, este ha sido
puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un
signo de contradicción: así quedará clara la actitud de muchos
corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2,34-35).
«Llorad con los que lloran. Tened la misma consideración y trato unos
con otros» (Rm12,15-16).
puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un
signo de contradicción: así quedará clara la actitud de muchos
corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma» (Lc 2,34-35).
«Llorad con los que lloran. Tened la misma consideración y trato unos
con otros» (Rm12,15-16).
Este encuentro de Jesús con María, su madre, está cargado de emoción, de
lágrimas amargas. En él se expresa la fuerza invencible del amor
materno, que supera todo obstáculo y sabe abrir caminos. Pero impresiona
aún más la mirada solidaria de María, que comparte e infunde fuerza al
Hijo. Nuestro corazón se llena así de asombro al contemplar la grandeza
de María, precisamente en su hacerse, ella misma criatura, «prójimo»
para con su Dios y su Señor.
lágrimas amargas. En él se expresa la fuerza invencible del amor
materno, que supera todo obstáculo y sabe abrir caminos. Pero impresiona
aún más la mirada solidaria de María, que comparte e infunde fuerza al
Hijo. Nuestro corazón se llena así de asombro al contemplar la grandeza
de María, precisamente en su hacerse, ella misma criatura, «prójimo»
para con su Dios y su Señor.
Ella recoge las lágrimas de todas las madres por sus hijos lejanos, por
los jóvenes condenados a muerte, asesinados o enviados a la guerra,
especialmente por los niños soldados. En ellas escuchamos el lamento
desgarrador de las madres por sus hijos, moribundos a causa de tumores
producidos por la quema de residuos tóxicos.
los jóvenes condenados a muerte, asesinados o enviados a la guerra,
especialmente por los niños soldados. En ellas escuchamos el lamento
desgarrador de las madres por sus hijos, moribundos a causa de tumores
producidos por la quema de residuos tóxicos.
¡Qué lágrimas tan amargas! ¡Solidaridad en compartir la ruina de los
hijos! Madres que velan en la noche, con las luces encendidas, temblando
por los jóvenes abrumados por la inseguridad o en las garras de la
droga y el alcohol, especialmente las noches del sábado.
hijos! Madres que velan en la noche, con las luces encendidas, temblando
por los jóvenes abrumados por la inseguridad o en las garras de la
droga y el alcohol, especialmente las noches del sábado.
Junto a María, nunca seremos un pueblo huérfano. Nunca olvidados. Como a
san Juan Diego, María también nos ofrece a nosotros la caricia de su
consuelo materno, y nos dice: «No se turbe tu corazón […] ¿No estoy yo
aquí, que soy tu Madre?» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 286).
san Juan Diego, María también nos ofrece a nosotros la caricia de su
consuelo materno, y nos dice: «No se turbe tu corazón […] ¿No estoy yo
aquí, que soy tu Madre?» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 286).
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ORACIÓN
Salve, Madre,
dame tu santa bendición.
Bendíceme, a mí y a toda mi casa.
Dígnate ofrecer a Dios todo lo que hoy haré y soportaré,
unido a tus méritos y a los de tu santísimo Hijo.
Te ofrezco y dedico todo mi ser y todas mis cosas a tu servicio,
poniéndome por entero bajo tu manto.
Obtén para mí, Señora, la pureza de la mente y del cuerpo,
y haz que, en este día,
no haga nada que desagrade a Dios.
Te lo pido por tu Inmaculada Concepción
y tu intacta virginidad. Amén
(San Gaspar Bertoni).
QUINTA ESTACIÓN
El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz
La mano amiga que levanta
«A uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de
Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz» (Mc 15,21).
Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz» (Mc 15,21).
Simón de Cirene pasa casualmente por allí. Pero se convierte en un
encuentro decisivo en su vida. Él volvía del campo. Hombre de fatigas y
vigor. Por eso se le obligó a llevar la cruz de Jesús, condenado a una
muerte infame (cf. Flp 2,8).
encuentro decisivo en su vida. Él volvía del campo. Hombre de fatigas y
vigor. Por eso se le obligó a llevar la cruz de Jesús, condenado a una
muerte infame (cf. Flp 2,8).
Pero este encuentro, el principio casual, se trasformará en un
seguimiento decisivo y vital de Jesús, llevando cada día su cruz,
negándose a sí mismo (cf. Mt 16,24-25). En efecto, Simón es recordado
por Marcos como el padre de dos cristianos conocidos en la comunidad de
Roma: Alejandro y Rufo. Un padre que ha impreso ciertamente en el
corazón de los hijos la fuerza de la cruz de Jesús. Porque la vida, si
uno se aferra demasiado a ella, enmohece y se agosta. Pero si la ofrece,
florece y se convierte en espiga de grano, para él y para toda la
comunidad.
seguimiento decisivo y vital de Jesús, llevando cada día su cruz,
negándose a sí mismo (cf. Mt 16,24-25). En efecto, Simón es recordado
por Marcos como el padre de dos cristianos conocidos en la comunidad de
Roma: Alejandro y Rufo. Un padre que ha impreso ciertamente en el
corazón de los hijos la fuerza de la cruz de Jesús. Porque la vida, si
uno se aferra demasiado a ella, enmohece y se agosta. Pero si la ofrece,
florece y se convierte en espiga de grano, para él y para toda la
comunidad.
En esto radica la verdadera cura de nuestro egoísmo, siempre al acecho.
La relación con el otro nos rehabilita y crea una hermandad mística,
contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe
descubrir a Dios en cada ser humano, que puede soportar las penas de la
vida, apoyándose en el amor de Dios. Sólo con el corazón abierto al amor
divino, me veo impulsado a buscar la felicidad de los demás en tantos
gestos de voluntariado: una noche en el hospital, un préstamo sin
intereses, una lágrima enjugada en familia, la gratuidad sincera, el
compromiso con altas miras por el bien común, el compartir el pan y el
trabajo, venciendo toda forma de recelo y envidia.
La relación con el otro nos rehabilita y crea una hermandad mística,
contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe
descubrir a Dios en cada ser humano, que puede soportar las penas de la
vida, apoyándose en el amor de Dios. Sólo con el corazón abierto al amor
divino, me veo impulsado a buscar la felicidad de los demás en tantos
gestos de voluntariado: una noche en el hospital, un préstamo sin
intereses, una lágrima enjugada en familia, la gratuidad sincera, el
compromiso con altas miras por el bien común, el compartir el pan y el
trabajo, venciendo toda forma de recelo y envidia.
El mismo Jesús nos lo recuerda: «Lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).
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ORACIÓN
Señor Jesús,
en el Cireneo amigo vibra el corazón de tu Iglesia,
que se hace refugio de amor para cuantos tienen sed de ti.
La ayuda fraterna es la clave para atravesar juntos la puerta de la Vida.
No permitas que nuestro egoísmo nos haga pasar de largo,
y ayúdanos a derramar el ungüento de consolación en las heridas de los otros,
para hacernos compañeros leales de camino,
sin evasivas y sin cansarnos nunca de optar por la fraternidad. Amén.
SEXTA ESTACIÓN
Verónica enjuga el rostro de Jesús
La ternura femenina
«Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré, Señor, no me
escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi
auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación» (Sal
26,8-9).
escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi
auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación» (Sal
26,8-9).
Jesús se arrastra con dificultad, jadeando. Pero la luz de su rostro se
mantiene intacta. No hay ofensa que pueda oponerse a su belleza. Los
salivazos no la han empañado. Los golpes no han conseguido quebrarla.
Este rostro se parece a una zarza ardiente que, cuanto más se le
ultraja, más consigue emanar una luz de salvación. De los ojos del
Maestro manan lágrimas silenciosas. Lleva el peso del abandono. Sin
embargo, Jesús avanza, no se detiene, no vuelve atrás. Afronta la
opresión. Está turbado por la crueldad, pero él sabe que su muerte no
será en vano.
mantiene intacta. No hay ofensa que pueda oponerse a su belleza. Los
salivazos no la han empañado. Los golpes no han conseguido quebrarla.
Este rostro se parece a una zarza ardiente que, cuanto más se le
ultraja, más consigue emanar una luz de salvación. De los ojos del
Maestro manan lágrimas silenciosas. Lleva el peso del abandono. Sin
embargo, Jesús avanza, no se detiene, no vuelve atrás. Afronta la
opresión. Está turbado por la crueldad, pero él sabe que su muerte no
será en vano.
Jesús, entonces, se detiene ante una mujer que viene a su encuentro sin
titubeos. Es la Verónica, verdadera imagen femenina de la ternura.
titubeos. Es la Verónica, verdadera imagen femenina de la ternura.
El Señor encarna aquí nuestra necesidad de gratuidad amorosa, de
sentirnos amados y protegidos por gestos de solicitud y de cuidados. Las
caricias de esta criatura se empapan de la sangre preciosa de Jesús y
parecen purificarlo de las profanaciones recibidas en aquellas horas de
tortura. La Verónica consigue tocar al dulce Jesús, rozar su candor. No
sólo para aliviar, sino para participar en su sufrimiento. Reconoce en
Jesús a cada prójimo que ha de consolar, con un toque de ternura, para
entrar en el gemido de dolor de los que hoy no reciben asistencia ni
calor de compasión. Y mueren de soledad.
sentirnos amados y protegidos por gestos de solicitud y de cuidados. Las
caricias de esta criatura se empapan de la sangre preciosa de Jesús y
parecen purificarlo de las profanaciones recibidas en aquellas horas de
tortura. La Verónica consigue tocar al dulce Jesús, rozar su candor. No
sólo para aliviar, sino para participar en su sufrimiento. Reconoce en
Jesús a cada prójimo que ha de consolar, con un toque de ternura, para
entrar en el gemido de dolor de los que hoy no reciben asistencia ni
calor de compasión. Y mueren de soledad.
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ORACIÓN
Señor Jesús,
¡qué amarga la indiferencia de quien creíamos
a nuestro lado en los momentos de desolación!
Pero tú nos cubres con ese paño
que lleva impresa tu sangre preciosa,
que has derramado a lo largo del camino del abandono,
que también tú sufriste injustamente.
Sin ti, no tenemos
ni podemos dar alivio alguno. Amén.
SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús cae por segunda vez
La angustia de la cárcel y de la tortura
«Me rodeaban cerrando el cerco... Me rodeaban como avispas, ardiendo
como el fuego en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó... Me
castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte»(Sal
117,11.12-13.18).
como el fuego en las zarzas, en el nombre del Señor los rechacé.
Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó... Me
castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte»(Sal
117,11.12-13.18).
En Jesús se cumplen verdaderamente las antiguas profecías del Siervo
humilde y obediente, que carga sobre sus hombros toda nuestra historia
de dolor. Y así, Jesús, llevado a empellones, se desploma por la fatiga y
la opresión, rodeado, circundado por la violencia, ya sin fuerzas. Cada
vez más solo, cada vez más en la oscuridad. Lacerado en la carne, con
los huesos magullados.
humilde y obediente, que carga sobre sus hombros toda nuestra historia
de dolor. Y así, Jesús, llevado a empellones, se desploma por la fatiga y
la opresión, rodeado, circundado por la violencia, ya sin fuerzas. Cada
vez más solo, cada vez más en la oscuridad. Lacerado en la carne, con
los huesos magullados.
En él reconocemos la amarga experiencia de los detenidos en prisión, con
todas sus contradicciones inhumanas. Rodeados y cercados, «empujados
para derribarlos». A la cárcel se la mantiene aún hoy demasiado lejana,
olvidada, rechazada por la sociedad civil. Hay absurdos de la
burocracia, lentitud de la justicia. El hacinamiento es una doble pena,
un dolor agravado, una opresión injusta, que desgasta la carne y los
huesos. Algunos – demasiados – no sobreviven... Y aun cuando un hermano
nuestro sale, lo seguimos considerando «ex recluso», cerrándole así las
puertas del rescate social y laboral.
todas sus contradicciones inhumanas. Rodeados y cercados, «empujados
para derribarlos». A la cárcel se la mantiene aún hoy demasiado lejana,
olvidada, rechazada por la sociedad civil. Hay absurdos de la
burocracia, lentitud de la justicia. El hacinamiento es una doble pena,
un dolor agravado, una opresión injusta, que desgasta la carne y los
huesos. Algunos – demasiados – no sobreviven... Y aun cuando un hermano
nuestro sale, lo seguimos considerando «ex recluso», cerrándole así las
puertas del rescate social y laboral.
Pero más grave es la tortura, por desgracia muy practicada en varias
partes de la tierra de muchos modos. Como lo fue para Jesús, también él
golpeado, humillado por la soldadesca, torturado con la corona de
espinas, azotado con crueldad.
partes de la tierra de muchos modos. Como lo fue para Jesús, también él
golpeado, humillado por la soldadesca, torturado con la corona de
espinas, azotado con crueldad.
Ante esta caída, cómo nos percatamos de la verdad de aquellas palabras
de Jesús: «Estuve en la cárcel y no me visitasteis» (Mt 25,36). En toda
cárcel, junto a cada torturado, siempre está él, el Cristo que sufre,
encarcelado y torturado. Aunque probados duramente, él es nuestra ayuda,
para no ser entregados al miedo. Sólo juntos nos levantamos,
acompañados por agentes apropiados, apoyados en la mano fraterna de los
voluntarios y rescatados de una sociedad civil que hace suyas las muchas
injusticias cometidas dentro de los muros de una prisión.
de Jesús: «Estuve en la cárcel y no me visitasteis» (Mt 25,36). En toda
cárcel, junto a cada torturado, siempre está él, el Cristo que sufre,
encarcelado y torturado. Aunque probados duramente, él es nuestra ayuda,
para no ser entregados al miedo. Sólo juntos nos levantamos,
acompañados por agentes apropiados, apoyados en la mano fraterna de los
voluntarios y rescatados de una sociedad civil que hace suyas las muchas
injusticias cometidas dentro de los muros de una prisión.
==========
ORACIÓN
Señor Jesús,
una conmoción indecible me embarga
al verte postrado en tierra por mí.
No hallas mérito alguno, sino una multitud de pecados, incongruencias, debilidades.
Y ¡qué amor de predilección como respuesta!
Al margen de la sociedad, denigrados por los juicios,
tú nos has bendecido para siempre.
Dichosos nosotros si hoy estamos aquí, por tierra, contigo, rescatados de la condena.
Haz que no eludamos nuestras responsabilidades,
concédenos vivir en tu humillación, a salvo de toda pretensión de omnipotencia,
para renacer a una vida nueva como criaturas hechas para el cielo. Amén.
OCTAVA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
Compartir, no sólo conmiseración
«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos» (Lc 23,28).
Las figuras femeninas en el camino del dolor se presentan como antorchas
encendidas. Mujeres de fidelidad y valor que no se dejan intimidar por
los guardias ni escandalizar por las llagas del Buen Maestro. Están
dispuestas a encontrarlo y consolarlo. Jesús está allí, ante ellas. Hay
quien lo pisotea mientras cae por tierra agotado. Pero las mujeres están
allí, listas para darle ese cálido latido que el corazón ya no puede
contener. Antes lo observan desde lejos, pero luego se acercan, como
hace el amigo, el hermano o hermana cuando se da cuenta de las
dificultades del ser querido.
encendidas. Mujeres de fidelidad y valor que no se dejan intimidar por
los guardias ni escandalizar por las llagas del Buen Maestro. Están
dispuestas a encontrarlo y consolarlo. Jesús está allí, ante ellas. Hay
quien lo pisotea mientras cae por tierra agotado. Pero las mujeres están
allí, listas para darle ese cálido latido que el corazón ya no puede
contener. Antes lo observan desde lejos, pero luego se acercan, como
hace el amigo, el hermano o hermana cuando se da cuenta de las
dificultades del ser querido.
Jesús se impresiona por su llanto amargo, pero les exhorta a no
desgastar el corazón en verlo tan maltratado, a no ser mujeres que
lloran, sino creyentes. Pide un dolor compartido y no una conmiseración
sollozante. No más lamentos, sino deseos de renacer, de mirar hacia
adelante, de proceder con fe y esperanza hacia esa aurora de luz que
surgirá aún más cegadora sobre la cabeza de quienes caminan con los ojos
puestos en Dios. Lloremos por nosotros mismos si aún no creemos en ese
Jesús que nos ha anunciado el Reino de la salvación. Lloremos por
nuestros pecados no confesados.
desgastar el corazón en verlo tan maltratado, a no ser mujeres que
lloran, sino creyentes. Pide un dolor compartido y no una conmiseración
sollozante. No más lamentos, sino deseos de renacer, de mirar hacia
adelante, de proceder con fe y esperanza hacia esa aurora de luz que
surgirá aún más cegadora sobre la cabeza de quienes caminan con los ojos
puestos en Dios. Lloremos por nosotros mismos si aún no creemos en ese
Jesús que nos ha anunciado el Reino de la salvación. Lloremos por
nuestros pecados no confesados.
Y lloremos también por esos hombres que descargan sobre las mujeres la
violencia que llevan dentro. Lloremos por las mujeres esclavizadas por
el miedo y la explotación. Pero no basta compungirse y sentir compasión.
Jesús es más exigente. Las mujeres deben ser amadas como un don
inviolable para toda la humanidad. Para hacer crecer a nuestros hijos,
en dignidad y esperanza.
violencia que llevan dentro. Lloremos por las mujeres esclavizadas por
el miedo y la explotación. Pero no basta compungirse y sentir compasión.
Jesús es más exigente. Las mujeres deben ser amadas como un don
inviolable para toda la humanidad. Para hacer crecer a nuestros hijos,
en dignidad y esperanza.
==========
ORACIÓN
Señor Jesús,
frena la mano que ataca a las mujeres.
Libera su corazón del abismo de la desesperación
cuando se convierten en víctimas de la violencia.
Enjuga su llanto cuando se encuentran solas.
Y abre nuestro corazón para compartir todo dolor,
con sinceridad y fidelidad,
más allá de la compasión natural,
para hacernos instrumentos de la verdadera liberación. Amén.
NOVENA ESTACIÓN
Jesús cae por tercera vez
Superar la nociva nostalgia
«¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?; ¿la aflicción?, ¿la
angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?,
¿la espada?... Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que
nos ha amado» (Rm 8,35.37).
angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?,
¿la espada?... Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que
nos ha amado» (Rm 8,35.37).
San Pablo enumera sus pruebas, pero sabe que Jesús ha pasado antes por
ellas, que en el camino hacia el Gólgota cayó una, dos, tres veces.
Destrozado por la tribulación, la persecución, la espada; oprimido por
el madero de la cruz. Exhausto. Parece decir, como nosotros en tantos
momentos de oscuridad: «¡Ya no puedo más!».
ellas, que en el camino hacia el Gólgota cayó una, dos, tres veces.
Destrozado por la tribulación, la persecución, la espada; oprimido por
el madero de la cruz. Exhausto. Parece decir, como nosotros en tantos
momentos de oscuridad: «¡Ya no puedo más!».
Es el grito de los perseguidos, los moribundos, los enfermos terminales, los oprimidos por el yugo.
Pero en Jesús se ve también su fuerza: «Si hace sufrir, se compadece»
(Lm 3,32). Nos muestra que en la aflicción siempre está su consuelo, un
«más allá» que se entrevé en la esperanza. Como la poda de la vid que el
Padre celestial, con sabiduría, hace precisamente con los sarmientos
que dan fruto (cf. Jn 15,8). Nunca para cercenar, sino siempre para
rebrotar. Como una madre cuando llega su hora: se inquieta, gime, sufre
en el parto. Pero sabe que son los dolores de la nueva vida, de la
primavera en flor, precisamente por esa poda.
(Lm 3,32). Nos muestra que en la aflicción siempre está su consuelo, un
«más allá» que se entrevé en la esperanza. Como la poda de la vid que el
Padre celestial, con sabiduría, hace precisamente con los sarmientos
que dan fruto (cf. Jn 15,8). Nunca para cercenar, sino siempre para
rebrotar. Como una madre cuando llega su hora: se inquieta, gime, sufre
en el parto. Pero sabe que son los dolores de la nueva vida, de la
primavera en flor, precisamente por esa poda.
Que la contemplación de Jesús caído, pero capaz de ponerse en pie, nos
ayude a vencer la congoja que el temor por el mañana imprime en nuestro
corazón, especialmente en este tiempo de crisis. Superemos la nociva
nostalgia del pasado, la comodidad del inmovilismo, del «siempre se ha
hecho así». Ese Jesús que se tambalea y cae, pero que luego se levanta,
es la certeza de una esperanza que, alimentada por la oración intensa,
nace precisamente durante la prueba, y no después de la prueba ni sin
prueba. Por la fuerza de su amor, saldremos más que victoriosos.
ayude a vencer la congoja que el temor por el mañana imprime en nuestro
corazón, especialmente en este tiempo de crisis. Superemos la nociva
nostalgia del pasado, la comodidad del inmovilismo, del «siempre se ha
hecho así». Ese Jesús que se tambalea y cae, pero que luego se levanta,
es la certeza de una esperanza que, alimentada por la oración intensa,
nace precisamente durante la prueba, y no después de la prueba ni sin
prueba. Por la fuerza de su amor, saldremos más que victoriosos.
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ORACIÓN
Señor Jesús,
te rogamos que levantes del polvo al mísero,
levanta a los pobres de la inmundicia, hazlos sentar con los jefes del pueblo
y asígnales un puesto de honor.
Quiebra el arco de los fuertes y reviste a los débiles de vigor,
porque sólo tú nos haces ricos precisamente con tu pobreza (cf. 1 S, 2,4-8; 2 Co 8,9). Amén.
DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es despojado de las vestiduras
La unidad y la dignidad
«Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo
cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una
túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se
dijeron: “No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le
toca”. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a
suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados»(Jn 19,23-24).
cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una
túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se
dijeron: “No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le
toca”. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a
suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados»(Jn 19,23-24).
No dejaron ni un trozo de tela que cubriera el cuerpo de Jesús. Lo
despojaron. No tenía manto ni túnica, ningún vestido. Lo desnudaron como
un acto de humillación extrema. Sólo le cubría la sangre, que borbotaba
de sus numerosas heridas.
despojaron. No tenía manto ni túnica, ningún vestido. Lo desnudaron como
un acto de humillación extrema. Sólo le cubría la sangre, que borbotaba
de sus numerosas heridas.
La túnica queda intacta: es símbolo de la unidad de la Iglesia, una
unidad que se ha de recobrar mediante un camino paciente, una paz
artesana, construida día a día en un tejido recompuesto con los hilos de
oro de la fraternidad, en un clima de reconciliación y perdón mutuo.
unidad que se ha de recobrar mediante un camino paciente, una paz
artesana, construida día a día en un tejido recompuesto con los hilos de
oro de la fraternidad, en un clima de reconciliación y perdón mutuo.
En Jesús, inocente, despojado y torturado, reconocemos la dignidad
violada de todos los inocentes, especialmente de los pequeños. Dios no
impidió que su cuerpo despojado fuera expuesto en la cruz. Lo hizo para
rescatar todo abuso injustamente cubierto, y demostrar que él, Dios,
está irrevocablemente y sin medias tintas de parte de las víctimas.
violada de todos los inocentes, especialmente de los pequeños. Dios no
impidió que su cuerpo despojado fuera expuesto en la cruz. Lo hizo para
rescatar todo abuso injustamente cubierto, y demostrar que él, Dios,
está irrevocablemente y sin medias tintas de parte de las víctimas.
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ORACIÓN
Señor Jesús,
queremos volver a ser inocentes como niños,
para poder entrar en el reino de los cielos,
purificados de nuestra suciedad y de nuestros ídolos.
Retira de nuestro pecho el corazón de piedra de las divisiones,
que hacen a tu Iglesia poco creíble.
Danos un corazón nuevo y un espíritu nuevo,
para vivir según tus preceptos
y observar y poner en práctica tus leyes. Amén.
UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús clavado en la cruz
En el lecho de los enfermos
«Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para
ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron.
En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”.
Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su
izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: “Lo consideraron como
un malhechor”»(Mc 15,24-28).
ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron.
En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”.
Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su
izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: “Lo consideraron como
un malhechor”»(Mc 15,24-28).
Y lo crucificaron. La pena de los infames, de los traidores, de los
esclavos rebeldes. Esta es la pena que se aplica a nuestro Señor Jesús:
ásperos clavos, dolor lacerante, la congoja de la madre, la vergüenza de
verse acomunado a dos bandidos, la ropa repartida entre los soldados
como un botín, la burlas crueles de quienes pasaban por allí: «A otros
ha salvado y él no se puede salvar..., que baje ahora de la cruz y le
creeremos» (Mt 27,42).
esclavos rebeldes. Esta es la pena que se aplica a nuestro Señor Jesús:
ásperos clavos, dolor lacerante, la congoja de la madre, la vergüenza de
verse acomunado a dos bandidos, la ropa repartida entre los soldados
como un botín, la burlas crueles de quienes pasaban por allí: «A otros
ha salvado y él no se puede salvar..., que baje ahora de la cruz y le
creeremos» (Mt 27,42).
Y lo crucificaron. Jesús no desciende, no abandona la cruz. Permanece
obediente hasta el fin a la voluntad del Padre. Ama y perdona.
obediente hasta el fin a la voluntad del Padre. Ama y perdona.
También hoy, como Jesús, muchos hermanos y hermanas nuestros están
clavados al lecho de dolor, en hospitales, asilos de ancianos, en
nuestras familias. Es el tiempo de la prueba, de días amargos, de
soledad e incluso de desesperación: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?» (Mt27,46).
clavados al lecho de dolor, en hospitales, asilos de ancianos, en
nuestras familias. Es el tiempo de la prueba, de días amargos, de
soledad e incluso de desesperación: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?» (Mt27,46).
Que nuestra mano nunca sea para clavar, sino siempre para acercar,
consolar y acompañar a los enfermos, levantándolos de su lecho de dolor.
La enfermedad no pide permiso. Llega siempre de improviso. A veces
trastoca, limita los horizontes, pone a dura prueba la esperanza. Su
hiel es amarga. Sólo si tenemos junto a nosotros a alguien que nos
escucha, que nos es cercano, que se sienta en nuestro lecho..., entonces
la enfermedad puede convertirse en una gran escuela de sabiduría, en
encuentro con el Dios paciente. Cuando alguno toma sobre sí nuestra
enfermedad por amor, también la noche del dolor se abre a la luz pascual
de Cristo crucificado y resucitado. Lo que humanamente es una condena,
puede transformarse en un ofrecimiento redentor por el bien de nuestras
comunidades y familias. A ejemplo de los Santos.
consolar y acompañar a los enfermos, levantándolos de su lecho de dolor.
La enfermedad no pide permiso. Llega siempre de improviso. A veces
trastoca, limita los horizontes, pone a dura prueba la esperanza. Su
hiel es amarga. Sólo si tenemos junto a nosotros a alguien que nos
escucha, que nos es cercano, que se sienta en nuestro lecho..., entonces
la enfermedad puede convertirse en una gran escuela de sabiduría, en
encuentro con el Dios paciente. Cuando alguno toma sobre sí nuestra
enfermedad por amor, también la noche del dolor se abre a la luz pascual
de Cristo crucificado y resucitado. Lo que humanamente es una condena,
puede transformarse en un ofrecimiento redentor por el bien de nuestras
comunidades y familias. A ejemplo de los Santos.
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ORACIÓN
Señor Jesús,
no te alejes de mí,
siéntate en mi lecho de dolor y hazme compañía.
No me dejes solo, tiende tu mano y levántame.
Yo creo que tú eres el Amor,
y creo que tu voluntad es la expresión de tu amor;
por eso me encomiendo a tu voluntad,
porque me confío a tu amor. Amén.
DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz
El suspiro de las siete palabras
«Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que
se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed”. Había allí un jarro lleno
de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de
hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
“Está cumplido”. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu» (Jn
19,28-30).
se cumpliera la Escritura dijo: “Tengo sed”. Había allí un jarro lleno
de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de
hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
“Está cumplido”. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu» (Jn
19,28-30).
Las siete palabras de Jesús en la cruz son una obra maestra de
esperanza. Jesús, lentamente, con pasos que también son los nuestros,
atraviesa toda la oscuridad de la noche, para abandonarse confiado en
los brazos del Padre. Es el gemido de los moribundos, el grito de los
desesperados, la invocación de los perdedores. Es Jesús.
esperanza. Jesús, lentamente, con pasos que también son los nuestros,
atraviesa toda la oscuridad de la noche, para abandonarse confiado en
los brazos del Padre. Es el gemido de los moribundos, el grito de los
desesperados, la invocación de los perdedores. Es Jesús.
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Es el
grito de Job, de todo hombre bajo el peso de la desgracia. Y Dios guarda
silencio. Calla porque su respuesta está allí, en la cruz: él mismo,
Jesús, es la respuesta de Dios, Palabra eterna encarnada por amor.
grito de Job, de todo hombre bajo el peso de la desgracia. Y Dios guarda
silencio. Calla porque su respuesta está allí, en la cruz: él mismo,
Jesús, es la respuesta de Dios, Palabra eterna encarnada por amor.
«Acuérdate de mí...» (Lc 23,42). La invocación fraterna del malhechor,
convertido en compañero de dolor, llega al corazón de Jesús, que siente
en ella el eco de su propio dolor. Y Jesús acoge la súplica: «Hoy
estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,42-43). El dolor del otro nos
redime siempre, porque nos hace salir de nosotros mismos.
convertido en compañero de dolor, llega al corazón de Jesús, que siente
en ella el eco de su propio dolor. Y Jesús acoge la súplica: «Hoy
estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,42-43). El dolor del otro nos
redime siempre, porque nos hace salir de nosotros mismos.
«Mujer, ahí tienes a tu hijo...» (Jn 19,26). Pero es su Madre, María,
que estaba con Juan al pie de la cruz, rompiendo el acoso del miedo. La
llena de ternura y esperanza. Jesús ya no se siente solo. Como nos pasa a
nosotros cuando junto al lecho del dolor está quien nos ama. Fielmente.
Hasta el final.
que estaba con Juan al pie de la cruz, rompiendo el acoso del miedo. La
llena de ternura y esperanza. Jesús ya no se siente solo. Como nos pasa a
nosotros cuando junto al lecho del dolor está quien nos ama. Fielmente.
Hasta el final.
«Tengo sed» (Jn 19,28). Como el niño pide de beber a su mamá; como el
enfermo abrasado por la fiebre... La sed de Jesús es la todos los
sedientos de vida, de libertad, de justicia. Y es la sed del mayor de
los sedientos, Dios, que infinitamente más que nosotros tiene sed de
nuestra salvación.
enfermo abrasado por la fiebre... La sed de Jesús es la todos los
sedientos de vida, de libertad, de justicia. Y es la sed del mayor de
los sedientos, Dios, que infinitamente más que nosotros tiene sed de
nuestra salvación.
«Está cumplido» (Jn 19,30). Todo cumplido: cada palabra, cada gesto,
cada profecía, cada instante de la vida de Jesús. El tapiz está
completo. Los mil colores del amor lucen ahora con hermosura. Nada se ha
desperdiciado. Nada se ha desechado. Todo se ha convertido en amor.
Todo está cumplido, para mí y para ti. Y, así, también el morir tiene un
sentido.
cada profecía, cada instante de la vida de Jesús. El tapiz está
completo. Los mil colores del amor lucen ahora con hermosura. Nada se ha
desperdiciado. Nada se ha desechado. Todo se ha convertido en amor.
Todo está cumplido, para mí y para ti. Y, así, también el morir tiene un
sentido.
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Ahora,
heroicamente, Jesús sale del miedo a la muerte. Porque si vivimos en el
amor gratuito, todo es vida. El perdón renueva, sana, transforma y
consuela. Crea un pueblo nuevo. Frena las guerras.
heroicamente, Jesús sale del miedo a la muerte. Porque si vivimos en el
amor gratuito, todo es vida. El perdón renueva, sana, transforma y
consuela. Crea un pueblo nuevo. Frena las guerras.
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). Ya no más
desesperación ante la nada. Más bien plena confianza en sus manos de
Padre, recostado en su corazón. Porque, en Dios, cada fragmento se
compone finalmente en unidad.
desesperación ante la nada. Más bien plena confianza en sus manos de
Padre, recostado en su corazón. Porque, en Dios, cada fragmento se
compone finalmente en unidad.
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ORACIÓN
Oh Dios, que en la pasión de Cristo nuestro Señor,
nos has liberado de la muerte, heredad del antiguo pecado,
transmitida a todo el género humano,
renuévanos a imagen de tu Hijo;
y, así como hemos llevado en nosotros por nacimiento
la imagen del hombre terrenal,
haz que, por la acción de tu Espíritu,
llevemos la imagen del hombre celestial.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.
DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre
El amor es más fuerte de la muerte
«Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era
también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de
Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran» (Mt 27,57-58).
también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de
Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran» (Mt 27,57-58).
Antes de ser puesto en la tumba, Jesús es entregado finalmente a su
Madre. Es el icono de un corazón destrozado, que nos dice cómo la muerte
no impide el último beso de la madre a su hijo. Postrada ante el cuerpo
de Jesús, María se encadena a él en un abrazo total. Este icono se
llama simplemente «Piedad». Es desgarrador, pero demuestra que la muerte
no quiebra el amor. Porque el amor es más fuerte que la muerte. El amor
puro es perdurable. Ha llegado la tarde. La batalla está vencida. El
amor no se ha truncado. Quién está dispuesto a sacrificar su vida por
Cristo, la encontrará. Transfigurada más allá de la muerte.
Madre. Es el icono de un corazón destrozado, que nos dice cómo la muerte
no impide el último beso de la madre a su hijo. Postrada ante el cuerpo
de Jesús, María se encadena a él en un abrazo total. Este icono se
llama simplemente «Piedad». Es desgarrador, pero demuestra que la muerte
no quiebra el amor. Porque el amor es más fuerte que la muerte. El amor
puro es perdurable. Ha llegado la tarde. La batalla está vencida. El
amor no se ha truncado. Quién está dispuesto a sacrificar su vida por
Cristo, la encontrará. Transfigurada más allá de la muerte.
En esta trágica entrega, se mezclan lágrimas y sangre. Como en la vida
de nuestras familias, atribuladas a veces por pérdidas imprevistas y
dolorosas, creando un vacío insalvable, sobre todo cuando muere un niño.
de nuestras familias, atribuladas a veces por pérdidas imprevistas y
dolorosas, creando un vacío insalvable, sobre todo cuando muere un niño.
Piedad, entonces, significa hacerse cercanos de los hermanos en luto y
que no se resignan. Es una caridad muy grande cuidar de quien está
sufriendo en el cuerpo llagado, en la mente deprimida, en el ánimo
desesperado. Amar hasta el final es la suprema enseñanza que nos han
dejado Jesús y María. Y la misión fraterna diaria de consuelo, que se
nos entrega en este abrazo fiel entre Jesús muerto y su Madre Dolorosa.
que no se resignan. Es una caridad muy grande cuidar de quien está
sufriendo en el cuerpo llagado, en la mente deprimida, en el ánimo
desesperado. Amar hasta el final es la suprema enseñanza que nos han
dejado Jesús y María. Y la misión fraterna diaria de consuelo, que se
nos entrega en este abrazo fiel entre Jesús muerto y su Madre Dolorosa.
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ORACIÓN
Oh, Virgen de los Dolores,
que en nuestros santuarios nos muestras tu rostro de luz,
mientras que con los ojos hacia el cielo
y las manos abiertas
ofreces al Padre un signo de ofrenda sacerdotal,
la víctima redentora de tu Hijo Jesús.
Muéstranos la dulzura del último fiel abrazo
y danos tu maternal consuelo,
para que el dolor cotidiano
nunca apague la esperanza de vida más allá de la muerte. Amén.
DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es puesto en el sepulcro
El jardín nuevo
«Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un
sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía... Allí pusieron
a Jesús» (Jn 19,41-42).
sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía... Allí pusieron
a Jesús» (Jn 19,41-42).
Aquel jardín, donde se encuentra la tumba en la que Jesús fue sepultado,
recuerda otro jardín: el Jardín del Edén. Un jardín que, a causa de la
desobediencia, perdió su belleza y se convirtió en desolación, lugar de
muerte en vez de vida.
recuerda otro jardín: el Jardín del Edén. Un jardín que, a causa de la
desobediencia, perdió su belleza y se convirtió en desolación, lugar de
muerte en vez de vida.
Las ramas silvestres que nos impiden respirar la voluntad de Dios, como
el apego al dinero, la soberbia, el derroche de la vida, se han de
cortar e injertarlas ahora en el madero de la cruz. Este es el nuevo
jardín: la cruz plantada en la tierra.
el apego al dinero, la soberbia, el derroche de la vida, se han de
cortar e injertarlas ahora en el madero de la cruz. Este es el nuevo
jardín: la cruz plantada en la tierra.
Desde allí, Jesús puede ahora llevar todo a la vida. Cuando retorne de
los abismos infernales, donde Satanás ha encerrado a muchas almas,
comenzará la renovación de todas las cosas. Aquel sepulcro representa el
fin del hombre viejo. Y, como para Jesús, Dios tampoco ha permitido
para nosotros que sus hijos fueran castigados con la muerte definitiva.
La muerte de Cristo abate todos los tronos del mal, basados en la
codicia y la dureza de corazón.
los abismos infernales, donde Satanás ha encerrado a muchas almas,
comenzará la renovación de todas las cosas. Aquel sepulcro representa el
fin del hombre viejo. Y, como para Jesús, Dios tampoco ha permitido
para nosotros que sus hijos fueran castigados con la muerte definitiva.
La muerte de Cristo abate todos los tronos del mal, basados en la
codicia y la dureza de corazón.
La muerte nos desarma, nos hace entender que estamos expuestos a una
existencia terrenal que termina. Pero, ante ese cuerpo de Jesús puesto
en el sepulcro, tomamos conciencia de lo que somos: criaturas que, para
no morir, necesitan a su Creador.
existencia terrenal que termina. Pero, ante ese cuerpo de Jesús puesto
en el sepulcro, tomamos conciencia de lo que somos: criaturas que, para
no morir, necesitan a su Creador.
El silencio que rodea ese jardín nos permite escuchar el susurro de una
suave brisa: «Yo soy el que vive, y yo estoy con vosotros» (cf. Ex
3,14). El velo del templo se rasgó. Finalmente vemos el rostro de
nuestro Señor. Y conocemos plenamente su nombre: misericordia y
fidelidad, para no quedar nunca confusos, ni siquiera ante la muerte,
porque el Hijo de Dios fue libre en medio de los muertos (cf. Sal 87,6
Vulg.).
suave brisa: «Yo soy el que vive, y yo estoy con vosotros» (cf. Ex
3,14). El velo del templo se rasgó. Finalmente vemos el rostro de
nuestro Señor. Y conocemos plenamente su nombre: misericordia y
fidelidad, para no quedar nunca confusos, ni siquiera ante la muerte,
porque el Hijo de Dios fue libre en medio de los muertos (cf. Sal 87,6
Vulg.).
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