viernes, 31 de marzo de 2017

LA FRACCION DEL PAN

LA FRACCION DEL PAN






LA FRACCIÓN DEL PAN











PEDRO FARNÉS














Entre los dos acciones más importantes de la celebración eucarística -la
consagración y la comunión- está ubicado un rito al que en nuestras
celebraciones frecuentemente no se acostumbra dar aquella importancia y
relevancia que sin duda merece: nos referimos al gesto de romper el pan. Para
subrayar la importancia de este rito bastaría recordar, por ejemplo, que se
trata de uno de los gestos realizados por el mismo Señor en la Cena; o bien
aludir al hecho de que nos hallamos ante un rito que se encuentra en la liturgia
eucarística por lo menos de cuatro siglos antes que el Padrenuestro, oración que
hoy nos parece imprescindible en la misa. A este gesto, pues, a su importancia,
a su significado, a su relevancia espiritual y a las maneras de revalorizarlo y
mejorarlo vamos a dedicar, nuestras reflexiones en este artículo.



1.Un gesto importante


Una nota que subraya por si misma la importancia de la
fracción del pan es el hecho de que lo hallamos en todas las liturgias
cristianas y situado precisamente en el corazón mismo de la misa, entre el final
de la plegaria eucarística y la comunión. Se trata además de un gesto realizado
siempre por el que preside la celebración como figura del mismo Señor -ayudado a
veces de otros ministros- nunca por un ministro secundario. Es verdad que el
gesto tiene también, por lo menos algunas veces, una finalidad utilitaria (en el
caso, por ejemplo, de que un sólo pan o unos pocos panes hayan de servir para la
comunión de muchos); pero más allá de esta finalidad utilitaria la fracción del
pan en la misa es principalmente un gesto litúrgico importante por su
significatividad, por su antigüedad, porque deriva de uno de los gestos que
realizó el mismo Señor y porque nos referimos explícitamente al gesto cuantas
veces celebramos la Eucaristía: «Tomó pan, dándote gracias,

lo partió y
lo dio a sus discípulos». A todo ello podemos
añadir que el Nuevo Testamento para referirse a la celebración de la Eucaristía
usa precisamente la expresión «Fracción del pan» 1. En una celebración de
la Eucaristía que quiera ser expresiva del misterio que contiene no puede, pues,
permitirse que el gesto de romper el pan que nos mandó realizar el mismo Señor
-en el «haced esto en conmemoración mía» se incluye la fracción del pan-
pase desapercibida casi y se realice sin realce alguno.





2.
Un gesto sacramental


La fracción del pan no sólo es un gesto importante sino
también un gesto sacramental. A este respecto conviene recordar que en la
liturgia se dan elementos utilitarios, elementos ambientales y elementos
sacramentales. La naturaleza de cada uno de estos elementos es muy distinta y
por ello es necesario distinguirlos para valorizarlos según su propia finalidad
e importancia. El pan y vino de la eucaristía o el agua del bautismo, por
ejemplo, son elementos sacramentales, es decir, elementos sin los cuales
no habría sacramento. El misal, en cambio, o el micrófono, son simples elementos
utilitarios que facilitan al ministro la proclamación de determinados
textos que no sabe de memoria o ayudan a los participantes a oir mejor las
perícopes y oraciones de los ministros. Las luces, por ejemplo, o las flores y
la música instrumental, por su parte, son simples elementos ambientales
destinados únicamente a dar solemnidad y matiz festivo a la celebración. Ahora
bien en el conjunto de elementos litúrgicos presentes en la celebración es
evidente que los simbólicos o sacramentales tienen la primacía absoluta -son los
únicos que se buscan por sí mismos- y por ello deben ser subrayados por encima
de todas las demás acciones u objetos.
La fracción del pan pertenece sin duda a la categoría de
elementos sacramentales o simbólicos, es decir, se trata de una de aquellas
acciones que forman parte del núcleo sacramental de la Eucaristía, no de una
ceremonia utilitaria ni de un gesto simplemente ambiental 2

El gesto, en efecto, de romper el pan lo
encontramos ya en el mismo Nuevo Testamento y con un innegable matiz simbólico
en dos direcciones por lo menos: romper un mismo pan para que todos coman de él
significa por una parte la unidad de los comulgantes y de la misma Iglesia y es,
por otra parte, como un gesto profético del cuerpo del Señor que será «roto» y
«partido» por la muerte de cruz.





3.
Un gesto que significa la unidad de los
comulgantes en la unidad del Cuerpo de Cristo



El gesto de romper el pan simboliza la unidad de los
comulgantes que forman con el Señor un solo cuerpo. El gesto no consiste, como
algunos modernamente han imaginado, en comer el pan eucarístico todos

al mismo tiempo a la manera como
pueden hacerlo los concelebrantes 3 -éste comer todos a la vez no se hace en los
banquetes- y, por otra parte, resulta un gesto forzado y ridículo; lo propio del
rito sacramental consiste en comer en una misma celebración y de un mismo pan
partido o compartido.



El gesto cristiano -fracción y participación de un mismo
pan roto- se deriva de los usos judíos entre los que la acción de romper el pan
y repartirlo era privilegio del jefe de familia; este gesto comunitario lo
realizó pues el Señor en la Cena como jefe de su grupo y hoy lo repite el mismo
Señor representado por el obispo o presbítero que preside la eucaristía: «Tomó
el pan, dijo al bendición,
lo
partió y
lo dio a sus discípulos»4. En este rito los apóstoles
vieron desde el principio el signo comunitario por excelencia de la unidad de la
familia eclesial: «El pan que partimos nos une a todos en el Cuerpo de
Cristo» (1 Co 10, 17)





4. Un gesto profético de la muerte del Señor

Pero además de un signo de unidad en el pan partido el
mismo Nuevo Testamento, desde la primera carta a los Corintios, ve también otro
simbolismo, que más tarde se irá intensificando en las diversas liturgias. Este
nuevo simbolismo de la fracción no se centra en la comunidad sino que alude a la
muerte de Cristo actualizada en la eucaristía: de la misma manera que el pan se
rompe en la celebración, así se rompió el Cuerpo del Señor al ser despedazado en
la cruz.

Este matiz -vale la pena notarlo- aparece explícito en
muchos de los antiguos manuscritos de Lc 22, 20 y de 1 Co 24 en los que la frase
«Esto es mi Cuerpo
entregado
(didomenon) por vosotros» figura con una palabra cuyo significado es, por lo
menos parcialmente, distinto -palabra por otra parte, que encontramos también en
no pocas anáforas antiguas-; en lugar de decir «entregado por vosotros»
aparece «roto (ekjunnmenon) por vosotros». Aunque en su contexto el
sentido de ambas redacciones no sea muy diverso, la variante, con todo, es
testimonio de como se interpretaba antiguamente la consagración-fracción del pan
en el sentido de símbolo de la muerte violenta y sacrificial del Señor.
En esta misma línea de ver la fracción del pan un
signo de la muerte de Cristo hay que situar también muchos de los cantos que
acompañan el rito de la fracción en las diversas liturgias. Por lo que se
refiere a la liturgia romana en concreto, desde los tiempos del papa Sergio I,
durante la fracción del pan se canta el «Cordero de Dios» que alude
inequívocamente al sentido sacrificial de la Eucaristía, más en concreto del
rito de romper el pan como alusivo a la muerte del Señor inmolado como Cordero
de la pascua cristiana: por ello el canto del «Agnus Dei» y el rito de la
fracción se presentan como acciones correlativas y hemos de alegrarnos de que
nuestro misal haya recuperado la antigua funcionalidad de este canto.



5. Significados secundarios del gesto de la fracción del pan
Junto a los dos
significados fundamentales de la fracción que acabamos de comentar aparecen en
las liturgias y en los Padres otros significados secundarios y ciertamente menos
fecundos tanto desde un punto de vista espiritual como sacramental; aludimos a
ellos simplemente para subrayar la importancia que se dió al rito de la fracción
en la antigüedad. Así, por ejemplo, Teodoro de Mopsuesta (+ 428) -no nos
hallamos ciertamente en el tiempo de las alegorías medievales sino en plena
época patrística- ve en la fracción del pan un símbolo de la múltiples
apariciones del resucitado: es, dice, como si por medio de las diversas partes
en que se rompe el pan multiplicara el Señor su presencia, como después de la
resurrección se manifestó a sus discípulos, haciendo partícipes de su
resurrección a muchos, a las mujeres, a los apóstoles, a los discípulos de Emaús
«y ahora se sigue apareciendo a los hijos de la Iglesia» (Narsai, Homilia 17,
citado en JUNGMANN, El sacrificio de la Misa' BAC 68, pág. 863).



6. Pequeña historia de la fracción: la época primitiva

La fracción del pan
tiene su origen, como hemos dicho ya, en la acción del Señor que rompió el pan
en la Cena. O, si se quiere remontar más aún -lo hemos visto también- en las
costumbres judías que querían que el padre de familia rompiera el pan, con
especial solemnidad incluso en algunas ocasiones como en la inauguración del
sabbat o en la cena pascual, como signo de su papel de jefe del grupo familiar.
Para los cristianos
el gesto de partir el pan cobró pronto un nuevo significado y una fuerza siempre
en aumento -lo hemos visto también- para recordar sobre todo la acción
profético-simbólica de Jesús entregándoles el «pan roto» como memorial
permanente de su cuerpo entregado a la muerte por su salvación. El impacto del
gesto del Señor cobró sin duda gran fuerza ante los discípulos por el hecho de
haber sido realizado por el Señor a pocas horas de distancia del inicio de su
pasión, casi a manera de testamento. Debido, sin duda, al impacto que causó ante
los discípulos el recuerdo del gesto simbólico-profético del Maestro, muy pronto
la eucaristía recibió como nombre propio el de «Fracción del pan». Es
significativo a este respecto que poco más adelante en las plegarias
eucarísticas de la Didajé (siglo I) a la eucaristía no se la denominara
simplemente «pan» sino «fragmento» o «trozo» (IX, 4). Es un indicio interesante
del relieve que tuvo en los orígenes el gesto simbólico-cristiano de romper el
pan.



7. San Gregorio Magno modifica la fracción del pan

La fracción del
pan, por lo que respecta a la liturgia romana, sufrió en tiempo de san Gregorio
(+ 604), una variación, que quizá desvirtuó un poco su simbolismo. San Gregorio,
en efecto, en su deseo de sobrevalorizar el Padrenuestro por encima de la
Plegaria eucarística 5, quiso que éste figurara lo más unido posible a la
Plegaria Eucarística, formando con ella, en cierta manera, una sola oración.
Para lograrlo no permitió que ningún otro texto ni acción distanciara el
Padrenuestro de la fórmula con la que se había consagrado la eucaristía. Así
trasladó, por ejemplo, la bendición nupcial de los esposos colocándola después
del Padre nuestro y lo mismo hizo con el gesto de la fracción del pan que quedó
ubicado también despues de la oración dominical. Anteriormente a la Plegaria
eucarística seguía inmediatamente la fracción del pan -imitando la secuencia de
los actos realizados por Jesús que rompió el pan inmediatamente después de
recitar la acción de gracias- y dispuesto ya el pan roto para el banquete se
decía el Padrenuestro como preparación inmediata a la comunión. En la liturgia
ambrosiana actual, que no deja de ser una pequeña variante de la romana, se
conserva aún la secuencia anterior a san Gregorio: acabada la doxología de la
Plegaria eucarística y aclamado el «Amén» por el pueblo, el celebrante rompe el
pan -mientras el pueblo canta el «confractorium» o canto de la fracción-, y
luego se pasa al Padrenuestro como preparación inmediata a la comunión -la paz
conserva su lugar original como conclusión de la liturgia de la palabra- tal
como se realizaba tambien en Roma antes de san Gregorio.



8. La fracción del pan en los comienzos de la Edad Media

En el siglo VII el
gesto de la fracción tenía aún gran realce como lo prueba el texto que veremos
en el apartado siguiente. Algo parecido acontecía también en las otras liturgias
que ahora no podemos describir. Citemos únicamente,

a manera de simple ejemplo, tres hechos que
muestran la importancia que se daba a la fracción: a) el gran detallismo del
rito, ciertamente abarrocado, en las liturgias galicana e hispana: el pan se
rompe y sus fragmentos se colocan en forma de cruz, con palabras y ritos
alusivos a los misterios de Cristo6; b) el hecho de que aparezca en las
liturgias -incluso en la romana a partir del siglo VII- un canto para acompañar
la acción que se supone consecuentemente larga (en la liturgia hispana el canto
es una pieza variable y se llama Cantus ad confractionem; en la
ambrosiana también es variable y lleva por nombre Confractorium; en la
romana, como hemos visto, desde Sergio I, es un canto fijo, el Agnus Dei; c)
finalmente cabe citar la significativa
advertencia que, desde la Edad Media hasta la reforma del Vaticano II, decía el
obispo a los neopresbíteros el día de su ordenación: «Antes de celebrar la
eucaristía debéis aprender diligentemente de otros sacerdotes doctos el conjunto
de los ritos de la misa, la manera de consagrar y el modo de hacer la
fracción del pan...»
7


9. Una página sugestiva sobre la fracción
del pan en la liturgia romana


El Ordo Romanus I, descripción de la misa papal escrita a
finales del siglo VII, relata detalladamente los gestos de la fracción del pan
que siguen al rito de la paz en unos términos que dan una idea de la amplitud,
popularidad y viva significatividad que la acción conservaba aún a los ojos del
pueblo en la Roma medieval:




El Pontífice rompe el pan por su parte derecha y
deja sobre el altar el fragmento que ha roto; los panes restantes los
coloca sobre la patena que sostiene el diácono. Luego retorna a la sede 8. A
continuación el primicerio, el secundario, el primicerio de los defensores
junto con los regionarios y los notarios9 suben al altar y se sitúan a la
derecha e izquierda del mismo... El archidiácono toma entonces el cáliz del
altar y lo entrega al subdiácono regionario que lo sostiene cerca del lado
derecho del altar hasta que haya terminado la fracción de los panes...
Luego se acercan a ambos lados del altar los subdiáconos y los acólitos
llevando los saquitos en los que el archidiácono coloca los panes y los
referidos ministros van al lugar de los obispos y de los presbíteros para
que éstos rompan las oblatas... Dos subdiáconos regionarios llevan la
patena en la que se colocó su propia oblación a la sede para que el
Pontífice haga la fracción.
Todos están pendientes del papa quien indica
el momento de empezar la fracción y cuando él hace la señal se inicia
la fracción... El papa indica también el momento en que los cantores han de
iniciar el canto del «Agnus Dei»...10



En este texto cabe subrayar, además de la amplitud con que
se realizan los gestos: a) que todos comulgan con panes fraccionados; b) que en
la fracción intervienen tanto el papa como los obispos y presbíteros (no, en
cambio, los otros ministros); c) que la fracción es un rito destacado y largo
que exige, como el rito de entrada o la comunión, un canto prolongado (en Roma
ya sabemos que es el «Agnus Dei»). Se trata, por tanto, de algo muy distinto de
una pequeña «ceremonia» (como es frecuente en las celebraciones actuales) o de
un simple rito utilitario porque los panes son pocos y los comulgantes
numerosos; tenemos un gran gesto, visible para todos los participantes y seguido
por la asamblea, sobre todo a través de un canto que subraya con fuerza uno de
los significados atribuidos ya por el Nuevo Testamento a la fracción: el del
Cordero de Dios «roto» o inmolado por su pueblo.


10. El rito de la fracción pierde progresivamente su
realce y su simbolismo


No es la finalidad de este artículo trazar una historia
completa del rito de la fracción. Si hasta aquí nos hemos entretenido en
describir detalles, incluso amplios, de los ritos de la fracción ha sido con la
única finalidad de que se comprenda la urgencia de realizar también hoy este
gesto de manera significativa y de recuperar su riqueza sacramental y
espiritual.
La fracción del pan podemos decir que conserva su
significado y su práctica hasta el siglo XIII cuando, por una parte, se hacen
comunes las hostias pequeñas para los fieles y, por otra, no sólo progresa la
desafección del pueblo a la comunión sino que además las pocas veces que los
fieles reciben la eucaristía acostumbran comulgar fuera de la misa.
Un breve repaso de los Ordines romani posteriores, sobre
todo de los readaptados en las Galias para ayudar a los francos que quieren ir
pasando de la antigua liturgia galicana a la nueva liturgia importada de Roma,
nos descubre que la amplitud de la fracción va disminuyendo progresivamente y el
simbolismo del Señor que a través de su ministro rompe el pan para que los
fieles vivan su unidad en el Cuerpo de Cristo y recuerden la muerte del Señor se
va convirtiendo en una pequeña rúbrica o ceremonia. Un solo ejemplo: según el
Ordo romanus IV (escrito en Francia a principios del s. IX) rompe el pan no sólo
el celebrante sino también los diáconos (Cf. ANDRIEU, o.c, vol. II, pág. 164, n.
58) y hacen la fracción no sobre el altar sino en el fondo del absis. Poco
simbolismo hay ya aquí, casi todo queda reducido a una simple «rúbrica» a
cumplir (,no ven por otra parte así de pobremente la fracción muchos de nuestros
celebrantes y fieles?).



11. La fracción inmediatamente antes de la reforma litúrgica

En el Misal de la Curia romana de 1474 -y consecuentemente
en el
Ordo missae de Pío V
que lo reproduce literalmente- el proceso de degradación de la fracción del pan
llega a su culminación: el celebrante rompe únicamente su hostia que deja de
compartir con otros comulgantes y sume él íntegramente, mientras recita la
conclusión del embolismo del Padrenuestro. Nos hallamos, pues, ante la máxima
desvalorización del rito: rompe el pan mientras reza una plegaria que nada tiene
que ver con la acción que está realizando; el pan roto lo consume íntegramente
él sin que quede, por tanto, ningún vestigio de que la fracción significa la
unidad eclesial. Cuando todo el rito está completo y después de la salutación
«La paz del Señor esté siempre con vosotros» -rito que nuevamente nada tiene que
ver con el significado de la fracción, él mismo reza el antiguo canto -el
Agnus Dei
que estaba destinado a acompañar la fracción del pan-. El antiguo
y significativo rito ha pasado, pues, a ser un conjunto de meras ceremonias.





12.La fracción del pan después de la reforma litúrgica
En los libros litúrgicos emanados del Vaticano II
el signo de la fracción ha
empezado a
revalorizarse. Pero es preciso decir que se ha revalorizado más en los libros
que en la práctica litúrgica de la mayor parte de comunidades que continúan
realizando el gesto de la fracción como una pequeña «ceremonia» más que como un
verdadero gesto litúrgico sacramental. Para comprender hasta qué punto la
reforma de la fracción ha significado un avance sacramental -que muchos no
valoran como deberían, vale la pena empezar describiendo cómo se realizaba la
fracción en vísperas del Vaticano II (es decir, según el misal de san Pío V):





«El celebrante hace genuflexión, toma la hostia, la
sostiene con las dos manos sobre el cáliz y la rompe por la mitad diciendo
(se trata de la conclusión de la plegaria que ha dicho antes: «Por el mismo,
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo».

Continúa la rúbrica: «la mitad que sostiene con la mano
derecha la pone encima de la patena. Luego de la otra mitad que tiene en la
mano izquierda rompe una partícula mientras prosigue: «Que contigo vive y
reina en la unidad del Espíritu Santo Dios».

Continúa la rúbrica: «la otra mitad que tenía en la
mano izquierda la une a la parte que estaba ya en la patena... (lo poco que
quedaba de signo de fracción queda disimulado porque ahora vuelve a juntar
las partes como si fueran una sola hostia...).



El Misal de Pablo VI, al describir la fracción, gana
indudablemente en sacramentalidad y devuelve al rito su significación. La
descripción del modo de realizar la fracción es ciertamente sobria, sobre todo
si se le compara con el detallismo de la rúbrica anterior:


«El celebrante toma el pan consagrado y lo parte sobre
la patena».


Una descripción sobria ciertamente, pero que se presta ya a
subrayar el sentido sacramental del gesto y se distancia del mero rubricismo del
Misal anterior.
Pero no es en esta breve rúbrica donde mejor se manifiesta
el interés por devolver a la fracción su sentido simbólico primigenio. Más
importante son a nuestro respecto algunas afirmaciones de la «Institutio» que
encabeza el Misal. Subrayemos tres textos principales: a) el que ubica la
fracción en la estructura de la misa (IGMR 56, c); b) el que se refiere a la
preparación material del pan eucarístico (IGMR 283); c) el que se trata de la
fracción del pan en las concelebraciones (IGMR 195).



13. La fracción del pan en el conjunto de la dinámica de la misa

El capítulo II de la «Institutio» del Misal presenta la
estructura de la misa bajo cuatro grandes apartados: 1) los ritos iniciales, 2)
la liturgia de la Palabra, 3) la liturgia eucarística y 4) el rito de
conclusión. La sección destinada a la liturgia eucarística se subdivide a su vez
en tres títulos: a) la preparación de los dones, b) la plegaria eucarística y c)
los ritos de comunión. Es en esta última sección donde aparece la fracción del
pan. Subrayemos dos de los apartados que revalorizan este rito y lo vuelven a
presentar como verdadero gesto sacramental:




El gesto de la fracción del pan, realizado por Cristo
en la última cena, en los tiempos apostólicos fue el que sirvió para
denominar a la íntegra acción eucarística.



Dos afirmaciones importantes en este breve texto: partir el
pan es uno de los gestos que viene del mismo Señor y cuya importancia captaron
hasta tal punto sus discípulos -quedaron impresionados por el gesto profético de
la muerte del Señor hemos dicho más arriba- que llamaron a la misa «fracción del
pan».




El «Cordero de Dios» se canta mientras se hace la
fracción del pan... o lo dicen, al menos, en voz alta. Esta invocación puede
repetirse cuantas veces sea necesaria para acompañar la fracción del pan.




El canto del Cordero de Dios, introducido en su día
para acompañar la fracción del pan, recupera su funcionalidad. Debe notarse que
ni aquí ni en el Ordinario de la misa (Cf. núm. 144) se alude a que el
celebrante diga el Cordero de Dios.

No es correcto, pues, que el celebrante recite
junto con el pueblo el Cordero de Dios; mientras los fieles lo recitan el
celebrante en silencio debe hacer la fracción del pan y continuar con la
inmixtión y la oración que reza en secreto antes de comulgar. Cabe notar que
únicamente en el Ordinario de la misa sin pueblo (rito que
inexplicablemente no figura en el Misal castellano) se anota que el sacerdote
recita el Cordero de Dios pero lo hace, no como una oración autónoma,
sino mientras va rompiendo el pan. Incluso en este caso el Cordero de
Dios
recupera, aunque sea pobremente, su funcionalidad de fórmula para
acompañar la fracción del pan. (Cf. Ordo Missae sine populo, núm. 25)





14. Preparación del pan eucarístico

Pero donde el Misal de Pablo VI mejor recupera el rito
simbólico de la fracción es, sin duda, en el texto del capítulo VI de la «Institutio»
del Misal. Allí figuran estas expresivas afirmaciones:




La naturaleza misma del signo (el pan) exige que... se
haga en tal forma que el sacerdote, en la misa celebrada con el pueblo,
pueda realmente partirlo en partes diversas y distribuirlas, al menos
a algunos fieles. No se excluyen con eso las hostias pequeñas, cuando así
lo exige el número de los que van a recibir la sagrada comunión u
otras
razones pastorales. Pero el gesto de la fracción del pan, que era el que
servía en los tiempos apostólicos para denominar la misma eucaristía,

manifiesta mejor la fuerza y la importancia
del signo de la unidad de todos en un solo pan y de la caridad, por el hecho
de que un solo pan se distribuye entre hermanos.




Hagamos unos breves subrayados a este texto: a) el romper
el pan forma parte del signo mismo que hizo el Señor; b) el celebrante debe
distribuir algunas partes del pan roto al menos a algunos fieles. Queda, por
tanto, excluida la costumbre que tienen aún algunos celebrantes de romper el pan
pero sumir ellos solos los diversos fragmentos. Esta práctica convierte la
fracción del pan en una mera ceremonia. Quienes así actúan, sin advertirlo,
continúan realizando la rúbrica del Misal de S. Pío V que hemos reproducido más
arriba y que unía de nuevo las dos partes del pan roto sobre la patena; c) las
hostias pequeñas -que impiden el gesto amplio y significativo de una verdadera
fracción del pan- pueden usarse para únicamente en casos más bien excepcionales:
«cuando así lo exige el número de los que van a recibir la sagrada comunión
u otras razones pastorales». En modo alguno está permitido usar
habitualmente hostias pequeñas; el recurso a las mismas, según el misal, debe
ser en todo caso, una práctica excepcional.



15. La fracción del pan en las concelebraciones


Aludamos a un pequeño rito que quizá a muchos pase
desapercibido y que, no obstante, tiene su importancia sacramental: nos
referimos al apartado 195 de la «Institutio» del misal, según la cual en las
concelebraciones
los
concelebrantes
(no por tanto los
diáconos) pueden ayudar a la fracción del pan. Con ello el gesto recupera aquel
sentido amplio y solemne que tenía en la antigua misa romana: los concelebrantes,
en virtud de su ministerio sacerdotal, son llamados a «partir el pan» como lo
hizo el Señor. Una anotación: pensamos que en las misas de ordenación
presbiteral sería oportuno no dejar nunca de invitar a los nuevos ordenados a
que, junto con el obispo, partieran también ellos el pan que se distribuirá al
pueblo: de esta manera realizarían por vez primera, pública y solemnemente, la
«fracción del pan» eucarístico.



16. A manera de conclusión: defectos a evitar

Quisiéramos concluir esta reflexión en torno al gesto de la
fracción del pan aludiendo a cuatro defectos frecuentes que desvalorizan en la
práctica este importante gesto bíblico y sacramental y lo reducen a una mera
rúbrica como la que figuraba en el misal de S. Pío V:

  1. el que el celebrante suma él mismo toda la hostia que
    antes ha partido; si ha roto el pan es para distribuirlo entre los
    comulgantes que con él forman el único cuerpo del Señor. El texto del misal es
    a este respecto tajante: «La naturaleza misma del signo (se trata del pan)
    exige que... el sacerdote, en la misa celebrada con el pueblo, pueda realmente
    partirlo en partes diversas y distribuirlas, al menos a algunos fieles»;


  2. otro defecto es que el celebrante diga o cante con el
    pueblo el Cordero de

    Dios;
    su función en este momento no es decir ni cantar nada sino «romper
    el pan» de manera expresiva: los celebrantes deberían recordar a este respecto
    -y en otros momentos- que en la celebración «cada cual, ministro o fiel, deber
    realizar todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la
    acción y las normas litúrgicas; ahora bien, decir el «Cordero de Dios» no
    corresponde al celebrante sino a la asamblea;

  3. usar habitualmente hostias pequeñas, pues éstas
    son signo de individualismo y el misal, como hemos visto, las proscribe a no
    seren caso de necesidad,.Además el uso de estas hostias individuales impide la
    realización amplia y expresiva del gesto de «romper el pan» que hemos recibido
    del mismo Señor11;

  4. finalmente es necesario velar para que el
    importante gesto de la fracción no quede recubierto y desvalorizado con el
    gesto, más secundario sin duda en este momento, del abrazo de paz. Sería
    ciertamente deseable que el rito de la paz se trasladara a su lugar primitivo
    antes del prefacio, tal como figura en la casi totalidad de ritos (tambien en
    el de la Roma más antigua); pero, hoy por hoy, ya que la liturgia prescribe en
    este momento dar la paz junto a la fracción del pan, debe procurarse, por lo
    menos, que este segundo rito no absorba tanto la atención que desvalorice el
    gesto de la fracción que es ciertamente más importante (los cantos, en este
    contexto, tienen especial importancia: un canto de paz en lugar del canto de
    fracción es, a nuestro juicio, un defecto a desterrar).

     

__________________



1 "Los
hermanos eran constantes... en la fracción del pan» (Hch 2, 42); «Lo
habían reconocido los discípulos de Emaús a Jesús) en la fracción del pan»
(Le 24, 35)
2 Al decir que
la fracción del pan es un gesto sacramental no pretendemos afirmar que
sea uno de los siete sacramentos en sentido estricto, es decir, una de las
acciones instituidas por Jesucristo para dar la gracia en virtud de su misma
realización, sino que queremos significar que es una acción destinada a
simbolizar lo que realiza la celebración. En el caso concreto de la fracción
del pan, además del simbolismo que se expresa en la acción, se trata también
de un gesto que nos mandó el mismo Señor: «Rompió el pan... y dijo: Haced
esto...»,
aunque no confiera la gracia a la manera de los siete
sacramentos.
3 Que todos
los concelebrantes tomen en sus manos el pan consagrado y lo suman al mismo
tiempo que el celebrante principal
es una de las posibles maneras
de comulgar que les propone el misal, no la única (y pensamos que no es ni la
más estética ni incluso la más significativa). El misal propone también otras
maneras, por ejemplo, el que cada concelebrante tome de sobre el altar el
Cuerpo y la Sangre del Señor mientras los diáconos y los fieles reciben la
Eucaristía de manos de los ministros (Cf. IGMR, núm. 205)
4 Adviértase
que la acción de romper el pan va íntimamente unida a su distribución,
acto también propio del que preside. Es por tanto aberrante y empobrecedora la
práctica que a veces se ve de que los fieles en lugar de recibir el pan o
el vino eucarísticos
lo tomen ellos mismos de sobre el altar. Esta
práctica es violentar el mismo significado de la eucaristía.
5 «Recitamos
el Padrenuestro inmediatamente después del Canon porque los apóstoles
consagraban la Eucaristía recitando únicamente el Padrenuestro y las palabras
de la consagración» (Cf. lo que escribíamos en Oración de las horas
XXII (1991) 143-144.

6
En la liturgia hispana se conserva aún hoy este rito (Cf. Missale hispano
Mozarabicum,
Arzobispado de Toledo 1991, pag. 77); por lo
que se refiere a la liturgia galicana puede verse RATCLIFF, Expositio
antiquae liturgiae gallicanae,
Londres 1971, núm. 24a, pág. 14 y el
Concilio de Tours (567) que recordó a los sacerdotes que en la fracción
del pan debían colocar los fragmentos en forma de cruz, no en orden imaginario
(c. 3, MANSI, IX,
793)

7
Cf. Pontifical Romano de Clemente V111, Ordenación de presbíteros, monición
antes de la poscomunión. Este texto, introducido por el obispo Durando de
Mende en el siglo XIII en su Pontifical, es con todo muy anterior al
siglo XIII; parece que Durando lo copió de las Expositinnes Missae
galicanas que tenían, como hemos visto, una complicada fracción del pan.
8 La costumbre
de que el Papa abandone el altar después de la fracción del pan y comulgue en
la sede, no en el altar, se conservó en la misa papal hasta Pablo VI
inclusive. Hoy de hecho la misa papal apenas conserva ningún rito propio.
Posiblemente porque no se ha publicado aún ningún Ordo de la misa papal
reformado según los principios de Vaticano II, hoy el Papa celebra

simplemente como
los restantes obispos, cosa que difiere
de los usos de los que tenemos constancia desde el siglo VI. La Santa
Sede organizó hace años un seminario de estudios sobre los ritos papales
dirigido por Mons. Piero Marini, responsable de las celebraciones papales,
pero a nuestro conocimiento por lo menos, los trabajos no han sido aún
concluidos.


9 Se trata de
diversos dignatarios y ministros del entorno papal

10 Cf. ANDRIEU, Les Ordines
Romani,
vol. 11, págs. 98-101 


11. Nos extraña a este respecto que las
comunidades que hoy se han esforzado en confeccionar un nuevo estilo de pan
eucarístico más consistente y expresivo continúen, en cambio, fabricando
habitualmente hostias pequeñas. Es más importante poder «romper el pan» para
que el gesto eucarístico sea expresivo que presentar un modo de pan más grueso
y menos blanco.

ORACIÓN DE LAS
HORAS

Octubre 1994, 338-350







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