lunes, 8 de mayo de 2017

Efectos del trauma ancestral silenciado – Textos para pensar – EPBCN

Efectos del trauma ancestral silenciado – Textos para pensar – EPBCN

Textos para pensar


Efectos del trauma ancestral silenciado

Pilar del Rey, Eva Rodríguez, Ana Sáncer y Núria Tayó

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«Se nos ha dado la elección de liberarnos de la repetición para nacer a nuestra propia historia»,
Ann Ancelin Schützenberger.
«Nos
es lícito entonces suponer que ninguna generación es capaz de ocultar a
la que le sigue sus procesos anímicos de mayor sustantividad»,
Sigmund Freud.
«Todo
lo que amamos se nos puede arrancar, lo que no se nos puede quitar es
el poder elegir qué actitud asumir ante estos acontecimientos»,
Víctor Frankl.

1. Introducción

La
creencia de que nuestras vidas puedan estar determinadas por la
historia psicológica de las generaciones anteriores no es nueva.

En
los últimos treinta años, el concepto de «inconsciente familiar» se ha
revalorizado originando un resurgimiento de antiguos pensamientos que ya
la filosofía oriental desarrolló en profundidad, como la influencia
ancestral sobre los destinos individuales o la fuerza de determinados
hechos y personas de la red familiar sobre nuestras vidas.

La
aparición de nuevos planteamientos terapéuticos, como la psicogenealogía
o el enfoque transgeneracional, pretende brindar al trabajo clínico un
camino para ayudar a explicarnos dinámicas inconscientes familiares que
provocan que el paciente, mediante vínculos que lo relacionan con su
sistema familiar, repita ciertas situaciones en su vida.

Asimismo,
en la clínica se ha observado que el poder incluir en la historia
personal de un paciente su historia familiar transgeneracional nos ayuda
a comprender mejor determinadas reacciones desproporcionadas, fracasos
repetidos o emociones desbordantes de las que resulta imposible hallar
explicación en su propia historia. En muchos casos, estas conductas
parecen estar determinadas por la historia psicológica de generaciones
anteriores.

Partiendo de estas observaciones, las preguntas que
nos surgían eran claras: ¿De qué manera pueden estos acontecimientos del
pasado afectar a varias generaciones posteriores? ¿Qué tiene que decir
la ciencia al respecto? ¿Y el psicoanálisis?

Como veremos, la
obra de Freud demuestra que éste no ignoraba en absoluto la importancia
de los antepasados en la constitución de los psicosomatismos[1]
individuales y colectivos; sin embargo, por razones que se desconocen,
Freud no prosiguió con su investigación del fenómeno transgeneracional y
únicamente planteó la problemática con los medios que la ciencia de su
tiempo ponía a su disposición.

A continuación, realizaremos una
primera aproximación a los conceptos sostenidos hasta el momento por el
enfoque transgeneracional. Para ello, exploraremos, primero en
la ciencia y posteriormente en el psicoanálisis, algunas referencias
sobre la posible transmisión entre generaciones.

No se planteará
ninguna conclusión, sino más bien pequeñas conjeturas, puesto
que nuestro objetivo es abrir un tema que consideramos puede ser objeto
de posteriores trabajos de investigación.

2. Las experiencias de nuestros abuelos dejan una marca en los genes

Hasta
ahora, se creía que llegábamos a la vida con una información genética
prefijada e inalterable que detallaba nuestros componentes, su orden y
función, cómo teníamos que ser y de qué teníamos que padecer.
Actualmente, se sabe que no es así. Cada vez más estudios (Yehuda et
al., 1998; Weaver et al., 2004; Skinner, Meaney M. y Szyf, M. en PLOS
ONE, Reproductive Toxicology y Science Direct) demuestran que muchas de
las influencias ambientales pueden provocar cambios en los genes,
alterar el ADN y, posteriormente, transmitir esas alteraciones a
nuestros descendientes.

Buena parte del funcionamiento de nuestro
organismo depende de que determinados genes, se activen o no. Aunque
todavía se ignora cómo lo hacen y qué enzimas intervienen, lo cierto es
que cuando un gen se activa o desactiva se ponen en marcha procesos
bioquímicos que acaban provocando que, por ejemplo, un gemelo tenga
esquizofrenia y el otro no, a pesar de ser genéticamente iguales.

Recientemente, la epigenética[2]
ha confirmado la poderosa influencia que el estrés, la alimentación o
los tóxicos medioambientales tienen sobre la activación de genes
concretos y cómo estos generan cambios en tres o más generaciones
posteriores.

Si la dieta y los productos tóxicos pueden causar
cambios epigenéticos, ¿podrían experiencias como abusos, estrés
postraumático, maltrato infantil o duelos no realizados desencadenar
también cambios epigenéticos en el ADN, en las neuronas cerebrales?

Estas
cuestiones resultaron ser la base de un nuevo campo, la conducta
epigenética, ahora tan efervescente, que ha generado decenas de estudios
y ha sugerido nuevos tratamientos para restablecer problemas del
sistema nervioso.

Entre dichos estudios destaca el de Michael
Skinner, biólogo molecular, en el que afirma que las experiencias de
vida de los abuelos, e incluso los bisabuelos, modifican sus óvulos y
espermatozoides de manera tan indeleble que el cambio pasa a sus hijos,
nietos y bisnietos, según un fenómeno hoy conocido como «herencia
epigenética transgeneracional». Es decir, cualquier factor ambiental que
influya en la salud física y emocional no sólo afectará al individuo
expuesto al factor, sino también a su descendencia.

Otros
estudios sobre la conducta epigenética realizados por Michael Meanly,
neurólogo y psiquiatra biológico, demuestran cómo experiencias
traumáticas de nuestro pasado, o del pasado de nuestros ancestros, dejan
marcas moleculares adheridas a nuestro ADN.

Es decir, podemos
heredar no sólo las rodillas frágiles de una abuela, sino también una
predisposición a la depresión causada por un duelo que no fue realizado.


2.1. El peso de la herencia

En Moisés y la religión monoteísta
(1939), Freud realiza un estudio sobre las reacciones frente a los
traumas precoces, ya comprueba que determinadas reacciones no se ajustan
a la propia vivencia del sujeto, sino que se apartan de ésta en una
forma que concuerda mucho más con el modelo de un suceso filogenético y
que, en general, sólo es posible explicar por la influencia de éste.

Por
consiguiente, podríamos decir que en aquello que heredamos no
sólo encontramos disposiciones, sino también contenidos, huellas
mnémicas, residuos ancestrales, fragmentos de vida psíquica transmitida
de generación en generación, que constituyen el bagaje inconsciente: «En
la vida psíquica del individuo tienen eficacia no sólo los
contenidos vivenciados por él mismo sino otros que le fueron aportados
con el nacimiento, fragmentos de origen filogenético, una herencia
arcaica, lo que sería el factor constitucional del individuo» (Moisés y la religión monoteísta, 1939).

Vemos,
tal como cita Freud en Tótem y tabú (1912), y como demuestra también
la ciencia, que «ninguna generación es capaz de disimular a las que
siguen los acontecimientos psíquicos significativos». Estamos
configurados ineludiblemente por memorias que heredamos y que permanecen
latentes en nuestro inconsciente.

Incluso, como algunos han
pensado, a las tres afrentas al narcisismo señaladas por Freud: la del
descubrimiento copernicano (la Tierra no es el centro del universo), la
del darwiniano (el hombre proviene del reino animal) y la del
psicoanalítico (el hombre no es el amo en su propia casa [Freud, 1917],
pues es gobernado por su inconsciente), se podría agregar una cuarta
afrenta:

«El hombre no sólo es gobernado por su inconsciente,
sino por el inconsciente de otros», según afirmaron Roberto Losso y Ana
Packciarz Losso en La fantasía inconsciente compartida familiar de elaboración transgeneracional (2007).

Así
pues, es innegable que la herencia que recibimos de nuestros
antepasados conlleva un peso importante que, sin ser conscientes de
ello, nos configura como seres humanos y determina muchos de nuestros
actos y experiencias actuales.

3. Qué tiene que decir el psicoanálisis sobre la herencia y la transmisión transgeneracional

El
desinterés hacia la cuestión de la herencia arcaica desde el
psicoanálisis ha sido notable, debido, por un lado, a que la ciencia
biológica no aceptaba la idea de que los caracteres adquiridos fuesen
heredados y transmitidos y, por otro lado, a que en algunos ámbitos
psicoanalíticos se desdeña este tema y, en consecuencia, se han relegado
escritos como Tótem y tabú o Moisés y la religión monoteísta.

De
la extensa obra de Freud, hemos recopilado algunos de los pasajes
más significativos en los que se vislumbra su interés por la herencia
arcaica y la transmisión de la vida psíquica: Más allá del principio de
placer, Tótem y tabú, La moral sexual «cultural» y la nerviosidad moderna y Moisés y la religión monoteísta.
En este recorrido, hemos observado que Freud plantea la hipótesis de la
existencia de una herencia arcaica compuesta por huellas mnémicas
inconscientes de impresiones exteriores y su transmisión.

Por ejemplo, en Más allá del principio de placer
(1921) sostiene que aquello no representado e irrepresentable de la
pulsión que no puede ser dicho podría producir una huella que lo
empujaría a la repetición o, en su defecto, a la formación de un
síntoma. Dicho de otra manera lo que el sujeto no consigue recordar, lo
actúa. Este argumento nos servirá para corroborar más adelante cómo se
manifiesta en forma de síntoma un acontecimiento que no se puede
verbalizar.

Para introducir la noción de una transmisión hereditaria, en La moral sexual «cultural» y la nerviosidad moderna
(1908) se subraya el fenómeno de la repetición de prototipos
de relación de objeto, identificaciones y el lastre heredado de una
generación a otra.

En Moisés y la religión monoteísta
(1939) apunta en varias ocasiones que la herencia arcaica del hombre la
forman fragmentos de vida psíquica transmitida de generación
en generación, que constituyen el bagaje inconsciente. Freud introduce
la noción de verdad histórica ligada al retorno de lo reprimido que nos
es útil para seguir investigando la transmisión de una generación a las
siguientes. Además, aporta argumentos que reafirman la existencia de una
herencia formada por huellas mnémicas de las vivencias ancestrales.
Por ejemplo, al referirse a una antigua tradición de un pueblo o a la
formación de un carácter étnico, casi siempre alude a una tradición
heredada similar, y no sólo a una transmitida por comunicación.

En
este texto también desarrolla que la conciencia de culpa derivada de un
acto determinado ha persistido a través de milenios enteros y ha
conservado toda su eficacia en generaciones que nada podían saber ya de
dicho acto.

En algunos de estos textos Freud defiende la
existencia de ciertas predisposiciones que no existieron desde siempre,
sino que poseen una genealogía.[3]
Y es justamente tal genealogía, es decir la aparición y transmisión de
esas peculiares predisposiciones, lo que explica una teoría de la
evolución fidedigna. Esta teoría de que el ser humano viene al mundo con
una herencia arcaica transmisible a la descendencia es la que
constituye la base del enfoque transgeneracional que abordamos a
continuación.

4. La herencia transgeneracional

4.1. Origen y definición

El
concepto «transgeneracional» es conocido desde hace mucho tiempo. Hay
una frase en la Biblia que dice: «Los padres comen la uva verde y los
niños rechinan los dientes».

El concepto transgeneracional hace
referencia a la cadena de transmisión de significaciones que se lega de
generación en generación y que abarca ideales, mitos,
modelos identificatorios y enunciados discursivos que involucran lo
dicho, pero también lo silenciado.

En los años 1970, un grupo de
psicoanalistas entre los que se encontraban Nicolas Abraham, Mária
Török, Françoise Dolto, Anne Ancellin Shützenberger y Didier Dumas,
se reunía todas las semanas para hablar e investigar sobre este tema.
Nicolas Abraham y Mária Török trabajaban en el Hospital Psiquíatrico de
París y tuvieron la idea de analizar el relato de los delirios que
presentaban los niños psicóticos. Al contrastar el delirio con los
padres del enfermo observaron que, en todo delirio, había aspectos
reales y otros completamente delirantes. A partir de aquel momento
trabajaron con la hipótesis de que, en realidad, el niño presentaba una
problemática familiar transgeneracional. Entonces empezaron a hablar
del «inconsciente del clan», el inconsciente familiar: el niño que
deliraba era el representante de una carga emocional ajena.

4.2. Fundamentos de la herencia transgeneracional

La
herencia psíquica no se da solamente entre una madre o un padre y su
hijo, en cuyo caso se trataría de la influencia intergeneracional, sino
que también existen influencias de generaciones anteriores en el
desarrollo y en la estructuración psíquica de un nuevo ser; en este
último caso, es cuando hablaríamos de la influencia o herencia
transgeneracional.

Es decir, lo transgeneracional comprende
aquella información inconsciente que el clan familiar transmite a toda
su progenie para que un conflicto silenciado en la familia se
pueda resolver en generaciones posteriores.

En consecuencia, en
el análisis transgeneracional se tiene en cuenta el proceso psíquico
genealógico del paciente y se pretende poner en perspectiva la historia
de la familia y comprenderla, que la persona asuma el rol que le
corresponde para resolver de este modo las situaciones excluidas de la
conciencia familiar y las creencias que las sostienen.

Habitualmente,
estas transmisiones afectan a dos, tres o más generaciones, en las
que la adquisición de una información construida por los ascendientes es
expresada por un miembro de una generación posterior en forma de
síntoma.

4.3. Más allá del inconsciente individual

El
enfoque transgeneracional nos conduce en cierta manera a pensar el
inconsciente no sólo como instancia en el ámbito individual, sino a
darle una dimensión más amplia que alcance el sustrato de los
funcionamientos familiares, históricos y culturales. Tal como
apunta Ancelin Schützenberger (2006) en su libro ¡Ay, mis abuelos!, la transmisión transgeneracional trazaría un puente entre el inconsciente individual y el inconsciente colectivo.

En Tótem y tabú
Freud se pregunta acerca de la necesaria continuidad de la
vida psíquica en las sucesivas generaciones; de lo contrario, nos
veríamos obligados a comenzar desde un principio el aprendizaje de la
vida, lo cual excluiría toda posibilidad de progreso en este terreno.
Esta pregunta es tan actual como hace un siglo y constituye un punto de
inicio para retomar, repensar y ampliar la hipótesis filogenética que
sostenía el fundador del psicoanálisis.

Este cuestionamiento nos
suscita una reflexión sobre los antepasados y el lugar que ocupan en
nuestras vidas, sobre las identificaciones que establecemos con ellos,
así como sobre su legado.

Advertimos que la herencia de nuestros
antepasados conlleva un peso importante y nos configura como seres
humanos. Esto nos hace plantearnos inquietantes preguntas: ¿Qué efecto
tienen aquellas vivencias o acontecimientos que no pudieron ser
procesados en el psiquismo? ¿Podría ser un apoyo para el análisis tener
en cuenta cómo han afectado los traumas de las generaciones anteriores?
¿A través de qué mecanismos se efectúa la transmisión?

No
pretendemos ni podemos contestarlas todas, pero en los siguientes
puntos trataremos de explorar una de las posibles vías de transmisión de
estos acontecimientos y sus posibles consecuencias entre generaciones.

5. La importancia del vínculo con nuestros antepasados

«Porque
la sangre que heredamos no es nada más que la que traemos al llegar al
mundo, la sangre que heredamos está hecha de las cosas que comimos de
niños, de las palabras que nos cantaron en la cuna, de los brazos que
nos cuidaron, la ropa que nos cobijó y las tormentas que otros
remontaron para darnos vida. Pero, sobre todo, la sangre se nos teje con
las historias y los sueños de quien nos crece»,
Ángeles Mastretta (La sangre que heredamos).

Según
el Diccionario de la Lengua Española, la palabra «vínculo» proviene del
latín vincülum, que significa unión o atadura de una persona con otra,
¿pero de qué unión o atadura se trata desde el enfoque
transgeneracional?

Se considera que, sin saberlo, todos
establecemos vínculos con nuestro sistema familiar. Esto nos mantiene
ligados a nuestros antepasados y, por tanto, a sus traumas vivenciados y
silenciados mediante una identificación inconsciente. De ahí que entre
el sujeto y el ancestro se establezca una lealtad invisible[4]
mediante la cual la persona carga con experiencias traumáticas que no
son suyas, que fueron silenciadas y que no se elaboraron en su momento.
El material psíquico familiar se transmite en bruto sin haber sido
elaborado.

Podemos afirmar, pues, que, a partir de este vínculo o
lealtad invisible, todo sujeto recibe una historia singular que no es
propia, pero que incorpora en su psiquismo y determina su experiencia
vital.

6. La noción de trauma

Desde el punto de vista
transgeneracional, el trauma se entiende como un vestigio de un hecho
doloroso o vergonzoso del pasado que se propaga por todo el árbol
genealógico[5] para que el miembro de la familia sobre el cual ha recaído toda esa carga pueda elaborarlo.

Esta
visión del trauma transgeneracional, como constituyente del psiquismo,
puede aportar inequívocamente una mirada más allá de los primeros años
de vida, del complejo de Edipo y de las figuras parentales.

Cuando
en una familia se producen acontecimientos traumáticos importantes,
éstos se mantienen vivos de manera inconsciente y se transmiten a la
descendencia si los que sobreviven no hablan de ello.

Entendemos
por «acontecimientos traumáticos»: suicidios, asesinatos, muertes
inexplicables, duelos no realizados, incestos, violaciones,
infidelidades, deseos no reconocidos, así como las emociones
relacionadas con estas experiencias.

En cambio, según el
Diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, un trauma
se define como: «Un acontecimiento en la vida del sujeto caracterizado
por su intensidad, su incapacidad de responder a él adecuadamente y los
efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica».

Este
acontecimiento puede tratarse tanto de un suceso muy impactante como de
la suma de pequeños eventos, que serían tolerables si se produjesen
aisladamente.

En el intento de ampliar esta noción, nos basamos
precisamente en el concepto de trauma transgeneracional: en cómo
determinados acontecimientos o experiencias en el núcleo familiar que no
se han podido procesar psíquicamente se pueden
transmitir inconscientemente a las generaciones siguientes y causar
perturbaciones y conflictos en el grupo familiar o en alguno de sus
miembros. El sujeto lo recibe en forma de carga, hecho que le provoca un
vacío de identidad.

7. El efecto de lo no dicho en las diferentes generaciones

Estas
cargas ancestrales son el residuo del suceso traumático silenciado, que
se va transformando y afecta de manera diferente a las posteriores
generaciones:

En la primera generación, ocurre un hecho que no se
puede expresar por diferentes motivos, entre otros, vergüenza, horror,
represión o sufrimiento excesivo. Al no poder hablar de ello, la
experiencia no se elabora y se mantiene presente psíquicamente en la
persona que la ha vivido. El contenido se confina y queda encriptado[6]
en el yo, condenado a convertirse en secreto, en un indecible que nunca
debe ser revelado y del que no se puede hablar debido al dolor y la
culpa que evocaría.

En la segunda generación, el secreto no puede
ser objeto de representación verbal. El suceso se vuelve innombrable ya
que el portador de éste tiene un conocimiento intuitivo de
su existencia, pero ignora el contenido. Se podría hablar de una
«herencia sin testamento», un legado recibido que no ha sido aceptado.

Por
último, en la tercera generación se convierte en impensable, algo que
existe pero es inaccesible a la conciencia; nadie se lo puede imaginar.
Puesto que los ascendientes no han nombrado dichas experiencias
traumáticas ni sus consecuencias emocionales, éstas no pueden ser objeto
de ninguna representación verbal en los descendientes. Este hecho puede
conducir a una ausencia de simbolización.

Lo silenciado, que
como hemos observado tiene un papel fundamental en la transmisión, está
compuesto por palabras imposibles de decir que se transmiten por
gestos, alusiones, dichos a medias, no dichos o murmullos. Además,
contiene los afectos que se han reprimido y están ligados al
padecimiento de aquella difícil experiencia. La persona se ve obligada a
modificar su discurso para evitar las palabras que la llevarían o la
acercarían a romper el silencio, y esto la hace forjar un discurso
incongruente.

8. Posibles conexiones con el psicoanálisis

Llegados
a este punto, y teniendo en cuenta todo lo expuesto hasta el
momento, estableceremos algunas de las posibles conexiones de la
herencia transgeneracional con el psicoanálisis.

8.1. Vías de transmisión

De
la experiencia traumática, lo importante no es el contenido en sí, que
suele ser de difícil acceso, cuando no imposible, sino cómo se transmite
y su forma de manifestarse.

Las posibles vías de transmisión del
trauma silenciado se han estudiado desde enfoques diferentes cuyas
resoluciones no muestran una idea unificada. Entre este abanico
de posibilidades, nos hemos centrado, según lo que apunta Silvia
Nussbaum, en la «identificación  alienante»[7] por ser el concepto que más se aproxima a la idea de identificación que sostiene el enfoque psicoanalítico.

La
identificación alienante acontece cuando se produce la repetición de
una vivencia traumática de un ascendiente. Esta identificación es
alienante porque el sujeto que repite no sabe lo que repite y se apropia
de un trauma inconsciente no elaborado que le despoja de la posibilidad
de acceder a su identidad y a su propia historización.

Abraham y
Török (1978) señalan que las palabras que no pudieron ser dichas,
las escenas que no pudieron ser rememoradas, las lágrimas que no
pudieron ser vertidas, son conservadas en secreto, aunque quedan
encriptadas. El síntoma busca abrir el secreto y a la vez mantenerlo en
silencio. Según estos autores, la necesidad de mantener el secreto
obedece a una lealtad inconsciente con el objeto de amor, el ancestro
(el padre, la madre, o un antepasado) puesto que su revelación
provocaría un sentimiento de culpa en el descendiente.

8.2. La repetición como intento de elaboración

El
concepto de repetición sostenido por la teoría transgeneracional
mantiene ciertos nexos con la explicación de repetición que expone Freud
en los dos textos siguientes:

En el primero, Recordar, repetir y reelaborar
(1914), se observa que el síntoma, que es impensable, se repite como
intento de elaboración. Podemos suponer que el portador del secreto
repite parcialmente las situaciones silenciadas.

Y en el segundo,
Más allá del principio de placer (1921), la repetición queda patente en
la «compulsión de repetición», derivada de la necesidad del psiquismo
de repetir la situación traumática no elaborada. Por esta razón, el
trauma regresa una y otra vez de forma inconsciente mediante síntomas o
sueños traumáticos.

Basándonos en estas dos ideas, observamos que
hay una similitud entre el concepto de repetición apuntado por Freud y
la repetición transgeneracional. En este último caso, la repetición
acontece entre generaciones y no sólo durante la vida del sujeto; en
cada repetición hay algo nuevo, un intento fallido de elaboración.

Existen diferentes formas de repetición aplicables a los traumas transgeneracionales, no excluyentes entre sí:

  • La
    «repetición pura», en la que se repiten exactamente los sucesos: Mi
    abuela era maltratada por mi abuelo y todas las parejas que tengo me
    maltratan.
  • La «repetición por interpretación», donde la persona
    repite lo que interpreta que ha pasado: Mi abuela se golpeó gravemente
    en la cabeza y yo sufro de migrañas.
  • La «repetición por
    identificación», mediante la cual se repite lo que otra persona padece:
    Mi abuelo era alcohólico, mi padre tiene una hepatología y yo desarrollo
    una hepatitis. La persona se identifica con la familia a través de la
    enfermedad.
  • La «repetición por oposición», en la que se repite
    lo contrario de lo que pasó: Mi abuela fue forzada sexualmente y yo
    tengo aversión al coito.
  • Y la «repetición por compensación»,
    donde se repite para compensar lo que pasó: Mi abuela murió por una
    complicación en el parto y yo me hago obstetra.
Para
asegurar la continuidad del linaje, el sujeto se ve inmerso en una
repetición involuntaria a la que debe contribuir como miembro de una
cadena a la que está ligado desde antes de su existencia.

9. Conclusiones

En
esta primera incursión en lo transgeneracional hemos querido mostrar
una herramienta más que facilita nuevas vías de pensamiento y nuevas
posibilidades que se abrirían en la consideración de la vida psíquica de
un sujeto.

Nuestra intención no es otra que dejar abierto este
tema, poder interpretar también los síntomas desde otra concepción,
detectar aquellas repeticiones familiares, aquellas consecuencias
derivadas de los silencios y poder elaborarlas.

Asimismo,
partiendo de la idea de que no estamos sólo constituidos por los
vínculos intergeneracionales, sino que además nuestro inconsciente puede
estar gobernado por el inconsciente de nuestros antepasados, lanzaremos
un interrogante: ¿Cómo incorporar esta nueva herramienta para liberar
al psiquismo de estas cargas a través del psicoanálisis?

Sólo
mediante una toma de conciencia se pueden elaborar aquellas cargas
heredadas y liberarlas posteriormente, con la intención de dejar sitio,
poder soltar aquello que quedó encriptado en un periodo anterior, para
que, de esta manera, entre algo nuevo, el vacío. Tal como lo definen los
antiguos chinos, no se trataría de una ausencia, sino de la idea de
dejar sitio para permitir que la novedad aparezca. Eso es el vacío: no
se puede añadir agua a un jarrón ya lleno.

Todos pertenecemos a
una tercera o cuarta generación y, por eso, invitamos a romper
lo silenciado, luchar contra la invisibilidad y recuperar lo no dicho
para elaborarlo y, desde ese relato, poder seguir adelante.

Si
recogemos algunas de las ideas que han aparecido en este primer trabajo,
consideramos que esta herramienta puede ser útil para el análisis y es
aplicable a ciertos acontecimientos sociales e históricos, como
enfrentamientos bélicos, conflictos raciales, dictaduras, en los
que también se pueden producir situaciones traumáticas no asumidas,
silenciadas y reprimidas que tendrán una consecuencia sobre varias
generaciones de descendientes y no únicamente en las víctimas directas.

Lo
recibido no tiene por qué ser una fatalidad, un propósito por el que se
está condenado a la repetición, sino que se puede vivir como una
oportunidad de transformación. Sin embargo, es necesario un proceso de
elaboración para poder liberar estas cargas. Tal como afirma Marcuse en
Eros y civilización (1955): «Las heridas que se curan con el tiempo (y
nosotras añadimos "sin elaborar") son también las heridas que contienen
el veneno. Contra la rendición del tiempo, la restauración de los
derechos de la memoria es un vehículo de liberación, es una de las más
nobles tareas del pensamiento».

10. Agradecimientos

Agradecemos
enormemente la oportunidad que nos ofrece el Espacio Psicoanalítico
de Barcelona al permitirnos vivir la experiencia de presentar esta
investigación. En particular, destacamos la colaboración de Juan Carlos
De Brasi, José María Blasco, Mª del Mar Martín, Fabián Ortiz y los
integrantes del Grupo de Prácticas, quienes, con sus revisiones, ideas
y sugerencias nos han allanado el camino y nos han ayudado a disfrutar
de él.

Barcelona, abril de 2014

Referencias bibliográficas:

Fernández, X. y Cornejo, M. (2010). Aproximaciones al estudio de la Transmisión Transgeneracional del Trauma Psicosocial. Revista de Psicología, Vol. 19, Nº 2, 2010. Chile: Universidad de Chile.
Freud, S. (1914). Introducción del narcisismo. En S. Freud Obras completas. Vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1939 [1934-38]). El Moisés y la religión monoteísta. En S. Freud Obras completas. Vol. XXIII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1923). El yo y el ello. En S. Freud Obras completas. Vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1914). Recordar, repetir, reelaborar. En S. Freud Obras completas. Vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1981). La moral sexual «cultural» y la nerviosidad moderna. En S. Freud Obras completas. Vol. VII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1915). La fijación al trauma, lo inconsciente. En S. Freud Obras completas. Vol. XVI. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo. En S. Freud Obras completas. Vol.  XVIII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1916). Rasgos arcaicos e infantilismo del sueño. En S. Freud Obras completas. Vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1913). Tótem y tabú. En S. Freud Obras completas. Vol. XIII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Freud, S. (1921). Más allá del principio de placer. En S. Freud Obras completas. Vol. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Laplanche J. y Pontalis J. (1996). Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona: Editorial Paidós.
Marcuse, H. (1955). Eros y civilización. Barcelona: Ariel.

Fuentes electrónicas:

Benhaim, David. Psicoanálisis & Intersubjetividad. La filogénesis y lo transgeneracional, [en línea], formato html. Disponible en: http://www.intersubjetividad.com.ar/website/articulop.asp?id=199&idioma=&idd=3#_ftn4
Canault, Nina. ¿Cómo pagamos las faltas de nuestros antepasados? El inconsciente transgeneracional,
[en línea], formato pdf. Disponible
en: http://bioconde.files.wordpress.com/2012/01/cc3b3mo-pagamos-las-faltas-de-nuestrosantepasados.pdf

Del Valle, María. Transmisión transgeneracional y situaciones traumáticas, [en línea], formato pdf. Disponible en: http://www.temasdepsicoanalisis.org/wp-content/uploads/2014/01/Mar%C3%ADa-del-Valle-Laguna.pdf
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Notas

1 El psicosomatismo es un proceso de origen psíquico que tiene influencia y se manifiesta en lo somático, en lo corpóreo. 
2
La epigenética (del griego epi, en o sobre, y -genética) hace
referencia, en un sentido amplio, al estudio de todos aquellos factores
no genéticos que intervienen en la determinación de la ontogenia o
desarrollo de un organismo. Se puede decir que la epigenética es el
conjunto de procesos químicos que modifican la actividad del ADN pero
sin alterar su secuencia. 
3 El estudio y seguimiento de la ascendencia y descendencia de una persona o familia. 
4
Se denomina lealtad invisible a aquella lealtad inconsciente entre los
miembros de un sistema familiar que hace que solidariamente un posgénito
se haga cargo de cuentas impagadas de otras generaciones. 
5
Un árbol genealógico es un esquema gráfico (genograma) que representa
las relaciones familiares entre personas. El árbol genealógico nos ayuda
a situar a nuestros antepasados en relación con nosotros. 
6
Concepto introducido por Nicolas Abraham y Mária Török para designar los
contenidos que no pueden ser elaborados y quedan enquistados. 
7
Las identificaciones merecen la adjetivación de «alienantes» cuando son
«solidarias con una historia que pertenece en parte a otro». 

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